El tiempo pasa, los problemas siguen... ¿Y dónde está la solución? - La Nación Digital

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sábado, 29 de octubre de 2011

El tiempo pasa, los problemas siguen... ¿Y dónde está la solución?

El Estado liberal vino a depararnos la esclavitud económica, porque a los obreros, con trágico sarcasmo, se les decía: "Sois libres de trabajar lo que queráis; nadie puede compeleros a que aceptéis unas u otras condiciones; ahora bien: como nosotros somos los ricos, os ofrecemos las condiciones que nos parecen; vosotros, ciudadanos libres, si no queréis, no estáis obligados a aceptarlas; pero vosotros, ciudadanos pobres, si no aceptáis las condiciones que nosotros os impongamos, moriréis de hambre, rodeados de la máxima dignidad liberal". Y así veríais cómo en los países donde se ha llegado a tener Parlamentos más brillantes e instituciones democráticas más finas, no teníais más que separamos unos cientos de metros de los barrios lujosos para encontramos con tugurios infectos donde vivían hacinados los obreros y sus familias, en un límite de decoro casi infrahumano”.
Yo creo que está alzada la bandera. Ahora vamos a defenderla alegremente, poéticamente. Porque hay algunos que frente a la marcha de la revolución creen que para aunar voluntades conviene ofrecer las soluciones más tibias; creen que se debe ocultar en la propaganda todo lo que pueda despertar una emoción o señalar una actitud enérgica y extrema. ¡Qué equivocación! A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!
En estas elecciones votad lo que os parezca menos malo. Pero no saldrá de ahí vuestra España, ni está ahí nuestro marco. Esa es una atmósfera turbia, ya cansada, como de taberna al final de una noche crapulosa. No está ahí nuestro sitio. Yo creo, sí, que soy candidato; pero lo soy sin fe y sin respeto. Y esto lo digo ahora, cuando ello puede hacer que se me retraigan todos los votos. No me importa nada. Nosotros no vamos a ir a disputar a los habituales los restos desabridos de un banquete sucio. Nuestro sitio está fuera, aunque tal vez transitemos, de paso, por el otro. Nuestro sitio está al aire libre, bajo la noche clara, arma al brazo, y en lo alto, las estrellas, Que sigan los demás con sus festines. Nosotros fuera, en vigilancia tensa, fervorosa y segura, ya presentimos el amanecer en la alegría de nuestras entrañas.
(“Discurso de la fundación de Falange Española”, Obras completas de José Antonio Primo de Rivera).

No me parece adecuado sacar a escena, nuevamente, estos fragmentos del discurso fundacional de Falange Española. Han pasado muchos años, demasiados, como para que sigamos ensimismados en el mismo discurso (genial, todo hay que decirlo) sin ser capaces de aplicar o, al menos, dar a conocer la esencia y la vitalidad del mensaje que desprende. No obstante, me veo en la obligación de hacerlo (tratando en lo menos posible de caer en la nostalgia y en el inmovilismo) porque, como suele pasar con gran parte de la obra de José Antonio, es de una rabiosa y muy presente actualidad: elecciones generales que no resolverán los males de España, miseria provocada por el liberalismo económico y político, "revoluciones" que prometen una vida futura mucho mejor (cuando, en realidad, la revolución más importante es la que ha de darse dentro de uno mismo)...

Quizá hoy no seamos esclavos de la economía de una forma muy abierta... pero lo somos del famoso “Estado del Bienestar” o Estado social. El Estado social de Derecho, la tercera etapa del sistema liberal (recuerdo para los "modernos", surgido a finales del siglo XVIII), sustituyó tras la Segunda Guerra Mundial a su “hermano mayor” el Estado democrático, pero las diferencias son mínimas. Hoy se nos habla de la multitud de derechos que recogen nuestras Constituciones y de la gran cantidad de “garantías” que tenemos para defenderlos... aunque está claro que eso es posible en función de la persona, a nivel individual, más que una alegoría a la sociedad en general. Esa intervención estatal en el ámbito de los derechos económicos, dando lugar a la famosa socialdemocracia que tanto se ha alabado en los países nórdicos, no ha tenido otro objetivo que el de producir una ciudadanía obediente y servicial a la economía que ahorrara al Estado los problemas que podía provocar aquella muchedumbre muerta de hambre y desesperada del periodo de entreguerras.
Ahora, en el año 2011, el modelo ha comenzado a perder fuelle y, estoy convencido de ello, asistimos a las últimas horas del Estado social, herido de muerte ante la imposibilidad del capitalismo de seguir retroalimentándose de sí mismo durante mucho más tiempo. ¿Qué vendrá después del fallecimiento del Estado social?

Actualmente, asistimos al conocido fenómeno de los “indignados”. No hace falta ser un línce para saber que ese movimiento trata de salvar o crear otro “Estado del Bienestar” y que su doctrina “no oficial” es el marxismo cultural en sus más diversas ramificaciones. Pero... ¿hacia dónde nos llevan?
Hace poco más de un año que comencé a estudiar Derecho, pero ya son varias las ocasiones en que he escuchado que, en el mundo actual de la globalización y la decisiva influencia de las relaciones internacionales, la institución del Estado como ente que aplica el poder político sobre la población de un determinado territorio tiene cada día menos peso frente a las organizaciones internacionales como la ONU.

Alguno se preguntará qué tendrán que ver los “indignados” con la crisis del Estado. La cuestión es algo compleja; pero si se analiza, se ve que tiene sentido: el Sistema no es estúpido, permite expresar la opinión a los habitantes de los países desarrollados para poder saber qué proponen y, además, utilizar esos argumentos en su propio beneficio diciendo que la democracia es tan maravillosa que permite expresarse hasta a aquellos que quieren, abiertamente, darle muerte (por supuesto, al Sistema también le viene bien tergiversar las palabras de sus opositores para tener a la vista un “malo” al que culpar de los problemas). Por otra parte, los no disidentes se piensan que verdaderamente existe la libertad de expresión, tal y como se entiende la expresión, y que son los ciudadanos quienes tienen el poder; de ahí, precisamente, nacen las manifestaciones de “indignados”. Crecidos por la buena prensa que se da de ellos, éstos aumentan y aumentan... y, un día, nos encontramos con que la protesta es “global” (término en el que la prensa ha hecho mucho hincapié). Probablemente, dentro de un tiempo, la oligarquía mundial trate de vendernos que esas reivindicaciones sólo pueden conducir, para poder crear un mundo más justo, a una economía globalizada totalmente y a un único gobierno mundial porque, nos dirán, esa es la única solución a las protestas realizadas a lo largo de todo el mundo.

En resumen: de golpe y porrazo, el Sistema mostrará su faceta de que los cambios pacíficos se consiguen con las reivindicaciones ciudadanas, de que la libertad existe y de que la solución al problema mundial será un único gobierno y una sola economía para todo el mundo porque “todos somos iguales al vivir en el mismo mundo”. Y, en realidad, lo que se habrá conseguido habrá sido la sumisión del mundo entero en el nombre de la “libertad” y el “progreso”, gracias a los títeres de los “indignados”.
Está cerca, muy cerca... La proxima etapa del sistema demoliberal, que será la cuarta de la Historia, está a la vuelta de la esquina y se llama Nuevo Orden Mundial. Nos espera una sociedad mucho más materialista, mestiza en todos los aspectos y donde el individualismo de cada ser aislado prime muchísimo más que el bien común de toda una comunidad humana.

¿Existe alguna forma de hacer frente a todo esto? Tratar de concienciar a la gente siempre es posible pero se puede acabar muy mal; si no... que se lo pregunten al gran Ramiro Ledesma, asesinado hace hoy 75 años por los defensores de la “libertad” y la “democracia”:
La existencia de cientos y cientos de miles de trabajadores parados y el hecho de que enorme multitud de jóvenes españoles, de todas las clases y profesiones, se encuentran sin tarea firme y alegre, es, entre otros, uno de los síntomas que más contribuyen a empavorecer el drama actual de España.
Pues esos parados y esas juventudes de porvenir incierto no lo están en virtud de una crisis transitoria y concreta, sino que son víctimas de todo un sistema de desorganización y de insolidaridad. La transformación social que propugnamos busca precisamente la organización y la solidaridad de los españoles.
Hay, en efecto, intereses y poderes que son culpables de la realidad deprimente que advertimos. Contra ellos es preciso ir antes que contra ninguna otra cosa, y a desenmascararlos y localizarlos dedicaremos buena parte de nuestras páginas.
Francamente, no está a la vista la fuerza que enarbole con eficacia una bandera como la que, de modo periodístico y con las limitaciones hoy obligadas, nosotros desearíamos servir. Habrá quizá que crearla, y darle vida desde el primer momento, con enorme sinceridad y pureza”.
(“La transformación social”, Nuestra Revolución).

Algo se habrá estado haciendo mal desde hace mucho, pero que mucho, tiempo, para que, leamos lo que leamos, sigamos viendo la misma situación en diarios octogenarios y de actualidad.
El capitalismo, la clase política, el desprecio a la identidad propia y a unos principios y valores que marquen nuestro rumbo... siempre los mismos problemas. ¿Por qué no se les da solución de una vez? Diría que ya va siendo hora.
Hoy, 29 de Octubre, no debemos caer en el error de releer por enésima vez el discurso del Teatro de la Comedia. Ahora, en el año 2011, tenemos que encontrar la manera de poder aplicarlo de una vez por todas. Si no somos capaces de lograrlo, hemos de tener por seguro que la Historia nos juzgará por ello... y no para bien, precisamente.

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