Asombro de asombros, asombro entre recuerdos: París se rinde ante el mejor de la tierra. En 1940, París se rindió ante el zorro Erwin Rommel, en el huracán de la Guerra Relámpago. Y en 2010, París se rinde a un ciclón, Rafael Nadal Parera: en el Bosque de Bolonia. Es el mismo París que en 2009 despidió de la Pista Philippe Chatrier al mismo Nadal: entre broncas y desprecio. "Aquel día me fui muy hundido de aquí", recuerda Nadal.
Aquel día, el 31 de mayo de 2009, Rafa Nadal se sumergió en un pozo de dolor, apaleado por los batazos de Robin Soderling y los silbidos del buen pueblo de París. "Una derrota como esa jamás se le olvida a un jugador de tenis. Y menos, a uno como Nadal. Si Rafa dijo que no había intención de revancha, es que alguien le ha dicho que sea diplomático", anticipaba Mark Woodforde, la leyenda australiana de los dobles. Woodforde no se equivoca mucho: pronosticó la victoria de Nadal en tres sets cuando, entre tormentas, casi todo el mundo temía a Soderling.
Y del pozo de los recuerdos dolorosos emergió en la Chatrier una furia ganadora, un tsunami de tenis que atacó el revés y la moral de Soderling desde el primer golpe. Volvía Soderling. Volvía en Roland Garros. Y Nadal martirizó al pegador Soderling. Nadal desquició al glacial tallo sueco con un asalto sostenido desde que el árbitro, Cedric Mourier, dio la orden de jugar. Fuera de zona, poco móvil, Soderling se vio tan asombrado como el gentío parisino. Por momentos, Nadal le aventajaba incluso en aces (acabaron igualados 7-7 en saques directos). Nadal salió de estampida: 4-2. Nadal incendió la cubierta de Soderling: bola para 5-2, primer set en 6-4. Y
Y la puntilla. El Juego. Con mayúsculas. Segundo juego, segundo set. Nadal ha roto de salida el servicio de Soderling (que subió hasta 229 km/h). 1-0. Nadal sirve de vuelta y, a la desesperada, Soderling amenaza con cuatro bolas de break. En una, la definitiva, Nadal recibe tres embestidas pavorosas, Nadal devuelve con metralla las tres bombas planas de Soderling y sentencia en la red con una volea digna del mejor McEnroe. No era posible. Fue cierto. Fue salvaje. Soderling se giró hacia su entrenador, Magnus Norman, y en su cara de abeto lapón se leía la derrota. Nadal selló el 2-0. Remató el set en 6-2. Ya sólo quedaba ver cómo la proa reventada del Titanic Soderling ponía rumbo a la panza del océano rojo de la Chatrier. Tercer set, 6-4. Y cuando el último desquiciado revés de Soderling se estrelló en la red, Nadal recuperaba Roland Garros y el número uno del mundo. Y, entre las lágrimas, el "¡oooh!"de la aturdida Chatrier valía por cien dulces venganzas
Imbatido.
Nadal, campeón olímpico, cinco veces campeón de Roland Garros, campeón de Wimbledon y Australia, vuelve a ser el número uno. Veintidós victorias en tierra batida en 2010, con 51 sets ganados y dos perdidos. ¿Qué es esto? ¿Dulce venganza? En la Guerra Relámpago del Bosque de Bolonia, Nadal aplasta a Soderling y hace prisioneros a quienes le abroncaban hace un año. Además, aparta a Federer del número uno del mundo y de otro gran sueño del suizo: el récord de semanas como número uno de Pete Sampras (286). Qué crueldad para Federer: el día 14 hubiera batido ese récord. Ahora, Nadal se garantiza el número uno, como mínimo, hasta después de Wimbledon. Y al final, se despidió en francés: "Merci beaucoup". Muchas gracias. La hierba, Queen's y el All England aguardan al número uno: Rafael Nadal.
(as.com)
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