El Barça continúa teniendo la patente del gusto y la efectividad. Sigue fiel al mismo modus operandi al que nos tiene acostumbrados desde que Guardiola es su ideólogo. Primero machaca, sin preguntar ni avisar. Luego regala obras de arte para buscar más adeptos y, para colmo, hipnotiza a sus rivales y duerme los partidos con su toque para evitar sustos de última hora. Así, no sólo vence sino que se marcha ovacionado de los estadios que visita. Ayer, en Santander, no fue una excepción.
Esta vez sólo tardó dos minutos en poner en marcha la maquinaria y en tirar por la borda el plan ideado por Portugal. Bastó con que Xavi, Iniesta y Messi se asociarán de nuevo para lanzar dos mensajes. Uno inmediato, al Racing: se necesita algo más que casta para plantarle cara. Otro dedicado a sus futuros adversarios: las ansias de campeón aún no están saciadas. Desde ese momento pasó algún que otro apuro, es cierto; pero también dejó la misma sensación de siempre como respuesta: mata cuando se lo propone.
El tanto inicial, originado una vez más en las botas de Iniesta y culminado con la magia habitual de Messi (en esta ocasión vaselina con la derecha), silenció El Sardinero pero encorajinó aún más al Racing. Arana y Tchité intentaron probar desde lejos a Valdés y el centro del campo cántabro trabó el juego culé como tenía ensayado. Con mucha presión y las menores patadas posibles. El Racing se sentía herido pero no exhausto. Mordía y se defendía. Tenía opciones y quería agotarlas. Hasta que Iniesta volvió a aparecer para disolver ese pensamiento. Esta vez ni siquiera necesitó asociarse con nadie, como esta joya suele. Se encontró a cinco metros de la frontal con un despeje de puños centrado de Toño y lo devolvió a su lugar de origen, la portería, con sutileza y con calidad. Otro hubiera enviado el regalo al gallinero. Él no. 0-2.
El Racing aún tuvo oportunidad de continuar en la batalla. Francis fue objeto de un penalti inexistente por parte de Maxwell y Tchité, lanzador por inspiración, no lo convirtió. El burundés erraba aunque también es justo decir que Valdés acertó. La grada cargó contra su nueve por acumulación y pondrá velas hoy mismo para que el final del mercado traiga un sustituto.
El desenlace. El resto del partido fue el esperado. El físico abandonó al Racing y con su fatiga aparecieron sus defectos a la par que la comodidad del Barça en la posesión. Guardiola introdujo a Pedro para contrarrestar con su chispa la posible y lógica relajación. Villa se contagió y quiso unirse a la fiesta en un estadio en el que no solía brillar: cabeceó sin despeinarse un centro a la carta de Alves. Ahí murió definitivamente el choque, si alguien, a esas horas, aún lo veía con vida. Sobre todo no hubo más sangre por la generosidad de Messi, que al tener enfrente a su amigo Henrique (cedido por el Barça en Santander), prefirió trotar para no dejar víctimas por el camino.
La afición local se marchó aliviada por haber caído de pie, y no arrastrada como con Mandiá, e incluso se dirigió a casa ilusionada al prever que al fin Ariel traerá alegrías. El Barça, por su parte, volvió a la suya mirando al resto por el retrovisor. Como lo recordábamos.
Fuente: AS (www.as.com)
lunes, 30 de agosto de 2010
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