Cuando quiero leer prensa deportiva, para estar al corriente de lo que sucede en el mundo del fútbol, siempre acudo al As, porque el Marca me parece demasiado sensacionalista y Defensa Central excesivamente monótono (y eso que soy del Real Madrid). No obstante, tengo muy claro que, como en todos los sectores del periodismo, la información sobre el deporte no se escapa de los tentáculos del marxismo cultural (y eso lo dice alguien que en su día pensó en la posibilidad de ser periodista deportivo).
Hace ya casi un año escribí dos entradas tituladas “Identidad nacional y futbol”. Recuerdo que en la primera hablé de lo sucedido en el Mundial de Sudáfrica: frecuentes elogios al juego de la selección alemana, insistiendo en emplear el término “nueva Alemania mestiza” para referirse a ella, y la bochornosa imagen de una selección francesa cuya gran mayoría de componentes ni siquiera eran franceses de origen. También alertaba de que, si nos descuidábamos, los españoles seríamos los siguientes en acabar viendo esos ridículos internacionales en nuestra propia selección.
Todo esto viene a lo que se pudo leer ayer en el editorial de As que escribe todos los días su director, Alfredo Relaño. El párrafo que mereció mi indignación fue este:
“El último Mundial de los “bleus” fue horroroso, con aquel triste Domenech al frente. Se clasificaron por una tropelía arbitral y más valiera que no lo hubiesen hecho. Su papel en el campeonato, además de malo, provocó desunión en Francia porque reprodujo, con exageración, cierto distanciamiento que se está produciendo en el país galo entre la población de origen autóctono y la de origen inmigrante. L'Equipe llegó a acusar a “raperos de los suburbios” de haberle hecho boicot a Gourcuff, el buen chico blanco de clase acomodada. El asunto provocó hasta intervenciones gubernamentales poco felices”.
Como podemos ver, Alfredo Relaño tacha de “exagerados” los sucesos ocurridos desde hace años hasta ahora en Francia, cuando los descendientes de la población inmigrante magrebí y subsahariana demostraron no estar integrados en la sociedad francesa, al revés de lo que algunos habían presumido durante años. Con el objetivo de descalificar a los que se oponen al mestizaje social entre culturas, los defensores (tanto voluntarios como involuntarios) del marxismo cultural nos quieren colar sus mensajes hasta en la prensa deportiva. Este párrafo escrito por el director de As es el mejor ejemplo.
Pero no solo quitan importancia a los conflictos entre culturas incompatibles. Además, criminalizan a Gourcuff tildándole de pertenecer a la “clase acomodada” y añadiendo el término “blanco” ¿Hace falta decir que es lo que sucede cuando se utiliza el término “negro” o “moro” para referirse a una persona? ¡Si hasta está mal visto decir “gente de color”! En resumen: a los jugadores de origen inmigrante no parecía importarles la selección de Francia porque, como no era su país, no les interesaba más allá de cobrar por hacer su trabajo, como buenos mercenarios; la prensa criticó el hecho de que fueran ellos quienes lideraran el ridículo nacional en un torneo tan importante y dejaran a un lado a los jugadores autóctonos; y, no conformes con eso, se aplica la “discriminación positiva” para no culpar de lo sucedido a unos tipos que, pese a ganar por jugar al fútbol en un año más que un trabajador en diez, son unos “pobres inmigrantes” (repito, de pobres nada) a los que no se puede culpar de lo sucedido porque, si no, estamos ante un caso de “racismo”.
Todo lo visto es marxismo cultural, puro y duro. No hay otra forma de llamarlo.
Pero no solo podemos hallar esa tendencia en Alfredo Relaño. Por ejemplo, un ejemplo de periodista hipócrita donde los haya es Tomás Roncero; quien al mismo tiempo que defiende la llegada al Real Madrid de tipos como Neymar, critica las escasas oportunidades que reciben los jugadores del filial madridista.
Personalmente, como aficionado, este año se han tomado decisiones que no entiendo. Por ejemplo, David Mateos iba a ser jugador del primer equipo y a disponer de minutos. Sin embargo, llegó Zinedine Zidane recomendando a Raphael Varane, quien tan solo había jugado una temporada completa en la Primera División de Francia, y el chico “francés” (porque no hay más que verle para saber que es otro descendiente de inmigrantes en Francia) ha ocupado el puesto destinado para Mateos gracias a la “discriminación positiva”.
Como sé que los “progres” estarán poniendo el grito en el cielo, seguiré poniendo ejemplos. Se habló de que Daniel Parejo sería recomprado al Getafe y volvería al Real Madrid. Sin embargo, el club decidió fichar al turco Sahin (nacido en Alemania, pero consecuente consigo mismo al jugar con su selección; caso contrario al de Ozil, quien es turco en todos los sentidos pero se decantó por el combinado alemán ante las mayores expectativas deportivas que le ofrecía). También podemos citar el fichaje del portugués Coentrao. ¿Acaso no pudo el Real Madrid haber contratado al asturiano José Angel, fichado por la Roma por sólo cinco millones de euros, en lugar de gastarse treinta en un jugador portugués cuya posición estaba cubierta?
Visto lo visto, espero que al judío de Florentino Pérez no se le ocurra soltar cuarenta y cinco millones por Neymar. Como aficionado, me sentiría muy ofendido de ver a un chico de mi edad que no es de mi país ganar en mi tierra en un solo año lo que yo no puedo aspirar a conseguir en diez o veinte. Y es que, gracias a capitalistas como Florentino Pérez, el fútbol se ha convertido en un negocio; prueba de ello son las cantidades inmorales que cobran los futbolistas de alto nivel. A esos habría que verles con un sueldo mileurista, porque dudo mucho que fueran a exhibirse con esa pinta de seres superiores con la que les gusta tanto ir a individuos como el citado Neymar.
Pero esas “discriminaciones positivas” no son lo único que me preocupa de nuestro fútbol. Tras el último campeonato de Europa sub-21, se está confirmando la explosión futbolística de Thiago Alcántara, del Barcelona. El chaval podrá ser todo lo bueno técnicamente que quiera, pero no es español y no comprendo que hace vistiendo la elástica de nuestra selección nacional. Y dudo mucho de que se sienta español. También su hermano Rafael ha jugado en las categorías inferiores de la selección española y ha manifestado su intención de jugar, a nivel absoluto, con Brasil ante las pocas opciones que tendría con España estando su hermano por delante. Por lo tanto, podemos llegar a la conclusión de que los Alcántara podrán ser unos futbolistas muy buenos pero, a nivel de selección, no pasan de ser simples mercenarios.
Muchos “progres” me tacharán de estúpido, pero me da igual (más estúpido es decir que lucir la bandera española es de “fachas” y luego son ellos los primeros en sacarla cuando España ha ganado algún título de fútbol). Yo prefiero ver en mi equipo a jugadores españoles y de raza blanca antes que a extranjeros. Es así, me siento mucho más identificado. Y es mucho más positivo para el fútbol.
Hasta la implantación de la Ley Bosman, los clubes solo podían tener un número limitado de jugadores que no pertenecieran a su país. Eso provocaba que llegaran pocos extranjeros y que éstos solo fueran aquellos que mejoraran el nivel de lo que había. Sin embargo, con la legislación actual, se fichan extranjeros a golpe de talonario que, en muchas ocasiones, no mejoran lo que hay. La mejor prueba es el Barcelona, que ha sacado más provecho de jugadores de su filial que de fichajes caros como Ibraimovich.
En cuanto a nivel de selecciones, me decantaría porque se utilizara el “ius sanguinis” a la hora de poder participar con un combinado nacional hasta en los encuentros amistosos. Hay que hacer todo lo posible para evitar que el ridículo galo en Sudáfrica quede para siempre en el pasado.
lunes, 1 de agosto de 2011
Diario As, marxista cultural.
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