Identidad nacional y fútbol. - La Nación Digital

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jueves, 8 de julio de 2010

Identidad nacional y fútbol.

Ayer fue un día histórico para nuestro fútbol. España eliminaba a Alemania en su primer partido en semifinales en toda la Historia de la Copa del Mundo y nos clasificábamos también por primera vez para una final gracias a un espectacular gol de Puyol, que dolorosamente me recordaba al anotado por el mismo jugador el día que el Barcelona ganó por 6 goles a 2 en el Bernabeu.. Ante todo, hay que decir que fue el mejor partido de la Selección (que es el verdadero nombre de nuestro combinado, no “La Roja”) en todo lo que llevamos de Mundial, lo que permite que haya esperanza de cara a la final del domingo contra los holandeses.
Pero el objetivo de esta entrada no es elogiar el juego de España ni profetizar el levantamiento del trofeo por parte de Iker Casillas el próximo domingo.
No se si alguien se fijaría en los alemanes cuando sonaba su himno. Yo si. Observé que mientras la mayoría de los rubios germanos entonaban su himno nacional, había unos jugadores que callaban al igual que los españoles, con la diferencia de que nosotros no tenemos letra (hace muchos años alguien dijo que hacía apología del régimen de Franco y que debía de ser retirada).
Los jugadores de la selección alemana que no cantaban el himno nacional eran Boateng, Khedira, Ozil, Podolski y Klose. “Curiosamente”, se trataba de jugadores cuya ascendencia no es alemana, sino polaca (como es el caso de Podolski y Klose), turca (Ozil, una de las sensaciones de este Mundial), tunecino (Khedira, que ha sonado incluso para el Real Madrid) y ghanesa (Boateng, que ha fichado recientemente por el Manchester City). Por otra parte, es comprensible que no entonen un himno nacional que no consideran como suyo, pero lo más honrado para toda esa afición alemana que se gasta tanto dinero en apoyarles y comprar sus productos sería que dichos jugadores no participaran con su selección. Este tipo de casos es el mayor ejemplo de a lo que ha llegado el futbol profesional y comercial: no importa lo que sientas o lo que seas, mientras se pague bien se juega donde manden. Eso explica que jugadores como Piqué, que en numerosas ocasiones ha lucido símbolos separatistas catalanes, juegue con la Selección Nacional.
Como se puede ver, los problemas de identidad nacional están llegando también al fútbol. Y al igual que en la vida real, donde desde la prensa progresista han alabado las políticas multirraciales y multiculturales, los periodistas deportivos no se han quedado cortos, poniendo su empeño en mostrar al mundo entero lo bien que juega la “nueva, joven y multirracial Alemania”. Y poniendo énfasis en el término multirracial. Me gustaría saber si hace años, durante las décadas de los 80 y los 90, cuando Alemania era la mejor selección europea (contaba con jugadores como Lothar Matthaus, Jurgen Klissmann, Berti Vogts y Karl Heinz Rummenigge, que están en la lista de los que más han vestido la elástica germana) y era habitual verla en las eliminatorias decisivas y finales de los torneos internacionales, tenían a tanta prensa a su favor como ahora. Aunque lo que creo es que entonces se les acusaba de ganar imponiendo un estilo físico y competitivo.
De momento, Alemania tiene solo a 11 extranjeros. Pero por ahí empieza la decadencia futbolística de una selección.. Recordemos a la Francia campeona del Mundo en 1998. Solo tenía a 8 jugadores franceses de raza blanca y de ascendencia gala. Y en un principio les salió bien la apuesta. El equipo mercenario les hizo campeones en el Mundial que organizaron. Pero desde ese momento, el fútbol galo ha ido acumulando fracaso tras fracaso, dos Mundiales (2002 y 2010) y dos Eurocopas (2004 y 2008), con el único paréntesis de la final de Alemania 2006, a la que Francia llegó contra todo pronóstico, perdiendo con Italia en la tanda de penaltis.
Pero lo de Sudáfrica ha sido la gota que colmó el vaso. Los negros y los musulmanes se hicieron con el mando del vestuario, desacreditando y eliminando la autoridad de un seleccionador ya de por si muy discutido como era Raymond Domenech, quien por cierto, es descendiente de españoles exiliados, concretamente catalanes. Así que no debería sorprendernos el hecho de que un descendiente de independentistas catalanes (¿por qué iban a huir sus padres de España, si no?) fuera incapaz de inculcar orgullo nacional a unos jugadores cuando ni él lo tenía.
Francia ha cambiado de seleccionador. Laurent Blanc ha asumido el mando, y de él se espera que, al ser uno de los pocos franceses verdaderos de los últimos años, haga una buena limpieza en el vestuario y vuelva a colocar a Francia en el nivel futbolístico que le corresponde.
Y es que, por mucho que se diga lo contrario, esos negros nacidos en Francia no son franceses, por mucho que lleven allí tres generaciones. Nacer en un país no te hacer ser de esa nación. Para serlo, hay que tener unos lazos culturales y genealógicos que lo hagan posible. Y lo mismo sucede con los musulmanes, que ya tienen entre los suyos a la estrella de Francia, Frank Ribery.
Y Alemania, en caso de seguir en la misma línea, acabará igual. Tras el fiasco de la Eurocopa de Portugal 2004, donde Alemania fue eliminada en la fase de grupos, se inició una política nueva en la selección, culminando en la semifinal de Alemania 2006 (Mundial) y la final de Austria y Viena 2008 (Eurocopa). Pero esa política se ha descarriado incluyendo a casi medio equipo no germano.
Se puede entender que una selección cuente con algún jugador nacionalizado dependiendo de las circunstancias. Por ejemplo, en España fueron internacionales Alfredo di Stefano y Ladislao Kubala.
Di Stefano era argentino, una nación culturalmente hispana, y es una leyenda del fútbol español. Además, en la década de los 50 un jugador podía jugar con una selección nacional diferente si pasaba tres años sin disputar un encuentro con la anterior. El mejor ejemplo es el anteriormente citado Kubala, que jugó con Checoslovaquia, Hungría y España, a donde llegó como exiliado político huyendo del comunismo. Antes de jugar en España, había jugado en las selecciones de los países de origen de sus padres.
España en la última Eurocopa jugó con un extranjero nacionalizado: Marcos Senna. Fue titular y contribuyó enormemente a la consecución del trofeo. Pero era muy exasperante y hasta ofensiva su actitud impasible ante la entonación del himno nacional de España y en la celebración del título, donde lució una bandera amarilla del Villarreal.
Pese al buen rendimiento de Senna, ¿no hubiera sido más honrada la participación de Xabi Alonso, entonces suplente, o de otro jugador español?.
Sin embargo, temo que Senna no sea el último extranjero en jugar con la Selección. En España cada día nacen más extranjeros, a quienes se les concede la nacionalidad española, lo que les permitirá ejercer como ciudadanos de pleno derecho y jugar con nuestro combinado nacional. Por lo tanto, no descartemos una futura España representada en el campo de la misma manera que Francia o Alemania.

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