Como en algunas televisiones, a estas alturas el relativismo campea en La Romareda y también la exhibición de vísceras provoca grandes audiencias y júbilo popular. ¿Fútbol? Eso queda para los demás, para los que puedan permitírselo. El Zaragoza ha resuelto arrancarse el corazón y jugar al fútbol con él en la mano. La Liga debería mirar a este arrabal del campeonato porque al Sur también hay noticia. Una victoria después de 10 jornadas. El Mallorca salió de viaje avisado por Laudrup: ojo a la relajación. Quería decir el danés... ojo a solazarse en ese estado del bienestar que son 14 puntos. Cuidado con sacar la máquina de fotos para retratar la pobreza del Tercer Mundo de la Liga, con hacer panorámicas complacientes de esa Romareda donde menudean barrigas hinchadas de inanición, desorden de hambre por la victoria. Todo eso tiene su peligro, dijo Laudrup, pero sus futbolistas se dieron de manera alternativa a la excelencia del viajero y a una molicie del turista despistado. La primera versión le permitió ponerse dos veces por delante (Webó y Pereira, exquisitos); la segunda, encarnada en Nunes y Ramis, le iba a costar el triunfo en diez minutos. O en quince, con el alargue.
En el mundo avanzado, el de los fichajes y las estrellas, se va a los estadios a ver jugar al fútbol. En La Romareda no. En La Romareda, lugar atribulado, estadio ajeno a la modernidad, olvidado de la historia y del fútbol que ha visto, lo que priva es un drama humano en toda regla. Sólo hubo que ver las lágrimas del desenlace en los rostros. El llanto contaba que, aquí, un grupo de jugadores y sus jefes llevan diez semanas enterrados vivos a 700 metros de profundidad. O sea, últimos. Disculpen la analogía, pero este equipo son los once de Atacama. Juegan al fútbol igual que si trabajaran la mina, con pico y pala. Y en frecuente oscuridad. Si salieran al campo con un casco rematado en bombilla, nadie se daría a la sorpresa. Pero cómo no quererlos si son machos, si son resistentes, si son heroicos. ¿Inhábiles? También... pero la dignidad los hace dueños de cierta virtud. A este campamento esperanza están invitadas las esposas y las otras. Hipotéticas, no se alarme nadie. Se quiere decir que cabe el zaragocismo todo, el entusiasmado y el escéptico. El crítico y el adulador.
Indulto.
Los once protagonizaron frente al Mallorca un show de supervivencia, digno de la mayor extrañeza para bermellones y neutrales. Pero de entusiasmo sin fin para el zaragocismo. Frente a la incapacidad local, el equipo de Laudrup pagó su indolencia y la tarde de Nunes y Ramis, muy permisivos atrás. Si Braulio es otro delantero, los retrata. Braulio jugó un partido enorme con la pelota y otro desastroso con ella. Imposible conciliar ambas circunstancias. Eso sí, su sudor de minero sin miedo al grisú permitió rechaces que ganaron para el gol Lafita y Bertolo. Los tantos aragoneses, dos rechaces y un penalti, hacían de corolario a la agonía como estilo. También las llegadas a sangre y fuego de Jarosik en el tramo desesperado.
En la derrota, Aouate debió preguntarse muchas cosas... El Mallorca había puesto una cierta prestancia delante, pero jugó con energía alterna y sus desconexiones, colectivas e individuales, indultaron al Zaragoza. De Guzmán fue y vino, pero sin el peso de su compás. Ni atrás ni arriba. Webó se ganó el sitio, otra vez. Y Pereira. Los dos repitieron gol. Cavenaghi y Víctor miraban. También el Chori, que vio un hermoso tanto de su recambio. Lo protestó el local por fuera de juego. La frustración arbitral tenía argumento porque el partido, como las ferias antiguas, exhibió desórdenes anatómicos: manos donde debía haber pies. Webó hizo el 0-1 tras llevársela con el codo. Luego rechazó una falta en su área con el clásico braceo de protección. Paradas, tal vez la conciencia vestida de negro, alargó cuatro minutos. Y, ya cerca del quinto, Martí contuvo con los brazos un disparo de Gabi. Penalti. En esos segundos, arriba la gente dejó de respirar. Gabi fue a la pelota y la metió de rastrón calmoso al lado opuesto de Aouate. El Zaragoza, cosa increíble, había ganado. Ese tanto de Gabi era el papelito de caligrafía despareja, arrancado de la tierra, que proclamaba: "Estamos vivos".
El detalle: primer triunfo en 10 jornadas
El Zaragoza se aproximaba al peor arranque de toda su historia, después de nueve jornadas sin una sola victoria. A la décima, y consumido incluso el tiempo de alargue de cuatro minutos dado por Paradas Romero, llegó el primer triunfo del equipo aragonés en la temporada.
Fuente: AS (www.as.com)
lunes, 8 de noviembre de 2010
El Zaragoza gana su primer partido liguero frente al Mallorca.
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