Sobre el buenísmo y la utopía. - La Nación Digital

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domingo, 2 de enero de 2011

Sobre el buenísmo y la utopía.

«Muchos se han imaginado repúblicas y principados que nadie ha visto jamás ni se ha sabido que existieran realmente; porque hay tanta distancia de cómo se vive a cómo se debería vivir, que quien deja a un lado lo que se hace por lo que se debería hacer aprende antes su ruina que su preservación: porque un hombre que quiere hacer en todos los puntos profesión de bueno labrará necesariamente su ruina entre tantos que no lo son. Por todo ello es necesario a un príncipe, si se quiere mantener, que aprenda a poder ser no bueno y a usar o no usar de esta capacidad en función de la necesidad».


Nicolás MAQUIAVELO, El Príncipe. Alianza Editorial, año 2008 (Décima impresión). CS 3401, Pág. 95. Traducción de Miguel Ángel Granada.


El texto transcrito más arriba de Maquiavelo tiene a mi parecer un mensaje muy claro: hay que hacer lo que hay que hacer en todo momento sin dejarse llevar por metas que la condición humana no tiene responsabilidad ni madurez para asumir. Y lo que hay que hacer no es lo que se debería hacer, si no lo que es coherente en cada coyuntura; toda decisión debe hacerse con una mirada realista, con los ojos, la cabeza y los pies en el suelo; metas que se puedan tocar con las manos, podría decirse. Quién no desea utopías, quién no desea un mundo donde no exista el odio y la guerra… pero ese mundo no está hecho para nosotros, si así fuera habría ya hecho tiempo que todo estaría yendo bien: el hombre se ha bordado un modelo diferente de destino.

En nuestro mundo hemos de luchar, porque la utopía proviene de una concepción humana espiritual y religiosa que cree haberse emancipado de la vida en la selva o en el bosque, cuando no es así; y ese luchar requiere quizá renunciar a los sueños y a lo que debería ser por lo que hay que hacer. Las utopías que nos venden los políticos no dejan de ser elementos equiparables a los paraísos ofrecidos por las diferentes religiones. Si antes no ser realista era la ruina para un príncipe hoy es la ruina de toda una nación, una etnia o un pueblo entero. Es el propio pueblo quien quiere el buenismo, es el propio pueblo quien desea ver y votar a políticos que dan una cara a sus votantes con un haz de misericordia; y eso es una muestra más de que la ciudadanía no hace lo que tiene que hacer ni sabe lo que necesita.

Si antes mandaba un príncipe y su ruina era la profesión de bueno, como se ha dicho en el párrafo anterior y señala el propio Maquiavelo, hoy la ruina la traen los votantes que eligen cada cuatro años a su «príncipe», pues los ciudadanos no hacen lo que tienen que hacer… se dejan llevar por fachadas de hombres que vitorean en un púlpito dando una imagen no real, por hombres que son una construcción propagandística; esto tiene un nombre: populismo y demagogia; ¡quién le iba a decir a Maquiavelo que en la actualidad triunfaría la profesión de bueno! Una sociedad donde la gente vive manipulada sin conciencia clara y sin saber lo que debe hacer, que ni siquiera sabe lo que es importante, no está instruida para el sufragio universal: la democracia no es un ejercicio para cualquiera, el voto no debería valer lo mismo según qué personas: la democracia es una ruina, porque le da al pueblo una responsabilidad para la que no está capacitada: no es algo para los más, sino para los menos. Por eso digo que este país tiene lo que se merece; él solo, su masa de votantes inculta, manejable y estúpida, es la que nos transporta hacia todo un término muy oscuro.

Pero el panorama no pinta bien para el futuro, en España no hay ninguna respuesta política coherente que defienda los intereses de sus verdaderos y auténticos ciudadanos autóctonos. No me refiero por supuesto a aquellos a quienes han venido para quedarse o se les ha regalado el DNI como “auténticos y verdaderos ciudadanos de este país”, éstos han venido a decidir por nosotros y a... Un pueblo bien constituido no se deja engañar por el buenismo, ni adopta postura de bueno, porque un hombre bien constituido ni manipula ni se deja manipular. Un pueblo bien constituido conoce de su sangre, de su lengua y de su territorio y lo defiende. Un hombre bien constituido es un guerrero, es un sabio y un buen amante y defiende aquello que es suyo y de sus allegados, respetando siempre lo diferente: pues tan único me hace lo que me es ajeno como mis propios actos. En definitiva, un hombre bien constituido hace lo que tiene que hacer porque sabe que la naturaleza humana es la que es y punto; sólo unos pocos pueden estar por encima de su propia naturaleza, pocos hay que puedan ser abnegados sin llegar a ser idiotas, generosos y auténticamente «buenos» (no lo quiero decir en sentido moral). El buenismo dista mucho de la bondad, es la ideología del lobo vestido de cordero, es la ideología de la nueva casta político-sacerdotal, es la ideología de manipulación que necesita un pueblo ávido de esperanza, utopía y… ¿ruina?.

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