¿De quién es la responsabilidad de la sangre que corre en África? - La Nación Digital

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miércoles, 19 de octubre de 2011

¿De quién es la responsabilidad de la sangre que corre en África?


(Aviso de que el video resulta bastante impresionable pero que, sin embargo, resulta necesario para poder entender el resto de la entrada).


Si se ha visto de principio a fin, el video nos muestra que los responsables de tan crueles y condenables acciones son grupos armados que, para financiar sus criminales actividades, proveen a las multinacionales de los minerales necesarios para poder llevar a cabo la fabricación de ciertas partes de los componentes de un teléfono móvil cualquiera. De esta manera, las multinacionales son responsables del sufrimiento y desgracias que sufren diariamente muchas personas inocentes en África. Sin embargo, al mismo tiempo que la sociedad de consumo nos vende las maravillas de la telefonía móvil, se nos trata de responsabilizar a los occidentales de la situación de esas personas por adquirir dichos aparatos.
Pero no sólo los teléfonos móviles están salpicados de sangre humana. ¿Quién no ha oído hablar de los famosos “diamantes de sangre”? Minerales escasísimos adquiridos por las multinacionales y cuyo valor será utilizado para financiar a grupos armados mientras, en la otra parte del mundo, un grupo de ricachonas frías y materialistas presumirá ante sus allegadas de lo maravilloso que resulta tener un gigantesco anillo comprado por su marido banquero como forma de pedirle perdón después de que ella lo descubriera “adiestrando” a la becaria que trabaja para él en determinadas “prácticas laborales”.

Hace ya varios días que vi el video que muestro al comienzo de esta entrada. Para ser sincero conmigo mismo y con todos los que me leen, tan sólo he podido verlo una vez porque me resultó demasiado fuerte y directo (supongo que no seré tan fuerte, psicologicamente hablando, como pensé; o, a lo mejor y al contrario de lo que puedan pensar muchos, quizá tenga más sensibilidad y empatía hacia el prójimo de la que normalmente me achacan).
En el video se nos muestran los sucesos que, diariamente, ocurren en varios países del continente africano. La diferencia respecto a otras campañas está en que la representación se lleva a cabo con personas de raza blanca para que los habitantes de los países desarrollados nos sintamos más identificados y el mensaje nos cale más. No obstante, pese a la dureza de las imágenes y la veracidad de lo que muestran (todo ese sufrimiento que viven a diario las personas de esos pueblos me parece inhumano y no hace más que demostrarme lo alejados de Dios y lo miserables que podemos llegar a ser los hombres), he de denunciar que uno de los objetivos del video es el de manipular psicologicamente a la población blanca para que se sienta culpable de lo que allí sucede y, a partir de todo eso, poder así permitir una mayor aceptación de la llegada de inmigrantes subsaharianos a los países europeos.

Normalmente se suele aludir a la “responsabilidad” de los países desarrollados, pero éstos se hayan gobernados por títeres de las oligarquias financieras, que son quienes nos imponen el consumismo al llamado “Primer Mundo”.
Las multinacionales adquieren sin escrúpulos lo que les proporcionan los guerrilleros africanos para después vendérnos sus productos a los ciudadanos de los países desarrollados y tratar, al mismo tiempo, de hacernos sentirnos culpables porque en la sociedad en la que vivimos nos resulte casi obligatorio poseer un teléfono móvil. ¿Cuál es el objetivo de todo esto?
Una vez el europeo se siente culpable de la situación que viven muchos pueblos africanos, resulta mucho más manipulable y apto para asimilar la gran cantidad de población inmigrante que acudirá a su país. En cuanto comience a discrepar con la versión oficial que asegura que el trabajador extranjero beneficia a la economía, rápidamente tendrá en su contra a los arquitectos sociales chantajeandole emocionalmente y haciendole sentir culpable de la situación de esas pobres personas. Parece algo retorcido, ¿pero quién negaría que, una vez llegan a cualquier país desarollado, esos trabajadores inmigrantes provocarán una bajada en los salarios y, por lo tanto, un aumento de beneficios a las empresas, beneficiando así al sistema capitalista?
Como podemos ver, se trata de un gran círculo vicioso en el que toman parte las multinacionales (que explotan los recursos de los países pobres y financian a grupos que únicamente se dedican a asesinar a sus compatriotas), los ciudadanos occidentales (a quienes venden sus productos las multinacionales para después hacerles sentir culpables) y los habitantes de África (quienes llegarán a los países desarrollados como mano de obra barata y sin oposición de una población local que se siente culpable de su desgraciada situación).

Observando este tipo de casos y reflexionando sobre ellos, uno no puede sentir más que una profunda repugnancia ante el mundo que le rodea. Sí, seguramente mi teléfono móvil también esté manchado de sangre (al igual que el de todos los “progres” que presumen de ser tan “tolerantes” y de estar tan “concienciados” con la situación del África negra)... pero, al menos, puedo decir que no soy tan responsable de lo que allí sucede como sí lo serían otras personas. Por ejemplo, hace un tiempo hubo una cierta polémica ante la visita de José Bono a Guinea, antigua colonia española, para entrevistarse con Teodoro Obiang, uno de los dictadores más crueles de África que en su momento ya fuer recibido en España por Zapatero.
No deja de resultar curioso que los mismos individuos que apoyan una ley con el nombre de “Memoria Histórica” y califican el franquismo como “régimen dictatorial” sean luego los primeros en reunirse con un señor que llegó al poder mediante un golpe de Estado y al que se le acusa de infringir repetidamente la normativa internacional respecto a la tortura de prisioneros políticos; como tampoco deja de ser irónico que los partidarios de Bono y Zapatero sean los mismos que presumen de ser partidarios de la libertad y, por ello, traten de concienciarnos a diario de los “beneficios” de la inmigración”, al mismo tiempo que lloriquean por el Alzamiento Nacional (un servidor diría que lo tienen más presente que uno mismo) y jalean a hombres que se reunen con dictadores.

Retomando al tema original, puedo decir que yo mismo y mis compatriotas podemos ser responsables, hasta cierto punto, de la situación de África debido a que adquirimos los productos manchados de sangre que nos ofrecen las multinacionales, pero son éstas las auténticas culpables de todo (no es lo mismo ser responsable involuntario de algo que ser el culpable responsable de la comisión de inhumanos y despreciables delitos).
Ciertamente, debemos aceptar el hecho de que somos una especie destructiva que arrasa con todo lo que encuentra a su paso y que hemos perdido el norte, sobre todo desde que renunciamos a la palabra de Dios y nos convertímos en adoradores de unos falsos ídolos llamados dinero y democracia liberal. Quizá si orientaramos nuestra naturaleza destructiva a la lucha contra las injusticias sociales que vive nuestro mundo podríamos llegar a conseguir hacer algo bueno a partir de un comportamiento tan horrible.
No me estoy posicionando en contra de la guerra. Hace tiempo comprendí que el pacifismo es otro cáncer de nuestra sociedad. La guerra, nos guste o no, es algo natural a nuestra especie y no tiene por qué ser ni buena ni mala, sino necesaria (¿cuántas cosas pueden resultarnos necesarias a pesar de no parecer buenas?). Sin embargo, si juntaramos nuestra sed de justicia y nuestro carácter belicoso ocasional... quién sabe qué podríamos hacer. No hago ningún llamamiento a una “Revolución Mundial”, sino a que cada nación lleve a cabo su propia Revolución Nacional. Quizá algunos países necesiten la ayuda de otros para sacar adelante un proyecto regeneracionista que le salve de las afiladas garras del capitalismo internacional, pero primero deberán tener muy claro cómo y con qué fin llevarán a cabo su propio proyecto y en ese apartado deben recorrer el camino solos. Hoy, más que nunca, el mundo necesita recuperar la fe en Dios y la identidad y la justicia social para cada pueblo del mundo.

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