El Real Madrid se siente cómodo en el caos y en el descontrol, cuando nada es lógico y la victoria se decide por pequeños detalles. Como un gol en posible fuera de juego, otro después de una mano, un penalti que se pidió pero que en realidad no fue o un salto magistral de Cristiano. Alguna acción de mérito, pocas, y una serie de errores arbitrales que molestaron a los dos equipos.
Pidió el Madrid fuera de juego de Barral en el gol del Sporting, una acción muy discutible, al límite. Más clara fue la mano de Van der Vaart en el tanto del empate, cuando el holandés se acomodó el balón con los brazos antes de batir a Juan Pablo. Reclamó también el Sporting un penalti que no fue de Arbeloa a Diego Castro justo antes de que Higuaín firmara el tercer gol del Madrid y otro, minutos después, de Sergio Ramos. Todos se sintieron perjudicados y todos pueden sentirse afortunados por los extravíos de Paradas Romero, un árbitro que no creemos que saliera predispuesto a beneficiar o perjudicar a ninguno de los dos conjuntos. Por su trayectoria nos inclinamos más a pensar que, sencillamente, no tiene nivel para estar en Primera.
Fue un cuarto de hora de locura, que nada tuvo que ver con el resto del choque, donde se vio a un Madrid demasiado plano, desconectado y descentrado frente a un buen Sporting, que manejó con soltura y solvencia el partido hasta que se vio por delante en el marcador. A partir de ahí, el caos, la reacción y una victoria muy sufrida, con excesiva polvareda alrededor, del Madrid, que sigue líder y en el que volvió a destacar por encima del resto Cristiano Ronaldo. Se le fichó para grandes empresas, para esas noches que harán historia, pero también para partidos como el del Sporting. Cuando el Madrid está desactivado, sólo él parece capacitado para revolucionar el ambiente y aclarar el panorama. Una dependencia excesiva.
El Madrid no estuvo lúcido, bien controlado por el Sporting, un conjunto descarado, que actúa sin complejos y que no dudó en intentar hacer daño al rival a partir de la posesión del balón. Visitó el Bernabéu siendo fiel a sí mismo, a su filosofía. Se agradece encontrar un equipo así. Llevó su presión muy arriba y puso en un apuro al Madrid, incapaz de ofrecer una salida limpia de la pelota. Tapó a Xabi Alonso y desactivó el juego del Madrid.
Se consumió la primera parte sin mucho que apuntar, salvo un posible penalti de Gregory en el área del Sporting por mano involuntaria. Apenas se reclamó la jugada. Lógico. Fue lo más destacado, junto a un tiro de Higuaín cerca del descanso, la única acción que invitó a la discusión en un tedioso primer tiempo, más aburrido que mirar una pared.
Es en estas situaciones donde se agranda la distancia entre Cristiano y el resto de sus compañeros. El portugués no se cansa de intentarlo, de buscar el balón, de ofrecerse. Nunca se esconde y si una vez no le sale, no tarda en volver a probar fortuna. Es su obligación, de acuerdo, pero coincidiremos en que su interpretación del fútbol incluye una intensidad y un carácter que esta vez les faltó a sus compañeros. En un Madrid que jugó andando, Cristiano se desesperó. Le sobró algún gesto de reproche hacia sus compañeros, comportamiento que nunca corregirá. Si no se mostrara tan vehemente no sería lo que es. Pareció un velocista corriendo entre postes de la luz.
Lo vio mal Pellegrini y en el descanso retiró a Lass, una rémora en los encuentros del Bernabéu, y dio entrada a Guti, que esta vez no mejoró en nada el juego del Madrid, que sólo se activó cuando el Sporting se puso por delante. Fue un golazo de Barral, que mandó un misil a la altura de la cabeza de Casillas en una acción que bien pudo arrancar en fuera de juego. O no. Un dedo de un pie más adelantado o más atrasado, así de justa fue la jugada. Una acción que puso en evidencia a la zaga del Madrid, rota con un simple pase.
El gol despertó al Madrid, que si quiere ganar la Liga no puede permitirse errores. Y contra el Sporting lo estaba cometiendo, y bien grande. Un potentísimo lanzamiento de falta de Cristiano fue despejado a duras penas por Juan Pablo. El rechace cayó cerca de Van der Vaart, que se acomodó el balón con las manos y batió al portero. Apenas dos minutos después llegó el segundo, en un córner que sacó Granero, Cristiano cabeceó de forma espectacular, suspendido en el aire, y Xabi Alonso completó la acción también de cabeza. No marcó esta vez el portugués, pero participó de forma determinante en los dos primeros tantos del Madrid.
Los lamentos del Sporting aumentaron cuando Diego Castro reclamó un penalti por agarrón de Arbeloa. No lo pareció y en el contragolpe Higuaín consiguió el tercero y cerró el choque.
Fue un cuarto de hora loco, como ya ha quedado apuntado. Parecieron demasiado esos cuatro goles para el bajo nivel que tuvo el partido. De ahí al final fueron 20 minutos que aprovechó Pellegrini para dar algo de protagonismo a Gago, que entró por Granero, otra vez demasiado gris, y a Raúl, que sustituyó a Van der Vaart, de nuevo sustituto del lesionado Kaká y otra vez decisivo.
Fuente: AS (www.as.com)
sábado, 20 de marzo de 2010
El Real Madrid gana por 3 goles a 1 al Sporting de Gijón.
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