Cristeros: los cruzados de la conciencia. - La Nación Digital

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lunes, 22 de noviembre de 2010

Cristeros: los cruzados de la conciencia.

En 2011 podremos ver Cristiada, la película más cara del cine mexicano. Bajo la dirección de Dean Wright, actúan Andy García, Eva Longoria, Peter O’Toole y Eduardo Verástegui, en el papel de José Anacleto González Flores, uno de los 13 mártires cristeros beatificados en Guadalajara hace cinco años, el 20 de noviembre de 2005.

Por su parte, Matías Meyer, hijo del historiador Jean Meyer, está rodando una película que titulará Los últimos cristeros y sobre la que el director ha querido despejar dudas ideológicas: “Se piensa que si haces una película de los cristeros, forzosamente eres de derechas, y no, la lucha de ellos fue una lucha espiritual. Son tan sólo campesinos desposeídos y a los que también les quieren quitar su libertad de culto”.

Cristeros
Cuando el francés Jean Meyer llegó a México para estudiar las sublevaciones populares conocidas como cristiadas, pensaba que los rebeldes eran ignorantes movilizados por los terratenientes y la alta jerarquía católica.

Tras entrevistar a los cristeros, Meyer cambió su visión al comprender que, para ellos, las verdades fundamentales no dependían ni siquiera de las opciones políticas de los jerarcas de la Iglesia católica.

El 1 de agosto de 1926, como protesta por las medidas anticlericales del presidente Plutarco Elías Calles, los obispos suspendieron el culto en todo México. La gente se organizó para proteger las iglesias y rezar en ellas. Cuando el Gobierno mandó a sus tropas para impedirlo, comenzó la rebelión.

La jerarquía católica no intervino en los alzamientos, pero los consideró legítimos. Permitió que los cristeros tuvieran capellanes. Insistió en la necesidad de negociar, distinguiendo entre la legitimidad del Gobierno, y la injusticia de las leyes que negaban sus derechos a los católicos.

Los Arreglos
Calles no negoció hasta que, a pesar del apoyo norteamericano, vio la guerra perdida. Los cristeros habían tenido 30.000 bajas mortales, frente a 60.000 del Gobierno. Los soldados federales desertaban por decenas de miles cada año, y los cristeros se mantenían.

Los Arreglos de 1929 fueron un engaño: los cristeros, a quienes se prometió amnistía, fueron asesinados en número de 5.500. La nueva persecución y, desde 1934, la “educación socialista” proclamada por Calles los echaron de nuevo al monte.

En la segunda cristiada, los rebeldes apenas pasaban de 7.500. Su lucha era desesperada, y esta vez la jerarquía católica los excomulgó. Pero se produjo el milagro: el presidente Cárdenas suspendió en 1938 las medidas anticlericales.

Sinarquismo
Por respeto a la autoridad, y porque no hay guerra justa si las posibilidades de victoria son nulas, los obispos mexicanos se negaron a colaborar con la segunda cristiada. Pero, incluso en esas circunstancias, al único sacerdote que se unió a los cristeros, el padre José Buenaventura Montoya, su obispo le dijo que hiciera lo que su conciencia le mandara.

La consecuencia negativa de las guerras cristeras ha sido, en México, la tendencia a luchar contra el Gobierno por medio de sociedades secretas. No se imitaba de los cristeros su respeto a la voz de la conciencia, sino sólo su rebeldía. Y con medios ilícitos.

Hubo quien terminó por usar la religión como ariete político. Esta herencia la recogió el sinarquismo, movimiento corporativista anticomunista. Su ocultismo lo aleja del espíritu cristero.



Fuente: La Gaceta (www.intereconomia.com)

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