¿Qué me ha parecido la JMJ? - La Nación Digital

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domingo, 21 de agosto de 2011

¿Qué me ha parecido la JMJ?

Mucho se ha hablado (y se hablará) sobre la organización de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid durante estos días de verano y la visita del Santo Padre, Benedicto XVI, a nuestro país. Algunos, los de siempre, se sintieron “ofendidos” por la presencia del Papa desde el primer momento. Sólo por ver sus caras de odio y rabia ha merecido la pena que Benedicto XVI viniera a España y que la Jornada Mundial de la Juventud fuera organizada aquí. Por un lado, ha quedado claro que muchos españoles siguen (seguimos) siendo católicos; pero, por otro, tampoco está la situación como para celebrar muchas fiestas (ni entre la juventud católica española ni entre la de los demás países).
No he sido ni voluntario de la Jornada Mundial de la Juventud ni he asistido a los actos en Madrid. Quizá a muchos les parezca motivo suficiente para que mi opinión sobre este asunto no tenga ningún valor. Pero entre las pocas virtudes que Dios otorgó a un servidor está la de escribir y considero que es necesario, para mis hermanos de fe y compatriotas, que exponga mi opinión sobre este acontecimiento histórico. Además de que me obliga a ello mi conciencia.

El primer motivo de “conflicto” entre católicos y ateos (se pueden utilizar también, para referirse a ellos, los términos de “no católicos”, “antirreligiosos” o “marxistas culturales exaltados”) fue el de la financiación. En un principio utilizaron la excusa de sus quejas en que “todo se financiaba con dinero público”. Cuándo hasta los masones del PSOE, cuyo odio por el catolicismo es sobradamente conocido por todos, dijeron que, tal y como decían los encargados de organizar el evento, se financiaba con dinero privado de empresas y peregrinos, cambiaron al argumento de “es que sólo faltaría que lo pagaran los ciudadanos” (aprovechando que nombro al PSOE, debo decir que me resultó siniestra la imagen de Zapatero al lado del Santo Padre).
Recientemente, Izquierda Unida ha salido diciendo (a través de Cayo Lara) que es anticonstitucional que se le den estos “privilegios” al Papa. Supongo que el señor Lara se habrá olvidado de leer el artículo16, apartado 3, de una Carta Magna que él seguro que desprecia tanto como yo: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”. Efectivamente, ninguna confesión es estatal pero el Estado tiene que ayudar en todo lo posible a la Iglesia Católica porque es el culto mayoritario de los españoles. Por lo tanto, si los constitucionalistas “progres” y demócratas quieren tanto a su querida Constitución, que empiecen a respetarla ellos mismos (seguro que el día en que los musulmanes sean mayoría estarán deseando de limpiar a lametones el cuerpo de algún líder yihadista que acuda aquí).
Cuando ya no les quedaban más quejas, salieron diciendo que “la religión es algo personal y debe quedarse en el ámbito privado”. Pues bien, a eso responderé diciendo que un católico tiene como eje de su vida a Dios, cuya palabra está en la Biblia (donde encontramos esto): “Id por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado se salvará, pero el que no crea se condenará” (Marcos 16, 15-16). Si el objetivo del católico es extender la palabra de Dios, hay que mover a todos los miembros de la Iglesia y tratar de que el mensaje tenga repercusión. Por lo tanto, la fe no se puede encerrar entre cuatro paredes porque abarca una concepción de la vida que no entiende de discrepancias ajenas.

Pero no sólo la izquierda (los que se creen de izquierdas y los que son verdaderamente de izquierdas, hay que saber diferenciarlos) han tratado de hacer campaña y de movilizar a su gente para este acontecimiento. ¿Qué decir de la utilización propagandística llevada a cabo por el Partido Popular, conservador un par de días al año y liberal el resto?
Me ha resultado lamentable ver que Rajoy, Cospedal y Aguirre traten ahora de ir de católicos cuando su partido se ha pasado nuestra fe por determinada parte innombrable, dando una imagen falsa de su postura sobre la religión a través de medios afines como “La Gaceta”. Especialmente sangrante es el caso de las dos féminas: Esperanza Aguirre, a través de su gobierno regional (una de las pocas taifas autonómicas que ha tenido el PP en los últimos años para repartir cargos públicos entre “amiguetes”) subvenciona clínicas privadas donde se realizan abortos (y luego la señora anda ensalzando el cristianismo y besando la mano del Papa); en cuanto a María Dolores de Cospedal, habló hace unos meses de la necesidad de conservar las tradiciones españolas y de lo emocionada que estaba por participar en el Corpus Christi de Toledo, cuando ya era oficial su asistencia a la reunión masónica del Club Bilderberg. ¡Y no nos olvidemos que el Partido Popular, con mayoría absoluta parlamentaria, jamás movió un solo dedo para acabar con el genocidio abortista heredado de sus predecesores socialdemócratas del PSOE!
Esta cita vendría muy bien para explicar el comportamiento de muchos miembros (diría que de casi todos) del Partido Popular: “El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14, 27). Si los del PP frecuentan ambientes masónicos (luciferianos por excelencia) y subvencionan abortos, no pueden erigirse en defensores del catolicismo. Y en la lista de pecadores, también tendríamos que incluir a los de “La Gaceta” por mentir a sus lectores y mostrar a un PP católico que no existe.

Pero, por suerte para los católicos, no han sido los políticos los protagonistas principales de la Jornada Mundial de la Juventud. Éstos, desde el principio, iban a ser los jóvenes peregrinos llegados de todos los lugares del mundo y los católicos españoles, además de Benedicto XVI.
Ante todo, me ha sorprendido y agradado ver la movilización que ha tenido este acontecimiento. Pero me resulta preocupante pensar cuantos de los peregrinos que han sido tan católicos estos días lo seguirán siendo de regreso a sus países. Es decir, si serán católicos de verdad y no unos individuos que, a la hora de la verdad, dicen creer en Dios pero estar a favor del aborto y del matrimonio entre personas del mismo sexo.
Está muy bien que la gente se anime a viajar y a acudir a actos de la Iglesia, pero eso luego no sirve para nada sin la reflexión cotidiana, la lectura esporádica de la Biblia o llevar un estilo de vida lo más cristiano posible. ¿Para que queremos los católicos un millón de peregrinos en Madrid si, quizá, luego más de la mitad no cumple los mandamientos y la doctrina porque le parece algo anticuado? Espero equivocarme, pero temo que la mayoría de los peregrinos no vuelvan a ser católicos hasta la siguiente procesión de su pueblo o la próxima Jornada Mundial de la Juventud (al menos así será la actitud de algunos españoles).
Varias horas he dedicado a imaginarme que caras pondrían todos los peregrinos de escuchar o leer mis opiniones sobre el aborto o el matrimonio homosexual. Y es que, de todas las cosas que me puedan resultar indignantes (sí, utilizo esta palabra porque no sólo los perroflautas tienen derecho a utilizarla) está que quieran colarnos el bulo de que se puede ser católico y “moderno”. ¡No, señores! ¡No se puede ser católico y abortista! ¡No se puede ser católico y estar a favor de “matrimonios alternativos! Y, ya puestos, ¡tampoco se puede ser católico y demócrata!

Muchos de los que quieren mezclar el catolicismo con el marxismo cultural (la doctrina “progre”, para los que desconozcan el término) aluden a que Dios nos ordenó amarnos. Sólo una interpretación descaradamente libertina puede sacar de ahí una defensa de los “matrimonio alternativos”, cuando el Nuevo Testamento dice lo siguiente: “¿No habéis leído que el creador desde el principio los hizo macho y hembra, y que dijo: Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne? De tal manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre” (Mateo 19, 4-6). ¡A ver quién sigue teniendo valor para buscar justificaciones en la Biblia acerca de las “uniones modernas”!
Para ser católico hay que seguir la doctrina de la Iglesia, al margen de “modernidades” o “antigüedades” que nos puedan parecer ciertos aspectos doctrinales. Lo que no se puede hacer es montarse uno mismo su propia religión “hippie pacifista” y cumplir la parte que quiere de la doctrina porque eso es moralmente irresponsable y muy poco serio. Y es que una cosa es pecar por caer en la tentación y otra decir que no se cumple por que no le parece bien al sujeto.
Sin embargo, de las impresiones preocupantes que me dejan los jóvenes peregrinos, destacaría el ambiente festivo que tenían montado. El cristianismo no es una fiesta para cantar en la calle. Eso es lo que nos ha llevado hasta lo que somos ahora. ¡Que distinto y varonil me resulta el caballero cruzado, el guerrillero carlista o el camisa azul de la Cruzada de Liberación; en comparación con los “beatos santurrones” y “progres” que se hacen pasar por católicos por gritar “Esta es la juventud del Papa”!
Y es que el “pacifismo” que se ha tratado de inculcar (y se ha inculcado) en la Iglesia y en nuestra sociedad puede refutarse tirando, nuevamente, de la palabra de Dios: “He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuanto deseo ya que arda! Tengo que recibir un bautismo de dolores, y estoy angustiado hasta que se realice. ¿Creéis que he venido a traer la paz al mundo? Os digo que no, sino división” (Lucas 12, 49-51). La salvación eterna se consigue mediante la realización de obras justas y no del sentimiento pacifista. El que quiera ser pacifista, que abandone la Iglesia Católica porque no es su sitio.

Pero los católicos “progres” siguen empeñados en hacernos creer que son igual de religiosos que los católicos auténticos. Eso sí, les parece maravillosa la existencia de un Dios creador pero no la de un señor que se erija como su representante. Esta discrepancia sobre la legitimidad del Papa como representante de Dios en la Tierra podría tener su solución aquí: “Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo” (Mateo 16, 18-19). Jesucristo anunció a Pedro que él sería el encargado de llevar a cabo la obra de una Iglesia en su nombre.
No soy teólogo, pero sé muy bien que este es uno de los temas que ha originado más disputas entre los cristianos de todas las facciones. Pero, al menos para mí, resulta valido para creer que el Papa es el vicario de Dios entre los humanos. El Papa será un hombre como los demás, pero la Iglesia Católica como institución ha pervivido durante muchísimos siglos y ha pasado de ser una minoría perseguida a controlar el mundo europeo y seguir influyendo sobre las sociedades actuales (aunque cada vez en menor medida). Y no creo que sea producto de la casualidad la pervivencia de la Iglesia durante tanto tiempo y con los enemigos que ha tenido.

Todos esperábamos que el Papa tocara los temas “polémicos” en relación con el Gobierno. Hablando desde un punto de vista personal, he sacado de Benedicto XVI tres citas dignas de reflexión, que encuadran a la perfección con mis postulados falangistas:
“La fe no se opone a vuestros ideales mas altos, al contrario, los exalta y perfecciona”.
“Precisamente ahora, en que la cultura relativista dominante renuncia y desprecia la búsqueda de la verdad, que es la aspiración mas alta del espíritu humano, debemos proponer con coraje y humildad el valor universal de Cristo, como salvador de todos los hombres y fuente de esperanza para nuestra vida”.
“A muchos, el Señor los llama al matrimonio, en el que un hombre y una mujer, formando una sola carne (cf. Gn 2, 24), se realizan en una profunda vida de comunión. Es un horizonte luminoso y exigente a la vez. Un proyecto de amor verdadero que se renueva y ahonda cada día compartiendo alegrías y dificultades, y que se caracteriza por una entrega de la totalidad de la persona. Por eso, reconocer la belleza y bondad del matrimonio, significa ser conscientes de que solo un ámbito de fidelidad e indisolubilidad, así como de apertura al don divino de la vida, es el adecuado a la grandeza y dignidad del amor matrimonial”.
Me ha alegrado ver que el Papa no se ha achantado del todo y, al menos, ha hecho una defensa del matrimonio como institución familiar. Lo que es una pena es que no haya realizado una crítica más feroz sobre la legislación genocida del aborto o la vergonzosa situación que vive el Valle de los Caídos.

Benedicto XVI ha hecho un llamamiento para que los católicos (esto deberían tenerlo en cuenta los elementos más “progres” de la Iglesia) no caigan en la actitud del “mientras no me afecte me da igual”. El relativismo moral se está cargando nuestra sociedad. Ya nada es seguro, todo se considera como modificable y perecedero. Lo que es válido hoy, mañana no lo será. ¿Qué sociedad pretendemos construir así? ¿Cómo se puede caminar sobre un suelo del que no creemos, ni quienes lo pisamos, que sea el mejor y que nos ofrezca la seguridad que necesitamos?
Los católicos no debemos caer en esa tendencia. Tenemos que tener muy claro que somos católicos y nuestra visión de la vida es la que es. Sin “modernismos” ni “antigüedades”. Nosotros tenemos unos principios muy claros y no podemos ponerlos jamás en duda. ¿Es que acaso vamos a obedecer a personas que, pese a que digan que todo es relativo, tienen muy claro que nunca van a ceder en su odio a los católicos y su apatricismo? ¿Por qué vamos a ser nosotros más imbéciles de hacerles caso?
La defensa de los no nacidos, el matrimonio entre hombre y mujer como el único válido y llevar un estilo de vida acorde con lo que defendemos deben de ser nuestros pilares en una sociedad enferma, egoísta y decadente que no es la nuestra. Mientras esperamos a su hundimiento o explosión, debemos tener muy claro qué somos y por qué. Quizá, algún día, eso sea los que nos devuelva al verdadero camino de la justicia.

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