Hacia tiempo que quería escribir algo sobre Miguel de Unamuno. Este escritor vasco fue miembro de la Generación del 98, cuya mayor preocupación era la regeneración de España para que volviera a ser una potencia mundial de primera fila, y uno de los más prolíficos e importantes de nuestra Historia.
Podría centrarme en muchas cosas acerca de él, pero en esta entrada básicamente voy a analizar su relación con Jose Antonio Primo de Rivera y Falange Española.
Para empezar, Unamuno había sido miembro del PSOE, que abandonó en 1897 en medio de una depresión personal (como se ve, en aquel entonces también era malo para la salud ser socialista). Además, había tenido roces y conflictos personales con Sabino Arana (inventor de las teorías nacionalistas vascas y del termino Euskadi o País Vasco) y Miguel Primo de Rivera (el padre de Jose Antonio, que dirigió un régimen militar antes de la proclamación de la II Republica al que se opuso Unamuno). Esas peleas de Unamuno con personajes históricos no acabarían, ya que en el 36 se produjo la famosa discusión entre el escritor y Millán Astray, el fundador de la Legión.
En 1931 fue miembro de las listas electorales de la conjunción republicano-socialista, y anteriormente, había estado exiliado de España por su oposición al régimen de Miguel Primo de Rivera.
El 14 de Abril de 1931 fue uno de los más firmes apoyos del recién nacido gobierno republicano, actitud que fue cambiando tras ver la actitud de la política en ciertos temas, especialmente en la cuestión religiosa. Unamuno llegó a preguntar irónicamente que con que pensarían sustituir el crucifijo en los centros de enseñanza, si con la hoz y el martillo comunistas o el compás y la escuadra masónicos.
Como todo hombre de su tiempo interesado en la política, Unamuno no estaba al margen de los movimientos políticos surgidos en Europa que recién la calificación de “fascistas”. Y los “fascistas” (que en España se llamaban nacionalsindicalistas y tenían características diferentes a las del resto) tampoco estaban al margen de Unamuno.
Ramiro Ledesma, ideólogo del nacionalsindicalismo y fundador de las JONS, escribió su admiración hacia él en varias ocasiones en su periódico “La conquista del Estado”, además de dedicarle “El sello de la muerte”, una novela que escribió con 18 años.
Y la otra facción del nacionalsindicalismo, los falangistas, también expresaron públicamente su admiración hacia su obra y sus sentimientos patrióticos y católicos.
El 10 de Febrero de 1933, Unamuno se reunió con Jose Antonio, Bravo y Sánchez Mazas (con quien estaba relacionado genealógicamente) para charlar antes de un mitin.
La conversación no tiene desperdicio.
Unamuno les dijo que seguía atentamente su trabajo, considerándose en cierta manera su precursor y un superviviente debido a la idiotez de la juventud. Arremetió contra los separatismos, acusando de “poco inteligentes” a Sabino Arana y Maciá, y haciendo hincapié en que lo más importante era la dignidad humana por encima de todo.
Volvió a hacer hincapié en que muchos jóvenes no sabían lo que querían, y que debían de tener cuidado en este asunto por que en Falange tenían a jóvenes de las mismas características. También nombró la mala relación que había tenido con Miguel Primo de Rivera, justificando que hizo lo que él creía mejor para España.
A esto, Jose Antonio le respondió diciendo que había querido conocerle por que admiraba su obra literaria y su pasión por España, que su generación era conmovida por la lucha de Unamuno contra los separatistas, que la base de Falange era la dignidad del individuo sin que esta alterara la de los demás, de la necesidad de una fe indestructible en España y el español, de cómo Falange había llegado al patriotismo por el camino de la critica, y por ultimo, Jose Antonio dejaba claro que los falangistas no eran unos reaccionarios.
Por ultimo, destacar la intervención de Bravo, diciéndole que ellos son sus discípulos y que habían aprendido a sentir a España apasionadamente.
Como se puede ver, Jose Antonio dejó muy claro que los falangistas respetaban la dignidad de las personas y que no eran un movimiento reaccionario. A comienzos del XXI, muchos otros piensan lo contrario.
El 28 de Febrero de 1934, Jose Antonio era diputado y pronunció un discurso en el Parlamente sobre el “problema vasco”, en el que apareció el nombre de Unamuno.
Jose Antonio le dijo claramente a Aguirre, líder del PNV, que las mejores mentes que tenían los vascos eran profundamente españolas, y que dichas mentes eran Ramiro de Maeztu y Miguel de Unamuno, mientras que al mismo tiempo le reprochaba que los más firmes defensores del Estatuto de Autonomía vasco fueran un equipo de futbol.
Para terminar, Jose Antonio y Unamuno murieron en el mismo año: 1936.
Tras el Alzamiento Nacional, Unamuno apoyó a los sublevados por que veía la única posibilidad de salvación de las raíces católicas e hispanas de la Patria. Al igual que le sucedió al filosofo José Ortega y Gasset, pasó de un apoyo explicito a una actitud desencantada con la política (y los políticos) de la II República, pensando que los militares podrían solucionar la situación de crisis. El mundo de la cultura, donde predomina la izquierda, se volvió contra él cuando mostró públicamente su apoyo en un comunicado al resto de intelectuales de la época, tanto españoles como extranjeros.
El incidente con Millán Astray en la Universidad de Salamanca le condenó a vivir en prisión domiciliaria hasta finales del 36, cuando falleció en su hogar.
A esas alturas, Jose Antonio ya había sido “juzgado” y asesinado por el bando republicano en Alicante el 20 de Noviembre de 1936.
Al igual que quizá le hubiera podido pasar al propio Jose Antonio de haber estado en la zona nacional, Unamuno acabó descontento debido a las actitudes de muchos militares y civiles respecto a la guerra. Pienso que se sintió muy mal por apoyar a individuos que en realidad afirmaban defender la hispanidad y el catolicismo cuando defendían sus posesiones (esto va dirigido a la derecha, CEDA y parte del Bloque Nacional, no a los falangistas “camisas viejas”, carlistas y militares que sentían de verdad la lucha como un sacrificio por sus ideales).
Quizá Unamuno fuera demasiado pacifista. O puede que tampoco terminara de aceptar que los hombres somos racionales e irracionales a la vez, lo que nos lleva a matarnos aunque seamos hermanos. De lo que si que estoy seguro que influyó en gran cantidad a los patriotas españoles de su época y podría seguir haciéndolo. Al igual que él afirmaba sentirse influido por los sucesos del XIX, yo me veo afectado por los del XX.
Y estoy seguro de una cosa: si Unamuno hubiera sido más joven, habría sido falangista.
Por que ser falangista no es ser un violento irracional. Para mí, ser falangista (o nacionalsindicalista, el caso es que se sepa a que me refiero) es ser una persona con cultura, fe, ideales y que respete la dignidad del hombre. Es ser alguien que sepa en que momento se debe usar la palabra, el puño o la pistola.
miércoles, 26 de mayo de 2010
Unamuno y Jose Antonio.
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