El chip había sido infectado con un código que cuando era leído por los sensores del laboratorio de Gasson (a través de señales de frecuencia) se insertaba en la base de datos del ordenador que determina quien entra al laboratorio, gobernando así, las tarjetas de acceso a la universidad.
El experimento, obviamente intencional, tenía el objetivo de demostrar cuan fácil es para un chip de radio frecuencia (RFID), como aquellos utilizados para rastrear animales, pueden almacenar y desperdigar virus informáticos.
De este modo, también se demostró que los implantes biónicos, como los marcapasos, cada vez más sofisticados y similares a un pequeño ordenador, deben tener en cuenta estas normas de seguridad informática para operar, ya que de ellos depende la salud de mucha gente.
Pero hay más aún. Gasson sostiene que en los años venideros, los implantes de estos “hardwares” no solo serán para aquellos con ciertas condiciones médicas, sino también servirán para estimular nuestra memoria e inteligencia, algo similar a las cirugías estéticas actuales. Por ello mismo deberíamos tratar estos pequeños ordenadores con las mismas precauciones antivíricas con las que tratamos a nuestros ordenadores de mesa. (QUO)
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