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viernes, 26 de agosto de 2011

Caín.

CAÍN

Sé que existen muchos libros que hablan sobre la figura de Caín, pero yo quisiera referirme a dos en concreto, a uno que es un clásico, Demian de Hermann Hesse, y otro más actual, CAÍN de Saramago. En comparación, digamos que el primero es más trascendental y que el del portugués es más ameno e irónico. Cuando digo que es más ameno no me refiero a que sea mejor que Demian, sino que Saramago escribe su CAÍN en clave de humor, satíricamente, o así me parece a mí. Con este artículo no pretendo profundizar en las dos obras, sino hacer un pequeño esbozo que invite a la lectura.

Hesse plantea la figura de Caín como la de un elegido, como aquellos seres amorales que no temen la vida ni la muerte, lo que significa aceptar la vida, decir sí. Caín es también un designado por Dios, su marca no sería entonces un castigo, sino una especie de galardón con el que a Caín se le da un poder, pues a partir de entonces todos le temerán y quienes osen en enfrentarlo no disfrutarán de un destino muy benéfico. La marca de Caín es la marca del elegido, de alguien que se ha enfrentado a Dios. Caín representa la libertad del Hombre frente al Creador, es el espíritu de un hombre autodeterminado que entiende la justicia a su modo. Matar a su hermano Abel significa que no acepta la justicia del Señor. Él se hace así mismo justicia matando al preferido de Dios.

Saramago nos muestra a El Señor como un conspirador, como un ente arbitrario y caprichoso que no entiende de lo justo, o aunque en realidad digamos que es mostrado como un ente con una  idea de justicia  muy dudosa. La moralidad del Señor, de Dios, y por ende de todo el cristianismo, queda cuestionado párrafo por párrafo. Tanto es así que El Señor llega a tratos con Caín, pues El Señor entiende que él también ha sido partícipe del asesinato en cierto modo de Abel, consintiendo algo que podría haber evitado. La marca no es paradójicamente un castigo, sino una forma de proteger a Caín: nadie podrá matarlo, todos le respetarán y temerán, etc. La marca representa al elegido una vez más, represente al hombre que decide por sí mismo, es la señal portada por aquel que se enfrenta a la palabra del Señor, aquel que solamente se obedece a sí mismo.

Volviendo a Demian, el libro nos muestra la realidad de dos mundos, el del hogar, artificioso y aburrido, y el de la calle, un mundo real con lo que todo ello conlleva. Sinclair, el protagonista del libro, percibe tal incompatibilidad de mundos… más que incompatibilidad, distanciamiento, pues ambos mundos no son sino parte de un mismo espacio: esta dualidad puede asemejarse a la dualidad entre paraíso y mundo terrenal bíblico. Esta visión hace que Sinclair despierte; yo diría que el mensaje esencial del libro es la “pérdida de la inocencia”, es decir, una novela que habla sobre el proceso del hombre en sus diferentes etapas vitales, desde la infancia, pasando por la adolescencia, hasta… Hesse plasma perfectamente el terror juvenil a la vida, ese miedo a la muerte y en cómo los hombres intentan afrontarlo.

Es destacable que en la obra de Hesse se cite en repetidas veces a Abraxas, un dios o daimon que representaba el bien y el mal, relacionado en algunas culturas con el demonio. Supongo que Abraxas representa la amoralidad del mundo y que lo bueno y lo malo son una misma cosa. El mundo no es DOS, sino UNO. El planteamiento de Hesse es panteísta.

Sin embargo, Saramago, sin alejarse demasiado de Hesse, si hace un cuestionamiento del Señor más moral. Saramago hace de juez, condena al Señor, lo cuestiona, lo dilapida. El Señor es cruel, y es cruel sin límites: promovedor de envidias, asesino de niños, celoso, etc. Y claro, como se dijo al principio, El Señor hace tratos con los Hombres, se muestra así como un gran negociador y embaucador, cualidades muy hebraicas.

En definitiva, Caín, hijo de Adán y Eva, no es tan malo como lo fue su propio creador. Es lo más parecido a un héroe que se enfrenta a los dioses, representa a aquel que ha encontrado el amor a sí mismo. AMEN.■

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