Nunca he sido amigo de las grandes ciudades. Acostumbrado como estoy a los pueblos y a las ciudades pequeñas, donde la gente se conoce más (aunque solo sea de vista), la visita a la gran capital Madrid, residencia de los tejemanejes de la nación española y silenciosa espectadora de chanchullos históricos (y no tan históricos), es algo que me aterraba. Ya dice el refrán que “mejor lo malo conocido que lo malo por conocer”.
Lo reconozco. Me agobian las grandes aglomeraciones. Mis escasas y contadas visitas a Madrid siempre fueron al Santiago Bernabeu y las excursiones escolares. Y hasta en esos momentos, el sentir tanta gente a mi alrededor me desagradaba mucho.
Para ser sinceros, Madrid no me llamaba mucho la atención. Incluso me echaba para atrás. Tengo ganas de conocer Barcelona, Sevilla, Valladolid, Salamanca, Burgos…incluso ciudades extranjeras como Roma o Munich. Pero no tenía ninguna intención en visitar Madrid.
Pero, como suele pasar, un grupo de amigos me insistió para ello. En un principio me negué rotundamente, pero por misterios de la vida, acabé viéndome en un autobús de camino a la gran urbe de acero y hormigón, al reino del ruido y la aglomeración humana.
Por supuesto, he de dejar claro que no voy a narrar la crónica de ningún acto político ni concentración ni nada por el estilo. La advertencia va dirigida a los “progres” anónimos de turno que de vez en cuando se dejan caer por aquí para vomitar su bilis y su incultura. He de comunicarles para su desgracia que los que me rodeaban eran ideológica y moralmente idénticos a ellos. Por eso luego pasa lo que pasa.
Al llegar a Madrid, decidimos ir a la Puerta del Sol. Ya que me había animado a visitar la capital de España, al menos quería ver monumentos típicos cual turista foráneo.
Para llegar a la Puerta del Sol tuvimos que coger el metro.
“¿Así que este es el famoso metro de Madrid?”, pensaba yo, al verlo más pequeño de lo que me había imaginado en un momento.
Una vez subí al metro, encontré los asientos ocupados por varios individuos extranjeros. Pero no por turistas alemanes, japoneses o británicos, no…sino por sudamericanos, chinos y negros (esos que, según el discurso rancio de la izquierda y acomplejado de la derecha, iban a pagarnos las pensiones). Al final comprobaba de primera mano lo que había leído en varias bitácoras…el metro de Madrid era uno de los mejores exponentes sobre el nivel de mestizaje social que está alcanzando España. Un nivel muy preocupante. Acepto que vivimos en un mundo globalizado y que España es un país receptor de inmigrantes…pero eso no significa que me tenga que gustar ni que tenga que callarme mi opinión.
Cuando por fin salimos del metro, dimos a una gran plaza llena de gente.
“Pues esto no es nada”, me decía un amigo al ver mi cara ante la muchedumbre. “Mira, ahí tienes la Puerta del Sol, donde dan las campanadas de Fin de Año”, dijo señalándome el edificio.
Después de sacar la foto, observé a dos muchachos, seguramente dos o tres años mayores que yo, de la mano.
“¿Cuánto tiempo llevamos en Madrid?”, pregunté irónicamente a un amigo.
“Pues no sé, échale media hora o tres cuartos”, me respondió.
“Y ya he visto a dos de la mano”…
“Aquí eso a la gente le da igual, además, eso no tiene nada de malo”.
No es necesario reproducir la conversación que tuvo lugar entre mi amigo y yo durante el par de minutos posteriores. La situación sería similar al día en que por pleno casco histórico de Toledo nos topamos con hasta cuatro individuos de esos, alardeando de pluma. Lo único que se puede decir “en defensa” de ese par de madrileños es que no iban restregando por la cara nada a nadie…lo cual ya es un detalle por su parte.
Volviendo a las calles de Madrid, a pocos metros de la Puerta del Sol se encontraba una estatua a caballo del Borbón Carlos III.
Debido a mi poca simpatía hacia la dinastía monárquica española, me resultó divertido ver como una paloma se posaba en la cabeza de aquel personaje del siglo XVIII.
Carlos III fue el monarca español que mejor encarnó el movimiento del “despotismo ilustrado”. Este señor tuvo la genial idea de otorgar la ciudadanía española a los gitanos y prohibió que se les llamara así (me recuerda a la sociedad actual, en la que está mal visto decir “moro” o “negro”). Además, expulsó de España a los jesuitas y confiscó todos sus bienes. Pero también hizo sus cosas buenas: modernización de la ciudad de Madrid, elaboración de proyectos de repoblación en el sur del país, y símbolos nacionales (el himno y la bandera bicolor actuales).
Después de sacar un par de fotos, fuimos a comer. De camino, nos encontramos con un grupo de negros vendiendo discos, el famoso “top manta”. Al poco de pasar al lado salieron corriendo, recogiendo sus falsificaciones. Unos metros más adelante, dos policías municipales caminaban tranquilamente.
Yo quería visitar la Gran Vía, en especial el Teatro de la Comedia. Me hacía ilusión ver el edificio donde se había celebrado el acto fundacional de Falange Española, en aquel lejano 29 de Octubre de 1933.
Pero no pudo ser. Mis acompañantes querían ir a remar al parque de El Retiro. Como sucede en estos tiempos, lo que dice la mayoría es la ley.
“Pues vayamos al Retiro entonces”, acepté. “Ya veré el Teatro de la Comedia en otra ocasión”.
Una vez pasamos la Cibeles (a la que me hubiera gustado sacar una foto, pero mi cámara no es que enfocara la estatua muy bien), llegamos a la Puerta de Alcalá. La famosa Puerta de Alcalá a la que tanto cantaba la comunista Ana Belén, predecesora de los “pijosprogres” actuales.
Por fin llegamos al parque de El Retiro, donde las mocitas madrileñas (como diría el himno tradicional del Real Madrid) paseaban alegres y risueñas. Cierto es que hacia una brisa que no invitaba al paseo, pero los rayitos de Sol…compensaban la temperatura ambiente.
Nos arrimamos al estanque (donde para desgracia de algunos, no me ahogué, cosa que supongo que habréis comprendido ya que de haberlo hecho no estaría escribiendo estas líneas).
Allí estaban los patos y las famosas carpas de El Retiro. Los rumores que habían llegado a mis oídos eran que las carpas tenían tendencia “mutante”. En Toledo se dicen cosas parecidas cuando se habla del río Tajo. La verdad es que es una vergüenza la situación de nuestros rios…y eso que algunos se matan por ellos (el mejor ejemplo es el PSOE de Castilla La Mancha y el PP de Murcia por el asunto del trasvase Tajo-Segura).
El monumento que se ve a lo lejos es uno de homenaje a Alfonso XII de Borbón. Por lo que leí en un cartel de la zona, su sentido era el de representar a la Patria España en la figura del monarca.
Tras veinte años de proyecto, fue inaugurado en 1922, reinando ya su hijo Alfonso XIII (el que huyó como un cobarde de España cuando la coalición entre republicanos y socialistas se hizo con el poder en 1931).
¿Y que méritos hizo Alfonso XII para que se le representara en un monumento personificando a la Patria?.
Si por “méritos” entendemos ser hijo de una reina promiscua y de un tipo al que se le acusaba de homosexual, se merece la estatua a caballo. Si hablamos de apoyar a un sistema que hablaba de democracia y derechos pero que en realidad era una farsa bipartidista, el monumento está más que justificado. Y por último, si se considera que alguien es capaz de encarnar a la Patria cuando durante su reinado se produce el nacimiento y desarrollo del catalanismo y el Partido Nacionalista Vasco, también debemos estar plenamente convencidos de que no hay nadie mejor que Alfonso XII para ser representado en un monumento así.
Obviamente, he vuelto a hacer uso de la ironía. Alfonso XII no se merece ningún monumento en el que encarne a la Patria. Pero como amante y defensor de la Historia, jamás pediré por su derribo, ya que tiene su sentido histórico (aunque este sea el de que su viuda y su hijo le quisieron pintar como un tipo fabuloso). Y, a su manera, el conjunto en si es bonito, además de que queda mejor visualmente estando al lado del estanque.
Como pasa siempre, todo tiene un final. Y creo que es mejor terminar la entrada de esta forma, con la puesta de Sol sobre el estanque de El Retiro.
Y el final podía haber estado aquí…con una bonita puesta de Sol, en la capital de España y rodeado de gente conocida.
Pero no es oro todo lo que reluce. Y en los momentos más insospechados, se puede descubrir que aquellos que te rodean no dejan de ser unos hipócritas que desean tu caída para pisarte la cabeza. ¿Cuántas veces me ha demostrado la vida ya que la gente no es de fiar, y que la confianza es algo casi inexistente y cuyo ámbito solo puede reducirse a tres o cuatro personas como mucho?. Sinceramente, no lo sé.
Mi moral católica me prohíbe odiar…pero es que hay algunos que se lo ganan a pulso. Tendré que conformarme con rogar a Dios ayuda para librarme de mis enemigos…y de los falsos amigos.
sábado, 12 de febrero de 2011
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