El Valencia vence a la Real Sociedad en el último minuto.

El Valencia se iba por el sumidero de la mediocridad liguera con un empate que le alejaba, sobre todo en sensaciones, de los equipos de arriba. Pero en noches que vienen de canto y con púas en cada esquina es cuando se examina el coraje de un grupo, la fe en lo que se hace. Estaba por ver si el Valencia de Emery o Emery y su Valencia, se caían con todo el equipo tras el enésimo error arbitral que les ponía el encuentro cuesta arriba. Durante un buen rato parecía que así iba a ser, pero el pelotón desordenado y sin rumbo que fueron los chés durante media hora consiguió agruparse tras la tormenta realista. Tras sufrir más de lo esperado, se sacudieron el barro y al mirar a los ojos del compañero saborearon la deliciosa sensación de verse vivos cuando se les daba por muertos y ahí se forjó su remontada. Prietas las filas y a por ellos. Encorajinados, los de Unai soltaron una última oleada en el cuarto de hora final y obtuvieron su premio. Una victoria. La vida.

En el latigazo final de Aduriz iban atados los malos arbitrajes, los problemas disciplinarios, los rajes innecesarios, la plaga de lesiones... el gol del ariete vasco puede ser un punto de inflexión en positivo para los valencianos, que se colocan cuartos cuando durante toda la noche desalentaron a su parroquia con un partido ramplón.

Es la dictadura del marcador, que todo lo cambia en un instante, en dos más bien. Primero escamparon las nubes con un zurdazo del Tino Costa y luego con la incursión salvadora de Aduriz, que remontaron el penalti señalado a David Navarro, que no fue tal. Para el Valencia se repite de manera peligrosa en cada salida un error arbitral que le lastra: expulsiones en Sevilla, Vila-Real y Madrid, la pena máxima de anoche... demasiado peso para un equipo que no va sobrado de argumentos y al que sólo le echan manos al cuello. A más castigo, más reacción y por eso el gol del triunfo se celebró como un regreso desde la ultratumba.

El Valencia había entrado bien al partido, pero el penalti señalado, que no cometido, a Navarro lo sacó durante un buen rato. La historia se repite en las últimas salidas ligueras, lo cual es doblemente preocupante primero por la epidemia de errores arbitrales sufridos y, segundo, porque eso supone una losa tremenda que un equipo más hecho debería saber llevar con más empaque. Tras ponerse por debajo, a los chés no se les vio en los siguientes 20 minutos de encuentro y ahí la Real pudo haber abrochado su victoria y a otra cosa antes del descanso. Pero no lo hizo, pues tampoco tuvo más argumentos que machacar el costado de Mathieu, igual de despistado fuera del campo que dentro de él.

En ese tramo se echó en falta a Maduro y que Mata apareciera más. Los dos de arriba eran islotes perdidos pues ayer, de golpe, se renunció al juego directo. La consigna era evidente, tanto que se llegó al absurdo de sacar en corto cuando los centrales estaban presionados y les robaban en zona peligrosa. Esos bandazos a estas alturas de temporada desconciertan. Pero como dijo Arrigo Sacchi, cuanto más cerca estás del caos más cerca estás de la solución y en la última acción del primer acto, de violento disparo, el marcador volvió a la igualdad con un zurdazo salvador del Tino Costa.

Superado media hora.
Para complicar más la cosa, César y Navarro se fueron lesionados y el Valencia completó una pobre primera media hora de la segunda parte. Otra vez Prieto castigó a Mathieu y Bruno tampoco mejoraba prestaciones en el otro costado, pero la Real no era capaz de asaltar la fortaleza de Guaita y lo pagó. Coincidiendo con la entrada de Vicente, los chés se dieron cuenta de que podían aspirar a más y fueron a por la victoria, echando mano de una fe inquebrantable a la que ayudó Bravo con su regalo, sí, pero había que creer en él como creyó Aduriz.



Fuente: AS (www.as.com)