Sensación agridulce la que nos llevamos a casa, el pasado sábado 29 de octubre, los militantes del Sindicato TNS y demás patriotas que habíamos acudido juntos a la concentración de Voces Contra el Terrorismo en Madrid.
Por un lado, el habitual sentimiento, tras acudir a un acto de estas características, de que pronto habrá que asistir a otro similar ya que las concesiones a los terroristas y a los separatistas no sólo no van a detenerse, y mucho menos retrocederse a los estados en que se encontraban cuando ETA comenzó a matar, sino que irán a más. Sentimiento agrio y de indignación, no sólo por los motivos que nos habían llevado a manifestarnos una vez más con las víctimas, sino porque el potencial de esas decenas de miles de personas que abarrotaban la Plaza de la República Dominicana y gran parte de la calle Príncipe de Vergara, se desperdiciara también en esta ocasión y todos los allí presentes volvieran a sus hogares quizás con la sensación de haber hecho algo noble, pero, sin duda alguna, insuficiente e incluso estéril. Y es que decenas de miles de personas indignadas con unos hechos y con unas instituciones, por razones de impostura de traición e incluso de sangre, no se pueden volver a sus casas como aquellos que lo hacen tras haber acudido a presenciar una buena obra de teatro o sesión de cine, con una sonrisa en la boca o con una lágrima en la mejilla porque alguien les ha tocado la fibra sensible o les ha abierto los ojos, los oídos o la mente. Es decir, afectados o convencidos, pero con las manos en los bolsillos esperando a que otro día les vuelvan a convocar… para nada.
Algunos llevamos años exigiendo que estas concentraciones o manifestaciones, que ya se ha comprobado que, tal y como se han producido hasta ahora, no han conseguido sus fines, ya que cada vez la traición a España y a las víctimas va a más, lejos de terminar con lanzamientos de globos de colores, con musiquitas de violines o con promesas de continuar rebeliones cívicas, deben terminar con marchas hacia palacios como el de la Zarzuela o el de la Moncloa, o hacia sedes de partidos políticos traidores y culpables de la situación, o hacia tribunales donde trabajan contra España sus señorías prevaricadoras e injustas, o incluso con acampadas frente a los edificios que representan todas estas democráticas instituciones que padecemos. Alguien me dirá que mejor “esto” que nada, a lo que contestaría que es que ese “esto” es nada o peor que nada, ya que “esto” conlleva un esfuerzo que ha sido en vano. Alguien me dirá que ahora por lo menos estos actos finalizan con el himno nacional, a lo que le contestaría que sí pero que el himno nacional debe sonar antes de entrar en combate (y hay muchas maneras de combatir en la España actual), no antes de irse a tomar el aperitivo o a hacer merienda cena según el acto sea por la mañana, como en esta ocasión, o por la tarde como otras veces. Un aperitivo o merienda en el que, seguro, empezaremos poniendo a parir a zETAp, a Rubalcaba, a Rajoy, al Borbón o a quien se tercie, para luego comentar lo bien que está jugando el Madrid este año o que maravilloso es el fútbol del Barça, según los colores de cada uno (los del Atleti, bastante tienen con lo suyo como para hablar de fútbol) y terminar hablando (todo depende del número de cañas que conformen la post-manifestación) de todo menos de qué hacer para luchar contra lo que nos ha sacado a la calle ese día.
Por otro lado, también hubo algunos detalles positivos en el acto del pasado sábado como la buena acogida que tuvieron en general nuestras pancartas, nuestras pegatinas y nuestras banderas, que en otras ocasiones habían sido objeto de insultos, agresiones o incluso detenciones de quienes las portaban. Fueron muchas las personas (sinceramente, más que nunca y lo dice alguien que lleva toda la vida asistiendo a este tipo de “actos ajenos”) que se acercaron a nosotros para apoyarnos, mostrarnos su simpatía, y darnos la enhorabuena por nuestras intervenciones en la radio, en la calle o en otros ámbitos, felicitándonos por los lemas de nuestras pancartas, preguntándonos si nos presentábamos a las elecciones para poder votarnos (cómo si ese circo nos interesara a nosotros), lamentando que no lo hagamos y más cuando les explicábamos como el sistema democrático impide presentarse a los partidos pequeños en las mismas condiciones que a los que llevan décadas destrozando y esquilmando España. Muchos fotografiaron, entre comentarios de admiración, nuestras pancartas y banderas, nos entrevistó algún medio de comunicación (esas entrevistas que jamás se publican) y hasta la policía pasaba por nuestro lado sin ponernos pegas por estar allí, ni tomarnos filiación, ni intentar que retiráramos nuestras pancartas o banderas, algo, hasta ahora, novedoso e inédito.
Pero lo mejor estaba por llegar. Cuando tras acabar el acto nos dispusimos a avanzar los casi doscientos metros que separaban el lugar donde habíamos permanecido mientras se sucedían las intervenciones de los oradores, hasta el monumento a las víctimas del terrorismo para depositar allí una corona de laurel con una bandera rojinegra, las miles de personas que todavía ocupaban la calle Príncipe de Vergara y la propia Plaza de la República Dominicana, se iban apartando respetuosamente ante nuestra pancarta, unos en silencio, otros aplaudiendo, otros en posición de firmes, algunos brazo en alto, otros gritando vivas y arribas a España, e incluso algunos se pusieron detrás de nosotros para acompañarnos hasta el monumento, donde nuestros camaradas Martín Sáenz de Ynestrillas (víctima del terrorismo etarra) y el Jefe Nacional de La Falange Manuel Andrino depositaron la corona en medio de un respetuoso silencio, que finalizó con un padrenuestro y varios gritos recordando la presencia de nuestros caídos. Tan buena y ruidosa fue la acogida del resto de manifestantes, que algún camarada que se encontraba en otro lugar de la plaza se acercó a ver quien motivaba los aplausos de los asistentes y tras pensar que las ovaciones se debían a la aparición de algún político del sistema, su sorpresa fue tan grata como enorme al comprobar que quienes levantaban aplausos y vivas eran los falangistas con su corona, sus banderas y sus pancartas.
Como decía al principio, sensaciones agridulces en esta jornada que tuvo más de homenaje que de lucha. Jornada en la que los militantes del TNS y demás patriotas que acudimos a este acto habríamos cambiado, sin duda, todos los aplausos, los elogios, los reconocimientos a nuestra lucha y el cariño que nos mostraron muchísimos compatriotas (parabienes estos que desde aquí agradecemos profunda y sinceramente), por haber pasado desapercibidos en una multitud que, por fin, hubiera demostrado a los terroristas y TODOS sus cómplices, con contundencia y dureza, que no sólo no está dispuesta a tolerar más vejaciones ni derrotas, sino que va a luchar por arrebatar a los criminales, con chapela y capucha o con chaqueta y corbata, todo lo que este sistema les ha ido concediendo en el cumplimiento continuo de sus objetivos de asesinar a España. Objetivos que, en unas ocasiones, han conseguido asesinando españoles y en otras ocasiones, los han logrado haciendo que nos perdonan la vida, y en ambos casos con la hipocresía, la manipulación y la connivencia de un régimen que nació tras unos pactos sangrientos con ETA y que ha seguido negociando con esta banda asesina gobierno tras gobierno para beneficio de ambas partes. Negociación que, sin duda, continuará mientras los españoles no dediquemos más tiempo, más medios y más fuerzas a la lucha contra el enemigo, que a los homenajes a las víctimas que éste ha ocasionado.
Fuente: Web de Trabajadores Nacional Sindicalistas (www.sindicatotns.es)
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