Editorial 26/09/2011. - La Nación Digital

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lunes, 26 de septiembre de 2011

Editorial 26/09/2011.

Ayer domingo se confirmó el fin de la práctica de la tauromaquia en Cataluña. Como ha sido habitual desde hace mucho tiempo, los detractores de la llamada “Fiesta Nacional” volvieron a hacer su habitual aparición para continuar con su cantinela pese a que ya habían logrado su propósito tiempo atrás.
Antes que nada, “La Nación Digital” quiere dejar bien claro que no se posiciona ni a favor ni en contra de la tauromaquia. La afición a los toros es algo que queda dentro del ámbito personal. Lo que no pensamos es apuntarnos a las “modas” progresistas de las prohibiciones. Ya nos conocemos los argumentos del sufrimiento del animal para justificar su prohibición. Sí, nos parece algo malo que un toro sufra ese trato. Pero, por ejemplo, el fútbol es un deporte que mueve muchísimo dinero y con el que se han llegado a cometer algunos que otros delitos fiscales o de tráfico de personas y nadie prohíbe su práctica, tanto a nivel profesional como de aficionados. Y, dejando al margen los deportes, no deja de llamarnos la atención que los mismos individuos que claman por la prohibición de los espectáculos taurinos se parezcan “sospechosamente” a aquellos que se manifiestan, en algunas ocasiones, por la legalización de sustancias estupefacientes.
Se presume que vivimos en un Estado de Derecho que garantiza nuestras libertades. Y, sin embargo, según el colectivo al que se pertenezca (porque luego en el fondo no somos tan “iguales”) y la región donde se habite se podrán ver limitados los derechos del ciudadano. Ha quedado claro que los colectivos que se posicionan en contra de la familia tradicional pueden salir a la calle una vez al año para “presumir” de su condición a la vez que ensucian medio Madrid; y, sin embargo, los catalanes aficionados a la tauromaquia no pueden asistir a los eventos de la práctica de forma civilizada y dentro de un recinto cerrado.
Por otra parte, desde “La Nación Digital” también queremos criticar la actitud partidista de ciertos sectores políticos dentro de este debate. Por un lado, los progresistas socialdemócratas que se creen “de izquierdas”, llámense PSOE o Esquerra Republicana, se muestran partidarios de la prohibición (ellos mismos que continuamente están desenterrando a Francisco Franco de la tumba para quejarse) y lograr algún que otro voto “antitaurino”; mientras que, por la otra parte, el liberal PP trata de mostrar una imagen de “partido que defiende las tradiciones españolas” que no le pega nada, por muchas connotaciones negativas que le pongan sus opositores políticos al referirse a dicha formación.
Está claro que no existe un derecho como tal de asistir a los espectáculos taurinos. No obstante, en una época marcada por una concepción libertina y egoísta del individuo como tal, nos resulta muy hipócrita la postura del “en mi vida no te metas” argumentado frecuentemente por los mismos que luego prohíben el tabaco y los toros amparándose en la salud y la moral ajena.
Queremos terminar esta editorial llamando al Estado a que cumpla las obligaciones que, según nos venden a diario en la prensa, tiene respecto a los ciudadanos. ¡Si tenemos derechos, queremos verlos cumplidos!

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