El Cristo de la Calavera. - La Nación Digital

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sábado, 17 de julio de 2010

El Cristo de la Calavera.

Esta leyenda fue escrita por Gustavo Adolfo Becquer.
Antes de que los castellanos partieran hacia la guerra para continuar la Reconquista, el Rey ofreció una espectacular cena en el Alcazar de Toledo, a la que asistieron Alonso de Carrillo y Lope de Sandoval, naturales de la ciudad y amigos de la infancia, y la bella Inés de Tordesillas, a quien ambos jóvenes trataron de cortejar durante toda la velada. Sin embargo, llegó un momento en que Inés de Tordesillas no aguantaba más y decidió marcharse, a la vez que los dos amigos estaban muy enfadados y enfrentados el uno al otro. Al levantarse, uno de los guantes de la dama cayó al suelo, siendo recogido por Alonso y Lope a la vez. Ante la posibilidad de que comenzaran a pelearse por ver quien era el afortunado que entregaba la prenda a su legítima propietaria, intervino el Rey, a quienes los jóvenes entregaron el guante.
Al terminar la cena, Alonso y Lope se citaron para batirse en duelo por Inés de Tordesillas. Se encontraron en la plaza de Zocodover para después perderse por los oscuros y estrechos callejones.
Tras un largo rato buscando un lugar con la suficiente visibilidad para batirse en duelo, encontraron en una calle un hueco donde había un Cristo con un farol y una calavera a los pies. Antes de comenzar la lucha, saludaron al crucifijo y rezaron una oración.
Pero cuando comenzaron el duelo, las luces se fueron. Los jóvenes apartaron los aceros y volvió a encenderse el farol. Lo achacaron al viento.
Sin embargo, a la segunda vez que intentaron comenzar el duelo, sucedió lo mismo, esta vez achacándolo a la encargada del farol.
A la tercera vez que comenzaron el duelo, volvió a hacerse la oscuridad y oyeron una voz sobrehumana que les hizo asustarse y dejar caer las espadas al suelo. Los dos amigos se abrazaron, y según decía Lope, era una señal del Cielo de que no debían matarse.
Tras este suceso, los dos amigos acordaron visitar a Inés de Tordesillas para que eligiera a cual de los dos prefería. Marcharon hacia la zona de la Catedral, donde ella vivía, y se sorprendieron al ver a un hombre descender por el balcón de la dama. Esto provocó una sonora carcajada de los dos jóvenes, aliviados de no haber cometido un error del que podían haberse arrepentido.
Al día siguiente desfilaron las tropas que iban a luchar contra los musulmanes, como acto de despedida. Junto a la Reina se encontraban las principales damas de la ciudad, entre ellas Inés de Tordesillas, que notaba como todas las miradas que le dirigían eran de burla y no de deseo, lo que la avergonzó muchísimo.

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