Ramiro Ledesma: ¿Falangista o fascista? Segunda parte. - La Nación Digital

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lunes, 8 de agosto de 2011

Ramiro Ledesma: ¿Falangista o fascista? Segunda parte.

Pero no sólo del fascismo ha vivido la polémica respecto a Ramiro Ledesma. Al contrario que José Antonio, Ramiro empleaba en sus escritos habituales los términos “imperialismo” y “nacionalismo”; mientras que José Antonio era más partidario de utilizar los adjetivos “imperial” y “nacional”. Como ejemplo, pondré una cita de cada uno:
“El nacionalismo eleva las características nativas (lengua, costumbres, paisaje) a esencias nacionales. Se empeña en considerar que son las características nativas lo que constituye una nación. Y no es eso: las naciones son aquellas unidades, de composición más o menos varia, que han cumplido un destino universal en la Historia. La unidad de destino es la que une a los pueblos de España. Y entendida España así, no puede haber roce entre el amor a la tierra nativa, con todas sus particularidades, y el amor a la Patria común, con lo que tiene de unidad de destino. Ni esta unidad habrá de descender a abolir caracteres locales, como ser, tradiciones, lenguas, derecho consuetudinario, ni para amar estas características locales habrá que volverse de espaldas –como hacen los nacionalistas– a las glorias del destino común” (Obras completas de José Antonio Primo de Rivera, “Discurso en Pamplona en 1934”).
“Una España grande será imperialista, porque su influencia cultural, económica y militar, se dejaría sentir en todo el mundo. Si hay algún español que se oponga a la grandeza y poderío de España, a su consideración y prestigio en el mundo, debe de ser fusilado por traidor” (La Patria Libre, “Imperialismo”).
Personalmente, nunca he sido partidario de utilizar los términos “imperialismo” y “nacionalismo”, por lo que nunca me he considerado como tal.
Entiendo por “imperialismo” actitudes como la del masónico mundo anglosajón a lo largo de su Historia, basadas en el dominio y la explotación de pueblos a los que luego abandonó arruinados y en medio de problemas (lo cual no es justificación alguna para que los defensores de la “multiculturalidad” quieran obligarnos a sentirnos culpables de la situación de aquella gente mientras se empeñan en traerlos a todos aquí como “indemnización”); mientras que una actitud imperial sería la española durante la Edad Moderna: conquista de nuevos territorios en América del Sur, sometimientos de los indígenas americanos a los Reyes Católicos y expansión de la cultura hispana a los territorios americanos.
Continuando con el tema del imperialismo, quizá el antiguo Imperio de Roma sea la civilización que más ha utilizado las dos caras: por un lado, Roma desarrolló una actitud imperialista, dedicándose únicamente a obtener beneficios económicos, en lugares como Egipto y las actuales naciones germanas; por otro, en España fue Roma quien sembró la base de una futura nación dejando un importante legado cultural. Y es que, pese a la valentía y arrojo de los pueblos íberos y celtas, España sin Roma no sería España.
Llegando al tema del “nacionalismo”, se podría decir que Ramiro Ledesma consideraba que el pueblo español necesitaba sentirse orgulloso de sí mismo; mientras que José Antonio daba al patriotismo una vocación providencialista (similar a la de Ortega y Gasset) que encajaba con su fuerte devoción católica.

Hasta aquí llegar aquí, hemos podido ver que José Antonio y Ramiro Ledesma eran diferentes a la hora de utilizar ciertos términos o en ciertos aspectos, cómo la libertad del individuo. Sin embargo, la etiqueta de “fascista” a Ramiro Ledesma le ha sido colgada sobre todo por sus planteamientos sobre la religión católica. Durante gran parte de su vida, fue un gnóstico crítico con la Iglesia cómo institución y no con el catolicismo como sentimiento religioso:
“La Iglesia, por muy católica y romana que sea, no puede jamás pretender soberanía alguna frente al Estado”
“Cuando la emoción religiosa del país -que merece todos los respetos y debe incluso alentarse- recobre su función estricta, aparecerá como uno de los máximos valores de nuestro pueblo. Pero es execrable que la Iglesia haya sido muchos años sostenedora y amparadora de todos los abusos y de todos los crímenes contra la prosperidad y la pujanza del pueblo español. Creemos, pues, que el Gobierno está obligado a reajustar el papel de la Iglesia en la vida civil de nuestro país”
“Nuestra formula es y será siempre: ¡Nada sobre el Estado!” (La conquista del Estado, “La expulsión del cardenal Segura”).
“A falta de una doctrina nacional ambiciosa y de unas fuerzas robustas a su servicio, hemos tenido y tenemos en España un factor político de carácter religioso, el ingrediente católico. Pero el catolicismo, como toda religión, es sólo un estimulante eficaz de lo nacional, y puede quizá servir a lo nacional cuando es la religión de todo el pueblo, cuando la unidad religiosa es efectiva. Por eso en el siglo XVI español el catolicismo actuó como potenciador de la expansión nacional y como instrumento rector de la vida política. La situación ha cambiado. Hoy el catolicismo no influye sino en una parte del país y comprende, además, en su seno una gran porción de gentes desprovistas de espíritu nacional brioso. En esas condiciones, y si la dirección de las masas católicas no está en manos de patriotas firmísimos, el factor religioso y católico en la España actual puede muy bien, no ya ser ineficaz para una posible vigorización española, sino hasta convertirse en un instrumento de debilidad y resquebrajamiento” (¿Fascismo en España?, “Los problemas del fascismo en España”)
Todas estas citas muestran a un Ramiro que comprendía la existencia de un catolicismo implantado en lo más hondo del pueblo español pero que no lo veía con una actitud tan providencialista como José Antonio. Es más, mientras que, para Ramiro Ledesma, el sentimiento nacional y la religión no iban de la mano; para José Antonio, como dejo claro a lo largo de toda su carrera política, eran dos sentimientos inseparables (por no decir que los consideraba lo mismo). Sin embargo, que no viera al catolicismo como algo sinónimo del sentimiento nacional no significa que Ramiro Ledesma tratara de echar a los católicos de sus filas jonsistas:
“¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la Historia de España” (¿Fascismo en España?, “Anexo 1: Movimiento español JONS”)

Pese a sus contrarias opiniones en la cuestión religiosa, ambos compartían un mismo desprecio hacia la masonería; aunque no la veían de la misma manera:
“Sin creer en las ridiculeces que se cuentan de los inofensivos ritos masónicos, no dudamos -precisamente por enfocarla con seriedad- en atribuir una importancia relevante a la masonería, cuya actuación política -es la única que nos interesa- ha sido siempre llevada con suma habilidad, produciendo los efectos apetecidos por los masones, efectos de importancia en la Historia de España, y de enorme peligrosidad para los elementos nacionales. En la pérdida de nuestras colonias, en todas las revoluciones y cambios de régimen, en las diversas campañas de propaganda antiespañola en el extranjero, se ha visto clara la mano de la masonería” (La Patria Libre, “La masonería tiene en nosotros a un enemigo”)
“Los hombres que han regido a España reciben sus consignas o de la logia de París o de la Internacional de Amsterdam. Hace unos días pasó ante la hostilidad de Madrid un presidente francés. Hace muy poco estuvo en Barcelona, tratando con el presidente de la Generalidad, otro ex presidente francés. No se sabe qué pactos secretos se urden en esas entrevistas. Sólo se sabe que ha sido dragado a toda prisa el puerto de Mahón para que en él fondeen Dios sabe qué escuadras” (Obras completas de José Antonio Primo de Rivera, “Discurso en Cádiz de 1933”).
Cómo podemos ver, ambos coinciden en que la masonería controla los destinos de España; sin embargo, difieren en la importancia. Ramiro Ledesma consideraba sus rituales como algo “inofensivo”, mientras que dudo mucho que José Antonio no les atribuyera el carácter luciferiano del que las logias masónicas hacen gala.

¿Ramiro falangista? ¿Ramiro fascista? ¿Puede o no considerarse falangista un admirador de las ideas de Ramiro Ledesma?
“La actitud de Ramiro en los últimos meses de su vida, tal como nos la describió Manuel Hedilla, fue la de un Ramiro arrepentido, ya derrotado y sólo. Ramiro y Hedilla coincidieron en un tranvía madrileño y en la conversación que sostuvieron, Ramiro mostró un gran interés -no simple curiosidad- por las vicisitudes que pasaba la Falange. En opinión de Hedilla, Ramiro deseaba vivamente su reingreso en la Falange.
Se dice entre los falangistas -y no cuesta trabajo creerlo- que Ramiro murió -espiritualmente hablando- dentro del seno de la Falange.
En el aspecto religioso no es una hipótesis, sino una certeza, que Ramiro murió en el seno de la Iglesia católica, confesando poco antes de morir con un sacerdote católico que le sobrevivió.
El Ramiro Ledesma auténtico y definitivo es el Ramiro de los últimos meses de 1936, no el de los primeros meses de 1935” (Ética y estilo falangistas, “A modo de explicación”).
He reservado esta explicación del libro “Ética y estilo falangistas”, de Sigfredo Hillers, para el final. Yo soy de los que piensan que Ramiro Ledesma fue un falangista más. Con sus defectos y sus virtudes, con sus peculiaridades y su propio estilo… pero uno más. ¿Qué discrepara con José Antonio es motivo suficiente para que su obra sea ignorada? ¿Acaso vamos a ser los españoles de este siglo XXI tan estúpidos para rechazar a un genio de semejante talla que, en opinión personal, no tenía nada que envidiar a José Antonio? Por favor, sólo pido que no haya nadie que me responda afirmativamente.

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