"El socialista Eguiguren no iría a comer con Ternera si le hubiera matado a dos hijos".

Fue una madrugada de hielo y dolor. A las seis de la mañana del 11 de diciembre de 1987, un coche bomba abarrotado de 250 kilos de explosivos hizo explosión junto a la Casa Cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza. Murieron 11 personas, entre ellas seis niños. El Zuba (comité ejecutivo de ETA) que ordenó el brutal atentado estaba compuesto por Francisco Mújica Garmendia, Pakito; José María Arregui Erostarbe, Fiti, y José Antonio Urruticoechea Bengoechea, Josu Ternera.

Este último fue el principal interlocutor de ETA con el Gobierno durante el mal llamado proceso de paz. Ternera se reunía con el hoy presidente del PSE, Jesús Eguiguren, que acaba de narrar cómo comían juntos mientras tramaban la hoja de ruta de la negociación. Una revelación que ha irritado a las víctimas del ex jefe de ETA. Ahora, una de ellas narra a LA GACETA cómo se ha sentido con las declaraciones de Eguiguren.

Juan José Barrera Anguita perdió en aquel salvaje atentado a Esther y Miriam, sus dos hijas gemelas de apenas 3 años, y a su cuñado, Pedro Ángel Alcaraz Martos. “Viendo la entrevista, daba la sensación de que Eguiguren y Ternera son buenos amigos”, explica. “Esto es bochornoso, nunca he confiado en el Gobierno de Zapatero y ahora menos que nunca”, agrega.

“Lo único que faltó en la entrevista es que preguntasen a Eguiguren si iría a comer con Ternera si le hubiera matado a dos hijos... No habría ido y de ir, ¿qué hubiera llevado en el bolsillo?”, comenta entre sollozos de sufrimiento. “Hablan de nuestro dolor, pero sólo queremos justicia, porque en un Estado de derecho civilizado a Eguiguren, al que yo considero colaborador de ETA, le hubieran detenido”, añade. “¿Se imagina usted que el presidente Obama se reuniera con Bin Laden? ¿Por qué las autoridades no se sientan a negociar con los maltratadores o con los que provocan muertes en accidentes de tráfico? ¡Que hagan lo mismo con todas las víctimas!”.

Juan José, que en toda su vida sólo había hablado una vez para un medio de comunicación, se siente “muy afectado” tras ver la entrevista a Eguiguren en el programa Salvados, de La Sexta. Sintió “vergüenza, bochorno y rabia” al escuchar al presidente del PSE. “Cuando Eguiguren se entrevistó con Ternera, ¿por qué no comunicó a las autoridades el paradero de un hombre buscado por la Interpol?”.

“Este hombre jamás ha pensado en las víctimas del terrorismo, y cuando te sientas con alguien, debes pensar en las consecuencias que esa persona ha provocado en otros”, argumenta. “Ya está bien, a los terroristas hay que detenerlos, juzgarlos y, si son condenados, que cumplan sus condenas íntegras; y después, una vez cumplidas las condenas, si quieren pasarse a la política, que se pasen”.

Veintitrés años atrás, cuando los etarras demolieron la Casa Cuartel y su vida, Juan José trabajaba como agente de la Guardia Civil. Hoy sigue cumpliendo con su cometido, como el primer día, con esfuerzo y tesón, pero sin sus dos niñas, arrebatadas por los terroristas.

Rosa Alcaraz es la esposa de Juan José. También ayer rompió su silencio. En declaraciones a Libertad Digital, la hermana del presidente de Voces contra el Terrorismo, Francisco José Alcaraz, censuró la actitud de Eguiguren. “Decir que se ha reunido con Josu Ternera sabiendo que está buscado por la Justicia es vergonzoso, y el Gobierno lo sabe. Hago un llamamiento a Zapatero, que tome cartas en el asunto y destituya a este señor”, afirmó.

Sorprendentemente, el ex jefe etarra Josu Ternera no se encuentra en la lista de terroristas más buscados por las Fuerzas de Seguridad, como ya denunció este diario hace meses. Los otros dos jefes de la banda asesina en el momento del atentado referido ya fueron condenados en 2003. Igualmente, los autores materiales de esta brutalidad están entre rejas. En 2002, cuando las autoridades reclamaron a Ternera –entonces con escaño en el Parlamento vasco junto al batasuno y negociador Arnaldo Otegi– para que respondiera por el atentado, él decidió fugarse. Negoció con el Gobierno en la clandestinidad. Y ahí sigue.



Fuente: La Gaceta (www.intereconomia.com)