El pasado domingo el Frente Nacional francés remató la faena del día 14 subiendo el porcentaje de votos hasta el 9,17% en el conjunto del territorio francés o, si se prefiere, el 17,5%, si tenemos en cuenta, única y exclusivamente, las 12 regiones donde el partido de Jean-Marie Le Pen competía.
Como excusa de la subida del FN en la primera vuelta determinados medios de comunicación sostuvieron que el día 14 sólo había acudido a las urnas un 39,29% del electorado; sin embargo, el pasado domingo el porcentaje ascendió al 49%; esto es, casi un 10% más de votantes.
Un excelente resultado que, además, viene rubricado por la subida de Jean-Marie Le Pen en su circunscipción de Provenza-Alpes-Costa Azul, pasando del 20 al 22,87%, y de Marine Le Pen que, en su circunscripción de Norte-Paso de Calais, ha pasado del 18 al 20,20%.
De estas elecciones francesas —sin entrar ni salir en las claves ideológicas que alimentan al FN— podemos extraer, empero, dos grandes conclusiones:
El carácter parasitario y tramposo de la derecha burguesa. Esto es, cuando la derecha quiere mejorar resultados en situaciones socialmente anómalas o muy comprometidas para sus intereses de clase, no duda en radicalizar su mensaje político o esconder sus vergüenzas tras la bandera de la nación. En el caso concreto de Nicolás Sarkozy, éste no tuvo el menor escrúpulo, para encaramarse a la presidencia de la República, en calcar el programa del FN y, así, presentarse ante la sociedad como un partido de orden guiado por una mano de hierro. Nada de nada. O, mejor dicho, embuste sobre embuste. La realidad de estos meses nos ha enseñado que gobierno de Sarkozy, lejos de ser un partido de orden, se ha comportado, simple y llanamente, como el rostro torvo del Sistema, la otra cara de la moneda de un país en acelerada decadencia. De ahí, que resulten verdaderamente estrambóticas las palabras de Jean-François Copé, portavoz del grupo de la UMP en la Asamblea Nacional, cuando hablaba, tras el arrollador triunfo del Partido Socialista, de «volver de nuevo a nuestras raíces, es decir, a lo que permitió la elección de Nicolas Sarkozy como presidente de la República y la mayoría de 2007». ¿Para qué? ¿Para copiar nuevamente el programa y el discurso al FN y, a renglón seguido, seguir haciendo exactamente lo mismo que haría la izquierda del Sistema?
Del partido de Le Pen se pueden decir muchas cosas, aunque es probable que ya no quede nada por subrayar. Pero sí hay una cuestión sobre la cual muchos patriotas de pacotilla, a este lado de los Pirineos, deberían extraer una lección. Y esa lección —magistral, dicho sea de paso— la dio Marine Le Pen el pasado jueves, día 18, cuando en un comunicado público dijo textualmente lo siguiente: «Votar a la UMP el próximo domingo en las regiones donde el FN no está presente, equivale a dar un cheque en blanco al gobierno para continuar con su política dramáticamente laxa. Para imponer al gobierno un giro en materia de seguridad y quebrar la impunidad de los delincuentes, no debe ir a parar voto alguno a las listas de la UMP». Desde luego, se puede decir más alto, pero no más claro.
Fuente: Patria Sindicalista (www.patriasindicalista.es)
martes, 23 de marzo de 2010
El Frente Nacional francés rubricó el pasado domingo su ascenso en las urnas.
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