Anoche fue un día histórico e inolvidable. España jugaba la final del Mundial, y todos confiábamos en la victoria, especialmente el que escribe estas líneas, que estaba deseando meterse en una fuente tras dos años de sequía de títulos del Real Madrid.
A pocos metros del Alcazar de Toledo, vi a unos jugadores españoles sufrir el juego sucio de los holandeses. Especialmente criminal fue la patada que de Jong propinó a Xabi Alonso en el pecho, una acción que debió haber supuesta la roja directa y una suspensión de unos cuantos partidos para el responsable.
El partido transcurría, y Cesc y Villa fallaban ocasiones clarísimas de gol. Acojonado ante la perspectiva de jugarnos el campeonato en la tanda de penaltis, apenas pude reaccionar al milagroso gol de Andrés Iniesta. Solo recuerdo que un amigo mío me levantó de la silla, con la consecuencia de que el enganche del reloj se me puso del revés. Para que no se me perdiera, tuve que guardarlo en la cartera. Pero daba igual, España había ganado y sentenciado el partido.
Los últimos minutos los pasé gritando por lo que sucedía en el partido y tratando de arreglar el reloj. Por fin pitó el árbitro el final. Una sensación eufórica nos invadió a todos los presentes del bar, que coreaban los gritos que lanzaba un servidor. Tan emocionados estábamos que, cuando nos agarramos unos a otros para botar juntos, el mismo amigo que me había roto el reloj me presionó demasiado el hombro, con la consecuencia de que el crucifijo regalado por mi madre el día de mi cumpleaños se me rompió. También tuve que meterlo en la cartera, que por lo abultada que iba parecía que era el hijo de Emilio Botín.
Llegaba el momento cumbre. Casillas se disponía a alzar el trofeo. Un momento histórico para nuestro fútbol. Por fin quedaban desterrados los fantasmas del pasado. España se había confirmado como una potencia mundial a nivel futbolístico.
Tras abandonar el bar, yo y mis amigos nos dirigimos a la fuente de la Reconquista, lugar de celebración de los títulos futbolísticos en la ciudad de Toledo. De camino, nos pitaron y gritamos a multitud de coches y motos, en un ambiente de gran felicidad.
En aquellos momentos eché en falta mi bandera con el Águila de San Juan, que no había podido llevar conmigo por que mis amigos, de tendencia progresista y pro-Sistema, no lo habían permitido. Con frecuencia me repiten que, un día, un tipo les dijo: “hacerme caso: no os caséis”. Yo os daré otro consejo: “hacerme caso: los amigos progresistas son un coñazo”. Pero, en fin, la amistad no es perfecta y los amigos suelen ser muchas veces escollos en los objetivos personales de un individuo.
De camino a la fuente de la Reconquista, encontrábamos a multitud de personas con banderas y pitando con los coches (a los que, por cierto, respondí levantando el brazo derecho). “Como mola el patriotismo futbolero”, pensaba yo irónicamente, “me gustaría saber cuantos de estos se tomarían las mismas molestias en defender la Unidad de España intentando hacer entrar en razón a la gente de que el Estatuto catalán es algo detestable”.
La fuente de la Reconquista estaba a rebosar por las multitudes. Y yo muy decidido a bañarme en ella. Antes de entrar, dejé mis pertenencias personales (móvil y cartera) al cuidado de un amigo (después de que no me dejaran expresarme libremente con la bandera, es lo menos que podía hacer). Lo primero que vi al entrar en la fuente fue que el agua era de color grisácea. Procurando no fijarme mucho en eso, me acerqué al centro de la misma, donde la gente cantaba y se dedicaba a mojar de agua a los demás. Allí al lado estaban algunos camaradas ideológicos a los que no tengo el gusto de conocer a nivel personal, un chaval que llevaba una bandera bicolor con el águila bicéfala y otro con una bandera blanca con el mismo símbolo (la bandera del Imperio Hispánico), al que en una ocasión le dije que me gustaba su bandera, respondiéndome que “era la que teníamos cuando conquistamos Holanda”. Se puede ver que el chaval ya lo tenía todo muy bien preparado.
En ningún momento me identifiqué como camarada, en primer lugar, por que no le conocía personalmente y se marchó a otra parte de la fuente, y en segundo, por que se hubiera pensado que le tomaba el pelo o que era algún “niño pijo” que se creía falangista o algo por el estilo.
Desde la fuente, se podía ver entre las cabezas el humo de una bengala rojiza encendida en la rotonda donde estábamos ubicados y los cohetes que estaban tirando en la ciudad.
El caso es que después de estar un buen rato en el agua, mis amigos progresistas volvieron a hacer de las suyas, diciendo que había que irse de allí para marchar hacia la zona de fiestas de Toledo en verano (las terrazas de Safont, en el recinto ferial de la Peraleda). Mientras recuperaba mis posesiones iba lamentando mi mala suerte, por que el baño de la fuente fue de lo mejor de la noche junto con el gol de Iniesta y Casillas levantando el trofeo.
Del resto de la noche queda poco que contar. Estuvimos un buen rato esperando para comprar bebida y ya se me fue el buen humor y las ganas de disfrutar de la noche, y hoy he acabado regresando a casa sobre las 8 de la mañana. Me he levantado sobre las 2 de la tarde, y tras terminar de comer, me he conectado para ver la repercusión del éxito mundialista y mirar los cambios en los blogs y paginas de los que soy seguidor, para acto después, ponerme a escribir estas líneas.
Se que echaré de menos para siempre el momento del baño en la fuente. Un Mundial o un titulo de selecciones son momentos que se viven pocas veces en la vida (al menos los españoles). Y en ese lugar ya he celebrado una Eurocopa y un Mundial, separados por dos años en los que mi vida ha cambiado mucho a nivel ideológico y personal.
Se que ahora me toca volver a la vida real. Ahora ya no soy un individuo anónimo que salta al lado de los pro-Sistema celebrando un título de fútbol, sino que vuelvo a ser el “facha de mierda” que lleva una “bandera franquista” como chapa en la cartera y unos símbolos falangistas como fondo de móvil.
Ya se acabaron los días del patriotismo futbolero.
lunes, 12 de julio de 2010
Crónica de una jornada memorable en Toledo.
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