«La perspectiva de género nos viene a decir que, las diferencias entre hombres y mujeres responden a una percepción cultural, social y psicológica y no a condiciones biológicas. En otras palabras, la sociedad inventa las diferencias entre los sexos, éstas no tienen un origen natural. (…)
El sexo se basa en el aspecto externo, fisiológico de la persona y el género en los comportamientos, actitudes, pensamientos de hombres y mujeres de acuerdo a un orden preestablecido.»
Todo lo que le ha pasado a la mujer es por culpa de la sociedad, es por culpa de la sociedad que la mujer siempre haya sido “obligada” a llevar a cabo ciertas pautas de comportamiento, es por culpa de la sociedad que la mujer sea femenina. Esa afirmación es la que sale de todo marxista o persona con “preocupaciones” sociales en la modernidad, achacando lo femenino, como se ha dicho, a una imposición, puesto que lo masculino y lo femenino forman parte de lo cultural, mientras que ser macho o hembra forman parte de lo biológico, algo sin valor en un mundo basado exclusivamente en lo racional; así piensan seres de tan agudizado ingenio, así piensa todo animal marxista de la modernidad.
Esquema interpretativo del dualismo marxista-cultural propuesto por los ideólogos a sueldo de CC.OO., con el que nos intentan convencer de lo arbitrario de lo femenino y de lo masculino, constituyendo meras opciones transmitidas socialmente o una imposición cultural.
Yo pienso que es ahora cuando a las mujeres se les está diciendo e imponiendo cómo tienen que ser, mucho más que antes, más que nunca. Las mujeres, también los hombres, reciben constantemente información sobre pautas de comportamientos desde la televisión, recibiendo órdenes de los ingenieros sociales, ingenieros que no están en la capilla o en el Vaticano, sino en un cómodo sillón en Los Ángeles, en un Ministerio, en los programas de sobremesa de las televisiones públicas y privadas, en el Forem, en las aulas de los colegios, institutos y universidades, en la psuedocultura de consumo, etc. Así que mujeres, desengañaros, no sois libres, ahora no estáis liberadas, sino perspicazmente orientadas hacia un fin, inteligentemente manipuladas y engañadas, astutamente esclavizadas, sibilinamente enseñadas sobre lo que es ser libre o no por y para unos interesados.
Hablando de sexo y de género ya entramos de lleno en el combate cultural, pues en esa dualización existe el esfuerzo real de estos marxistas culturales por desnaturalizar el mundo y generar una confrontación entre sexos en un plano cultural, un mundo, al parecer, aislado del biológico. Yo afirmo que no tenemos género, sino sexo.
Según los ingenieros sociales, reitero, el sexo se refiere a lo meramente biológico, mientras que el género designa algo cultural, algo que es, al parecer, transmitido culturalmente y que establece la diferencia entre lo masculino y lo femenino; de esta forma lo femenino y lo masculino son opciones culturales y no una imposición biológica. Aunque en el siguiente enlace se confunde lo sexual con lo “de género” –a lo cual se le achaca la culpa de toda desigualdad en el panfleto que hacemos referencia–, la siguiente noticia no deja de adquirir una delirante y aplastante lógica en un mundo que pensaba que no la tenía (jaja); pero claro, se trata de una lógica marxista cultural o promovida por tal ideología: Bebé criado sin identidad sexual en Canadá desata polémica
Según el panfleto en el que basamos este escrito, lo cultural es la base de toda desigualdad y puede evolucionar, puesto que no es inmodificable: por ello es el terreno cultural el campo de batalla. Debo recalcar lo de “evolucionar”, porque ello conlleva que la evolución va dirigida irremisiblemente hacia la igualdad (no lo dicen en el esquema, pero se sobreentiende), y hacia ese fin va enderezado todo el esfuerzo del ingeniero social: eliminación de lo masculino y de lo femenino, pues ante la pretensión de igualarse desaparecen ambos, ¿y qué surge? A mí esta dualidad me parece peligrosa (es decir, la de dos mundos, un mundo biológico y otro cultural tal como expone el ingeniero social), pues no hay necesidad de desvirtuar lo biológico, ya que lo biológico da lugar a, ¡determina!, lo cultural; y de hecho es lo que determina el papel de cada cual dentro de una cultura. Es lo biológico lo que determina el comportamiento social de la mujer y del hombre. Desnaturalizar la vida humana es una calamidad. En definitiva, vivimos en un mundo donde claramente se quiere eliminar el carácter propio de lo eterno femenino y de lo eterno masculino, crear un mundo donde como mínimo lo femenino y lo masculino sean opcionales, pues según el nuevo orden moral lo masculino y lo femenino constatan imposiciones sociales en el hombre y en la mujer.
Si se relativiza –o se obvia– toda diferenciación natural biológica, dando prioridad a ese nuevo mundo de género –inventado–, es posible construir ese ideal marxista del “hombre nuevo”; de esta forma respondemos a la pregunta “¿y qué surge?”. Surge ese ser humano que no es ni hombre ni mujer, que no es una construcción natural, sino artificial, de género, racional, de ingeniería, escrupulosamente cultural y social, como el que hace un muñeco, un ser de serie, estandarizado, mecanizando y sin identidad. Lo natural, lo real, lo inmutable, siempre ha sido un muro imposible de derrumbar para cualquier idealista que basa su mundo en imaginerías, por ello construyen un mundo alejado de lo biológico, es decir, el susodicho mundo de “género”, una dimensión aparte donde ya, bajo parámetros racionales, bajo la estela del combate cultural, puede pugnarse lo biológico y reducir a hombres y a mujeres a lo mismo, ¡a lo mismo! Pero eso será imposible, pues el orden natural de las cosas siempre vuelve a su cauce a pesar de la locura de unos que establecen un orden racional a la desesperada, forzado, irreal y completamente dañino e injusto.
¿Vamos a consentir esto?... ¡No!■
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