Racionalidad y racionalización en los sucesos históricos y manipulación de masas. - La Nación Digital

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jueves, 2 de junio de 2011

Racionalidad y racionalización en los sucesos históricos y manipulación de masas.


Racionalidad, racionalización, historia, manipulación de masas… Son temas recurrentes de Foro Identidad, temas que siempre vuelven y que siempre se mencionan en casi todos los debates, especialmente el que concierne a la manipulación. Pero también hemos hablado concretamente estos asuntos muchas veces bajo diferentes títulos. La última vez fue el 29 de mayo y el 12 de junio de 2010 bajo el título Memoria Histórica, un título que fue acompañado por dos subtítulos, uno por cada uno de los debates que se celebró. El primero rezaba así: ¿Es la historia una falsificación?; mientras que el segundo decía: Segunda República (1931-2010). Fueron dos debates muy constructivos, menos no puede pedirse de Foro Identidad –en la página web están los resúmenes publicados, por si queréis leerlos. Es por lo tanto evidente que en Foro Identidad existe una clara preocupación sobre la libertad de pensamiento y todo aquello que no la hace posible: todo lo que no la hace posible va desde la libertad total hasta el autoritarismo total; ambas formas son formas de totalitarismo y es a voluntad que no hemos de cegarnos ni ser arrastrados por el totalitarismo libertario o por el totalitarismo más coercitivo.

Como siempre, para formarnos y tener unas ideas con las que trabajar para encauzar el debate, proponemos una serie de textos que pueden verse en la página web y que suelen publicarse el segundo lunes después de la última tertulia.

El primer texto ha sido extraído de la enciclopedia virtual denominada Metapedia. El texto se titula Revisionismo Histórico. Revisionismo es toda interpretación y estudio de la historia. Pero hoy en día existe una historia oficial, una historia dogmatizada con una línea muy clara: existen hechos incuestionables que no pueden estar sujetos a revisión. La Historia establecida ha sido conquistada por el dogma, en definitiva: ¿qué racionalidad puede aplicarse entonces a la historia? ¡Todo es manipulación! Si existen hechos incuestionables, inamovibles, etc., ¿qué sentido tiene la historiografía como disciplina encargada de investigar los hechos históricos? Si bien se dice que “la historia la han escrito los vencedores”, hoy esa frase adquiere una dimensión tan real que rebatirla me parecería producto de una mentalidad obnubilada: darse cuenta de eso es ser disidente. Hoy el revisionismo cuestiona esa historia oficial, esa historia basada en dogmas. Quien se salga de lo establecido por lo políticamente correcto corre el riesgo de ser marginado por los catedráticos y por la masa social, corre el riego de ser tachado de innumerables improperios; para quienes cuestionan el dogma histórico, su victoria consiste en llevar el vituperio con orgullo, como símbolo de victoria, pues la certeza sobre que el mundo está realmente lobotomizado adquiere un tinte de realidad deslumbrante.

A nosotros nos dan igual los catedráticos. Hoy ser historiador es como ser psicólogo. Si los segundos no se diferencian demasiado de los videntes que salen por la tele de madrugada, los primeros no se diferencian de un cuentacuentos, de un narrador de ficciones. Un verdadero historiador no narra la historia, sino que investiga, contrasta, hace de su trabajo una labor científica, no científica empírica, sino científica como fuente de saber que es, como disciplina que tiene un método de trabajo; tampoco somete los hechos a condena moral, pues eso no es hacer justicia a la historia, no es ceñirse a los hechos. En todo caso el verdadero historiador no debería llamarse jamás así, sino historiógrafo, pues la historia es simplemente la fuente de trabajo. El historiógrafo no hace historia, sino que la estudia, la investiga, ata cabos sueltos. Historiadores si son los falsificadores, los que han construido una historia oficial, artificial y llena de mentiras: ellos si son narradores de historias, ellos sí que hacen historias e historia oficial, muchas veces ficticia u omitida o falsificada. La fórmula es sencilla: lo que no convenga se omitirá, se deformará o se reescribirá, mientras que lo que convenga se magnificará, se superlativizará.

El segundo texto se titula “Estrategias de manipulación de masas. Hacer amar la propia servidumbre pensando que es libertad”. En dicho texto pueden leerse unas palabras de Noam Chomsky:
“La manipulación y la utilización sectaria de la información deforman la opinión pública y anulan la capacidad del ciudadano para decidir libre y responsablemente. Si la información y la propaganda resultan armas de gran eficacia en manos de regímenes totalitarios, no dejan de serlo en los sistemas democráticos; y quien domina la información, domina en cierta forma la cultura, la ideología y, por tanto, controla también en gran medida a la sociedad”
Poco que añadir a las palabras de Chomsky, matizaría su conceptualidad, pues no es la mía y aparte Chomsky no deja de ser el sistema, pero no lo haré porque no procede y alargaría este escrito bastante.

Hoy, que vivimos el totalitarismo de la libertad, nadie se cree que no es libre, ni siquiera se plantea si es libre o no de forma seria. Ese es el gran logro del totalitarismo de la modernidad. Quienes nos damos cuenta de esto somos tildados de locos, de rebeldes, de incoherentes… de todo. Sin embargo, somos seres más conscientes, más conscientes que la mayoría. ¿Por qué unos se dan cuenta y otros no? Está claro, unos podemos, con mayor o menor éxito, salirnos de los cauces de manipulación, mientras que otros son arrastrados, y ahí tiene mucho que ver la inteligencia y la naturaleza de cada individuo: no todo el mundo es capaz de tomar las riendas de su destino, al menos las riendas de su propio pensamiento. ¿Y a dónde nos está llevando toda esta manipulación de los medios? A la asunción de lo mediocre, de la decadencia, al auto-odio, a convertir a las masas en combatientes contra fantasmas como Hitler y contra otros espíritus que ya no existen. ¿No es absurdo?

El tercer texto se llama 101, que nos introduce en el texto de Orwell, 1984, con una cita muy elocuente: "Quién controla el pasado controla el futuro: quién controla el presente controla el pasado". Vitali, un poeta argentino de una sensibilidad singular, ferviente peronista, enemigo del imperialismo y amante de las cosas que hoy hacen a los hombres “malvados” y “terribles”, sostiene que la obra de Orwell, concretamente esa frase, está superada. Dice que el propio Gran Hermano crea su propia disidencia. Es el colmo de la manipulación. Sin duda, para Vitali, la disidencia no es menos libre por disentir, sino que se obliga a estar más pendiente que nadie del Gran Hermano. Por supuesto, yo no estoy deacuerdo con Vitali. Es cierto que hay una especie de disidencia que le hace el juego al sistema, pero existe otra, otra disidencia que es enemiga mortal del sistema y que vive machacaba y asediada cada día por los adalides de la libertad. Y esa disidencia no sale en la tele ni se encuentra incrustada en algunos partidos políticos minúsculos, si acaso se encuentra en uno o dos blogs. Y es que ser antisistema no se trata sólo de disentir, eso lo hace cualquiera. Y que tomen nota muchos.

Los que habéis leído 1984 recordaréis que en esa distopía existía un ministerio muy singular, denominado Miniver (Ministerio de la Verdad) que “se dedica a manipular o destruir los documentos históricos de todo tipo (incluyendo fotografías, libros y periódicos), para conseguir que las evidencias del pasado coincidan con la versión oficial de la historia, mantenida por el Estado”. Hoy no podemos saber hasta qué punto esto se ha convertido en una realidad, pero está claro que los historiadores –que no los dedicados a la historiografía- al menos hacen palimpsesto sobre la historia real, ya sea omitiendo hechos o inventando otros para luego adoctrinar con esa historia ficticia en los colegios, institutos y universidades.

Llegados aquí planteo lo siguiente: ¿qué posibilidad existe de racionalidad y racionalización en los sucesos históricos? Sólo hay lugar para la manipulación de masas y el palimpsesto.

Por último tengo que hablar de un texto sobre el eminente HEGEL, La Filosofía de la Historia. Del texto sobresale una expresión que nos viene muy bien para el debate. Dicta así: “Para Hegel la reflexión sobre la historia supone una interpretación: la imparcialidad es imposible. Hay que interpretar la historia desde la racionalidad; hay que atender a los hechos para discernir el proceso racional que se da en la historia.”

Yo, sin embargo, creo que se puede hacer una historia imparcial, es decir, justa, y que, además, se puede hacer una historia objetiva, que obviamente surgirá de la subjetividad analítica (que no emocional) del propio historiógrafo. Creo, en definitiva, que una historia imparcial y objetiva ha de alejarse de los sentimentalismos y de los intereses del poder o filias políticas, sean cuales sean. La historia es algo muy serio, una construcción humana de la que todos formamos parte. Yo no quiero que me falsifiquen, yo no quiero mentiras, no quiero demonios ni dioses en la historia, quiero que la historia de los hombres se cuente, pero alejadas de toda condena moral; pues la moral, cuando escribe historia, manipula.

Para concluir, decir que muchas veces me he imaginado en la habitación 101. Para quienes no lo sepan se trata, según la novela 1984, de un espacio de tortura donde los rebelados son sometidos a aquello que les causa más terror. Seré irónico ahora, pues de poco sirve ser serio: creo que es precisamente hoy cuando nos someten a lo que nos causa más terror, constantemente y sin fin. Orwell no vaticinó las dimensiones de esa habitación 101, no recuerdo una descripción muy concreta de metros cuadrados y demás. Sin duda esa habitación no existe, pero la realidad ha superado la ficción una vez más, pues sin duda no ha sido necesaria ninguna habitación concreta. Ese espacio de tortura es planetario, universal. Sólo ha sido necesario hacer llegar la televisión a cada casa, y dentro de cada casa poner una en cada cuarto. Todos vivimos en el espacio de tortura 101, un espacio ubicuo. ¡Cómo demonios no me había dado cuenta antes! Supongo que el sistema sabe perfectamente que en el interior de cada persona hay un “rebelado” y que por ello merece una tortura constante.

Vivir en 1984 no es nada agradable.

Gracias por escucharme.

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