El Baúl de la Historia: "Mare Nostrum, Mare Bellum I". - La Nación Digital

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miércoles, 30 de noviembre de 2011

El Baúl de la Historia: "Mare Nostrum, Mare Bellum I".

«Vuestra Majestad debe mandar se den por todas partes infinitas gracias a nuestro Señor por la victoria tan grande y señalada que ha sido servido conceder en su armada, y porque V.M. la entienda toda como ha pasado, demás de la relación que con esta va, embio también a D.Lope de Figueroa para que como persona que sirvió y se halló en esta galera, de manera que es justo V.M. le mande hacer merced, signifique las particularidades que V.M. holgare entender; a él me remito por no cansar con una misma lectura tantas veces a V.M.»
Encabezamiento de la primera carta de D.Juan de Austria a Felipe II después de la batalla de Lepanto.


Febrero de 1571. La República de Venecia, ya sin el preciado monopolio comercial que les brindaba la “ruta de la seda” (Los otomanos habían tomado hace algún tiempo Constantinopla y los portugueses rodeaban África para llegar al lejano Oriente), y con sus posesiones en el Mediterráneo oriental plenamente amenazadas por piratas y por los pripios turcos, pone en marcha su maquinaria diplomática. El Santo Padre Pio V firma una alianza con la república del norte de Italia y convence al monarca español Felipe II para que tembién lo haga. Los tres estados firman una alianza válida para 3 años con el objetivo de frenar la expansión otomana en suelo cristiano, y de paso eliminar almenaza comercial y territorial que suponen éstos últimos.

Felipe II, un monarca temeroso de Dios, acude a la llamada papal mandando la formación de una poderosa flota (parte de la cuál partiría más tarde integrada en “La grande y felicísima Armada”) para enfrentarse al enemigo turco. Si bien es cierto que Venecia buscaba una alianza temporal para acabar con sus amenazas más próximas, mientras que España quería una alianza naval duradera que dominase el Mediterráneo y librase a la cristiandad de piratas berberiscos y demás amenazas continuas.


Por el lado otomano, Selim II estaba decidido a continuar con la expansión territorial que le había precedido con anteriores sultanes. En vista de la formación de la alianza cristiana, hizo llamar a sus mejores almirantes y dispuso la creación de una gran armada. El enfrentamiento era claro e inminente.

En el puerto de Mesina se fueron concentrando galeras y naves procedentes de Barcelona, Valencia, Cartagena, Mallorca, Sicilia, Nápoles, Malta, Génova, Venecia, Corfú y Creta. España había enviado 90 galeras, 50 fragatas y bergantines y 24 naves de servicio, mientras que 12 galeras y 6 fragatas eran la aportación del Papa. Las naves de Venecia eran 106 galeras y galeotas, 6 galeazas y 20 fragatas. Las naves españolas estaban en buen estado y contaban con buen equipamiento de artillería, pero por el contrario muchas de las naves de la numerosa fuerza aportada por los venecianos estaba en mal estado, o bien con el casco dañado; eran en su mayoría naves destinadas al comercio que habian sido confiscadas para la guerra. El consejero naval de Don Juan de Austria, Luis de Requesens, tenís sus dudas respecto a la flota veneciana, a pesar de ser la más numerosa.


Al otro lado del Mediterráneo, las naves reunidas por los turcos sumaron 245 galeras, muchas de ellas de 28 y 30 bancos, y 70 galeotas y un gran número de fustas y otras pequeñas naves. Sin embargo, las únicas armas de fuego que poseían los turcos en su flota eran los arcabuces que portaban los temidos jenízaros otomanos. Alí Bajá o Alí Pachá, como también se le llamaba ordenó a su flota poner rumbo hacia los cristianos con viento a favor.


El 7 de Octubre de 1571 las armadas occidental y oriental se avistaron entre sí en el golfo de Lepanto, cerca de la ciudad griega de Naupacto, entre el Peloponeso y Epiro. Juan De Austria y Alí Bajá sabían que ya no había vuelta atrás, así como los hombres bajo el mando de ambos, entre los que se encontraba Don Miguel de Cervantes, que acabaría manco y hecho prisionero. El resultado de esta batalla iba a condicionar la situación geopolítica de la época para las próximas décadas, había mucho en juego...


Fernando Salazar

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