Actualmente dicho edificio no existe por su destrucción durante la Guerra Civil; ahora, en su lugar, se encuentra el Templo de Debod y un parque. Antes de llegar al monumento, en las escaleras que suben al parque, todavía se mantiene un monumento en homenaje a los caídos por Dios y por España en el Cuartel de la Montaña (supongo que hasta el día en que los sectarios de la “memoria histórica” decidan acabar con él).
Curiosamente, a la misma hora en que se celebraba el acto había un concierto de un grupo de percusión africano (se admiten teorías acerca de las causas que pudieron originar esta “coincidencia”). Dicha música estuvo sonando de fondo durante todo el acto; sin embargo, no impidió escuchar las intervenciones de quienes hablaron a los presentes allí.
Otra “casualidad” que observé fue el hecho de que hubiera excrementos de caballo cerca de los escalones donde los falangistas asistentes iban a empezar a congregarse.
¿Por qué sé que eran excrementos de caballo?. Porque ante las aglomeraciones de gente, como los partidos del Real Madrid en el Santiago Bernabeu, los miembros de la Policía Nacional encargados de que no haya incidentes suelen darse paseos por la zona montados sobre los equinos, ya que les permite manejarse mejor en caso de tener que avanzar entre la gente y, a la hora de dar golpes con la porra, disponen de la ventaja de la altura.
La diferencia respecto a los partidos de fútbol era que en un acto falangista el ayuntamiento de Madrid no se iba a preocupar de poner detrás de los policías montados a unos barrenderos que fueran quitando las heces que los animales dejaban a su paso.
También recuerdo el hecho de que algún que otro perroflauta que iba en dirección al concierto pasó por en medio del acto falangista con la cabeza gacha y a paso veloz. Imagino que no esperaban toparse con un homenaje a los caídos por Dios y por España cuando iban a un concierto de percusión africana. Pero que nadie se preocupe por ellos, que con los porros que consumirían un rato después ya se les pasaría el disgusto de haber tenido que ver a los falangistas.
Anécdotas del acto podría contar varias. Me quedaré con el hecho de que una señora mayor andaba repartiendo calendarios de bolsillo del Movimiento Católico Español, con el Águila de San Juan y las letras del himno nacional de España, el “Oriamendi” (himno carlista) y el “Cara al Sol”, no sin antes preguntar si apoyábamos el acto a los que estábamos por la zona; y también recuerdo a otro señor mayor que dirigiéndose a mí como camarada me comentaba que ya estábamos otro año allí, diciéndole yo que era el primero que iba a lo del Cuartel de la Montaña, a lo que me respondió: “Pues ya estás apuntado para el año que viene”.
También conocí de vista a Jesús Fernández, quién hace unos meses llevó a cabo una huelga de hambre por la prioridad nacional de los españoles a la hora de acceder a un empleo.
Tras depositarse las flores en el monumento (donde se colocaron también una bandera española y otra de la Falange), se leyó la “Oración por los caídos de la Falange” (escrita por Rafael Sánchez Mazas) y los oradores se dirigieron a los asistentes recordándonos la valentía de los falangistas asesinados en el Cuartel de la Montaña y advirtiéndonos de que quizá el año que viene no podríamos estar allí de nuevo.
Quizá el mejor momento fue cuando se dijo que “nuestras voces se alzarían por encima de aquella música ruidosa que únicamente idiotizaba a la juventud” para cantar el “Cara al Sol”.
Después de que los allí congregados cantáramos al unísono el himno de la Falange, con la diestra aún en alto clamamos porque los caídos del Cuartel de la Montaña, por Dios, por España y la Revolución Nacional Sindicalista aún sigan estando presentes y porque España sea Una, Grande y Libre.
Ese espectacular momento está grabado de principio a fin en este video realizado por Jesús Fernández.
Una vez finalizó el acto, los allí presentes nos marchamos con la incertidumbre de cuantos más se podrán llevar a cabo de aquí a dentro de unos años.
Observé que, durante el transcurso del acto, varias personas se paraban a mirar tanto desde la parte de arriba del monumento como desde la parte de abajo. Pero es la historia de siempre; la gente mira lo que se hace y se dice, a lo mejor espera hasta el final, pero nunca termina de animarse a intentar comprender por qué razón se celebra dicho acto.
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