No debería acostumbrarse el Real Madrid a una inercia extraña en la que lo que sucede alrededor de los partidos merece más comentario y análisis que lo que se cuece sobre el césped. No debería acomodarse entre la polémica y el resultadismo, malos compañeros de viaje y rara vez garantía de trayectos largos. Contra el Auxerre, más allá de Pedro León y las rencillas con la prensa, queda otro ejercicio de fe para los seguidores más voluntaristas del catecismo de Mourinho: portería a cero y al menos un gol (uno más que ante Mallorca o Levante) en espera de tiempos mejores que, dice el portugués, llegarán. El calendario está lleno de hojas que le pueden dar la razón pero acumula ya unas pocas desaprovechadas. Al menos para quien no habita en el cerebro de Mourinho.
Ante el Auxerre el portugués siguió una senda que no parece antinatural en él. Renunció a Özil y Di María y se estableció en torno al eje trivote - tridente. Por delante de la defensa Xabi, Khedira y Lass. Y por delante de estos Benzema, Cristiano e Higuaín. Algo no muy distinto a lo que proponía en el Inter (aunque con Sneijder y Maicon rajando por banda), una apuesta por valores futbolísticos que le son cercanos: fútbol directo, robo y salida rápida evitando la zona natural del mediapunta (Özil), sospechoso de no colaborar en el repliegue o de arriesgarse a pérdidas peliagudas a golpe de fantasía.
Las propuestas, casi cualquiera, son opinables pero buenas o malas sólo en la práctica. Y esta ni enamoró ni funcionó. Sólo salvó los muebles. Quizá porque a un equipo aún en fase de cocción no le convienen demasiado los giros estilísticos copernicanos. Quizá porque en un campo menor de Europa y ante un contrario sin más aval que su trabajo estajanovista vale más poner más escuadra y cartabón en la creación y menos hormigón en la destrucción. Por unas cosas u otras, o por todas a la vez, el Real Madrid no carburó, y no fue fluido, no digamos vistoso. A la artritis estructural se le une la ciclotimia de algunos de los que deberían desequilibrar partidos como este. Las sensaciones se confunden y no se sabe si lo individual lastra lo colectivo o viceversa y si los goles entran con sangre por pura mala suerte o por una cuestión de justicia poética, castigo a ataques convulsos, confusos, a golpe de jirón individual. El caso es que la imagen es mala y los resultados discretos. Si en algún momento se aprieta el interruptor adecuado, se recordarán estos partidos como la dura travesía hacia el éxito. De lo contrario no habrá nada. Ni fútbol ni imagen. Sólo titulares.
Al Real Madrid le costó horrores ganar pese a que otra vez mereció ganar por acumulación pura de ocasiones y sólo por eso. En el primer tiempo Lass llegó un par de veces y la defensa sacó bajo palos un remate de Higuaín. En el segundo, Cristiano remató alto un córner y otra vez Higuaín no llegó a un servicio de Di María, cuyo alboroto por la izquierda propició finalmente un gol en el que definió bien dentro del área. El resto fue la entrada del otro Diarra y una última ocasión fallada por un Jelen que tuvo otra anterior. Ambas, sumadas a un remate de Pepe al palo de su portería y alguna ruptura de máximo peligro de Oliech por velocidad, restan lustre al trabajo defensivo del Real Madrid. Queda la eficacia, la portería a cero.
Después del 4-3-3 se pasó por el 4-3-1-2, el 4-2-3-1... pruebas para evitar las zanjas que había cavado un Auxerre defensivo, ordenado y ayudado por la obcecación del Real Madrid a jugar por el centro, por su juego en posición mascado y lento, por la falta de movilidad e ideas más allá del caótico interés de Marcelo o la brújula, a día de hoy esencial, de Xabi Alonso, durante muchos minutos la única buena noticia del equipo por toque y por velocidad de pensamiento y movilidad en el campo.
Özil entró fallón y desconectado, Khedira trabajó bien para un resultado no demasiado convincente, Lass es la clase de jugador que es y en ataque sigue la pelea con las musas. Higuaín, Benzema y Cristiano se movieron por el ataque, intercambiaron posiciones y lo intentaron, al menos los dos primeros. Pero ni Higuaín casa con la portería rival ni Cristiano culmina con acciones brillantes su constante pulular por el campo. Ambos al menos lo intentan, más de lo que se puede decir de un Benzemá tímido y lento que acumula y acumula oportunidades perdidas.
El resultado final sirve al Real Madrid para liderar su grupo. El marcador gustará a Mourinho porque el cero en su portería es un valor para él innegociable. La construcción sigue sin grandes atisbos de mejora pero sin derrotas que conviertan en dramático este período que se supone de adaptación. Porque en el presente no hay nada más, a la espera de nuevas declaraciones estruendosas. Quizá en el futuro haya victorias con más goles y, sobre todo, con más juego. De un estilo u otro, pero mejor. Y mientras la afición espera eso, el Real Madrid lucha a trompicones contra la sequía y un riesgo de hambruna que esta vez evitó Di María.
Fuente: AS (www.as.com)
martes, 28 de septiembre de 2010
Dí María salva un mal partido del Real Madrid ante el Auxerre.
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