En una sociedad materialista, podrida espiritualmente y sin principios morales algunos sobre los cuales basar su existencia supone una herejía, a oídos de los necios, denunciar que la promiscuidad sexual no es libertad y que lo que somos lo marcamos nosotros mismos y no las personas que nos rodean y que, de una forma u otra, tratan de influir en nosotros.
Parece mentira que, cumplida una década del siglo XXI, todavía siga siendo tabú hablar de sexo.
En efecto, hoy en día hablar sobre la sexualidad es un tema prohibido en caso de no mostrarse abiertamente partidario del libertinaje sexual, del “todos con todos”y de la indiferencia hacia lo que hagan los demás. Los límites que toda libertad necesita para poder ser vivida han sido destruidos en nombre de la misma, rebajandola al nivel de una ramera que ansia dosis semiletales de alcohol para continuar con una lamentable existencia.
No defiendo el que un individuo se entrometa en la vida de otro, pero no me parece una excusa razonable para callarse ante lo que esté mal y pueda terminar dañando al resto de la sociedad.
Por ejemplo, a mí que una persona que no conozco se drogue no me afecta de forma directa. Sin embargo, ese adicto puede terminar, el día menos pensado, apuñalandome a mí o a algún familiar (circunstancia que seguro que agradaría y mucho a los “progres” de turno, quienes pensarán que la culpa de todo fue del Estado por no legalizar las sustancias que llevaron al “yonki” a tirar de navaja para robar algo con lo que financiarse otra dosis). Diría que con la sexualidad ocurre algo similar: no me afecta para nada que dos imbéciles forniquen en el baño de una discoteca como cerdos en una cochiquera... lo malo, y ahí es cuando todos podemos salir perdiendo, es que sus fluidos sean “generosamente” repartidos por media ciudad por individuos del mismo calibre y que, por culpa de una larga cadena de promiscuos, termine alcanzanos a alguno una gonorrea, sifilis, herpes o SIDA.
Quienes defendemos una sexualidad más auténtica y digna no somos “viejos carcamales surgidos de la caverna” ni “fascistas retrógrados”... tampoco “idiotas a quienes les ha lavado el cerebro el Opus Dei”... Dudo mucho que exista alguien en este mundo que pueda asegurar de que no soy un ser humano como él, con cinco dedos en cada mano, sueños, aspiraciones, problemas... Al fin y al cabo, todos venimos del mismo sitio: la unión de un espermatozoide con un óvulo.
¿Existe una visión de la sexualidad más allá del “folleteo” del sábado noche? Efectivamente, un modo de vida que Jason Evert y Crystalline Padilla defienden a la perfección en estas charlas que imparten a alumnos de instituto:
Esto en España ni se hace ni podría hacerse. Rápidamente saldrían padres escandalizados diciendo que “la extrema derecha busca adoctrinar a los estudiantes de la escuela pública”... Eso sí, a esa misma gente no le parece tan malo que con la derogada “Educación para la Ciudadanía” se incitara a sus hijas a excitar el miembro viril de su compañero de mesa (ahora me imagino que con la nueva “Educación Cívica” se llamará a los estudiantes a que crean en la voluntad de las masas en el sistema democrático y a que acaten sin rechistar lo que salga de las urnas y de las sesiones del Congreso por encima de valores personales que “deben reducirse únicamente al ámbito privado y jamás a la vida pública”).
Pero la defensa de una moral más acorde con el valor de la dignidad del ser humano no debe limitarse a la actividad sexual.
Sin lugar a dudas, la cuestión más espinosa de todos estos asuntos es la del aborto. Mucho se ha hablado y mucho se hablará. Yo sólo voy a decir que personalmente estoy en contra, como he manifestado siempre que he podido, y que no me sentí desengañado con la decisión del Partido Popular de reformar la ley en lugar de derogarla porque el PP es un partido abortista de la misma catadura moral que el PSOE (y que quede bien claro: ¡jamás se me ocurrió votar al Partido Popular!). La vida se defiende de forma absoluta o no se defiende. Aquí no valen las tibiezas: estar a favor del derecho de todo ser humano no nacido a la vida no incluye las famosas excepciones de violación, malformaciones y enfermedad en la que se amparan muchos “católicos” para justificar el asesinato de una vida inocente.
Lo anterior es lo que puedo decir a los memos que aseguran defender la vida y únicamente son unos abortistas camuflados. A los abortistas confesos quizá pueda tenerles algo más de “respeto” (pero muy poco, de ahí el entrecomillado), pero lamento decirles que hasta esta niña tiene más corazón y empatía hacia el prójimo que ellos:
Este mes de marzo puede ser un periodo muy importante para todos aquellos que en alguna ocasión hemos clamado por la derogación de una ley tan injusta como la que permite el asesinato de niños inocentes. Va a ser el momento de que los verdaderos católicos, quienes defendemos la vida de forma verdadera y sin tibiezas, demos un paso al frente y denunciemos a todos aquellos que tratan de llevar nuestras reivindicaciones en dirección a los beneficios electorales del Partido Popular.
Gritemoslo bien claro: ¡O se es provida o se es del Partido Popular! España entera ha de temblar ante nuestro paso. Todos los progresistas, desde el últimos trasnochado seguidor de Dolores Ibárruri hasta los quinceañeros que idolatraban hasta hace poco a Zapatero, deben enterarse de una vez de que no somos el Partido Popular, porque ni nos representa ni nos defiende, y de que en España existe una juventud que no piensa tolerar una barbarie tan inhumana como la eliminación física de unos niños que no son responsables de las circunstancias que les han traído a la existencia en este mundo.
martes, 6 de marzo de 2012
El valor del cuerpo y de la vida humana
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