El Real Madrid pasa el trámite ante el Auxerre gracias a una genial actuación de Benzema. - La Nación Digital

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jueves, 9 de diciembre de 2010

El Real Madrid pasa el trámite ante el Auxerre gracias a una genial actuación de Benzema.

Fue la noche de Benzema, la que sus infatigables defensores (nuestro francés de cabecera, Frédéric Hermel es el primero de ellos) estaban pidiendo y esperando con fe. Tres goles, muy distintos. Uno con la cabeza, uno con la izquierda, uno con la derecha. Tres goles en la Champions para espantar su abulia, cargarle de fe y hacerle sentir al Madrid que quizá no se haya equivocado, que aquellos 35 millones no están perdidos, que acaso no haya que buscar comprador para el verano, que Llorente, Dzeko o cualquier otro podrán esperar. Y que mientras Higuaín se opera o no se opera, el puesto está cubierto.

Quizá fuera eso lo que necesitaba: la seguridad de no tener competencia. Hay jugadores que la soportan bien (Higuaín es uno de ellos) y otros que la soportan mal (Benzema, por ejemplo). Su mismo comienzo del partido fue aún raro: reaccionó a su primer gol, raro cabezazo, casi como si hubiera marcado en propia meta. En los otros fue más expresivo, dentro de lo que cabe esperarse en él. Y fueron dos golazos. El segundo, perfecto pase de Lass, control magnífico y zurdazo cruzado, impecable. El tercero, trabajado íntegramente por él, con balón robado al portero y vaselina precisa, casi sin ángulo.

Fue el hombre de la noche, pero hubo otros. Cristiano, por ejemplo, que a medio gas y todo marcó su gol, el número 23 de la temporada. Lass, que empequeñeció definitivamente a Khedira. Dudek, muy bien hasta la desgracia de lesionarse, lo que dio paso al correcto Adán. Y Sarabia, que gustó en el cuarto de hora que le ofrecieron. A todo esto, el Auxerre fue muy flojo y encima le birlaron un penalti con el 0-0, según la inveterada costumbre de los árbitros de Champions de barrer para casa. En fin, que de todo junto salió una goleada y un balón firmado para el salón de Benzema. Y ahora, a los octavos.

Ayer fue la gran noche de dos futbolistas que, mucho antes que la nacionalidad, comparten personalidades complejas e imprevisibles: Benzema y Lass. Uno marcó tres goles de mérito creciente y el otro sostuvo el juego y el entusiasmo del equipo haciendo gala de un liderazgo que cuesta recordar en un centrocampista del Real Madrid. Si se exhibieron ante un rival francés no fue para zanjar ninguna cuenta pendiente, estoy convencido, sería demasiado predecible; fue por pura coincidencia o por conjunción astral, o quizá, más fácil, porque ellos quisieron y el enemigo ayudó.

Volveremos luego sobre esa peculiar pareja. Antes hay que reseñar la desgracia de Dudek, cuyo maxilar quedó maltrecho tras un choque fortuito con Contout. El polaco debió abandonar el campo en el minuto 45 y si el lamento es casi un aullido de lobo se debe a que estaba completando su mejor actuación en los once partidos que ha jugado con el Madrid en cuatro años. Los rayos X descubrieron luego una fractura, pero su dolencia ya estaba catalogada antes: mala suerte común. Al menos, y puestos a buscar un consuelo, Dudek se quita la etiqueta de gafe, pues es bien sabido que la pistola de los gafes siempre se dispara en pie ajeno, nunca en el propio.

Estrenos.
Para terminar de señalar a los protagonistas hay que hablar del apolíneo Adán, sustituto del meta noqueado, y del niño Sarabia, que disfrutó de casi 20 minutos de mucho de correr y de un balón pisado que tomaremos como una promesa, casi de amor.

El resto de meritorios a examen se manejaron en sus calificaciones. Granero dejó detalles, aunque fue más pródigo en las intermitencias, y ya hay razones para pensar que ese carácter inconstante le viene del colegio que ha compartido con Martín Vázquez y con este humilde cronista, servidor de ustedes. Tan concentrados estábamos en las enseñanzas de los padres Escolapios que nos distraemos con todo lo demás. Y Pedro León bien pudo ser compañero nuestro, que las sucursales escolapias se reparten por España.

A Diarra, el último de los nuevos, poco se le puede reprochar. Fue una digna compañía en el recital de Lass, la retaguardia de sus repliegues, el mejor testigo de su desdoblamiento corporal. Porque Lass ejerció anoche de creador y destructor, de capitán y guardiamarina. Su actuación le eleva tanto como pone en duda el papel de Khedira y sus méritos invisibles.

Pero vayamos al grano. El primer gol de Benzema cuenta para el hat-trick, pero poco para su rehabilitación moral. Cabeceó mal, cayó peor y al final le quedaron más ganas de dolerse que de celebrarlo. Disimuló. El segundo tanto fue de Cristiano, implacable, y dio por cumplida su noche. El tercero, otra vez de Benzema, estuvo a la altura de su prestigio: control orientado y tiro seco. El cuarto fue insólito tanto por su presión (insospechada) como por la ejecución, más un swing que una vaselina.

Otro hubiera festejado ese último gol con un catálogo de aspavientos, el niño acunado, el beso al anillo y la cucaracha. Benzema agitó el puño y casi se ruborizó. Así es él, distinto.



Fuente: AS (www.as.com)

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