En el nombre de la democracia. - La Nación Digital

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lunes, 9 de agosto de 2010

En el nombre de la democracia.

Muchas veces oímos críticas hacia la religión, basadas en que hay personas que llegan a matar en nombre de su dios. Por supuesto, esas actitudes son despreciables, y se encuentran en todas las religiones, predominando en la musulmana abiertamente.
Sin embargo, con el abandono progresivo de la Humanidad hacia todo lo relacionado con la espiritualidad, el ser humano ha encontrado un nuevo ídolo a quien defender y sobre quien justificar la carga moral de sus actos. Estoy hablando de la democracia.
Desde la Grecia Antigua, el sistema democrático se ha defendido como el más justo. Actualmente se defiende su utilidad como el menos malo de todos los posibles. Pero de todos modos, el hombre occidental de hoy se ha radicalizado en tal exceso que todos sus actos se orientan a preservar, honrar y defender el nombre de la democracia, la diosa de nuestra era contemporánea.
Con la irrupción de la Revolución Francesa, liderada por masones, comenzó la deificación de la democracia. Con el argumento democrático por bandera, los líderes políticos agitaron las masas ignorantes en defensa de sus intereses, llegando a su punto álgido bajo el conocido como “reino del terror” (1792-1795), donde todo aquel individuo que no manifestara ser un demócrata radical o jacobino era pasado por la guillotina sin miramiento alguno. En esta época comenzaron las persecuciones a las congregaciones religiosas cristianas, con multitud de curas y monjas huyendo de Francia en dirección a España y Sudamérica.
Sin embargo, semejante orgía de sangre también se llevo al líder jacobino Robespierre.
El hombre de a pie se liberó del feudalismo y de la servidumbre…a costa de su dignidad. Tal y como decía Jose Antonio Primo de Rivera, los liberales dieron derechos al pueblo, pero aprovechándose de su situación, dándoles a elegir entre una muerte digna o una vida de miseria.
Una vez entra el liberalismo en escena, emplea los términos democracia y libertad sin ningún miramiento para conseguir sus objetivos: que la burguesía adinerada y capitalista tenga más privilegios y acceda al poder político.
Con el paso del tiempo, como el liberalismo ha sido incapaz de llevar a una situación digna a las clases más bajas, surge el marxismo, que será el nuevo “defensor” de la libertad y la democracia. Pero al igual que los liberales masones de la Revolución Francesa, en cuanto tomen el poder, los marxistas demostrarán ser unos sanguinarios sin escrúpulo alguno, como demuestran con la Revolución Rusa estando Lenin al mando de los comunistas rusos.
El ejemplo de Rusia será tomado por sus congéneres europeos, quienes tratarán de aprovechar la democracia para llegar al poder. Con su “defensa” de los derechos y libertades democráticos llegarán a las clases bajas, ignorantes y desesperadas, que se echarán a los brazos del cáncer marxista.
Su actitud es muy parecida a la empleada por Hitler: llegar al poder mediante la democracia. Sin embargo, Hitler había manifestado su profundo rechazo y desprecio a los sistemas parlamentarios, diciendo que si accedía al poder se encargaría de eliminar aquellos grilletes que oprimían al pueblo alemán. Por el contrario, los marxistas de toda Europa admiraban al dictador Stalin al mismo tiempo que decían ser demócratas. ¿La diferencia?. Hitler fue sincero y llevó a su pueblo a una etapa próspera en cuanto a nivel de vida, mientras que los marxistas afirmaban defender a la clase obrera cuando esta era explotada en la Rusia que tanto admiraban.
En España tenemos el ejemplo del Frente Popular. Por mucho que algunos digan que sus primeros ministros fueron los burgueses de la Izquierda Republicana de Azaña, en la calle eran mayoría los socialistas y los comunistas, especialmente los primeros, cuyo líder sindicalista Largo Caballero advertía que la democracia sería útil mientras sirviera a sus intereses, y que si en España debía haber alguna dictadura, preferentemente debería ser la de la izquierda.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial es visto por los demócratas radicales como la defensa de la “libertad” y la “democracia” frente al fascismo internacional encarnado en Alemania e Italia. Entonces, ¿puede alguien explicarme que pintaba la Unión Soviética junto a las democracias occidentales?. Según algunos, necesitaba aliados para defenderse de la agresión alemana. Los mismos que defienden esto son los mismos que dicen que el Frente Popular español era democrático y que en 1936 nadie veía que fuera a haber una Guerra Civil.
Una vez que la Segunda Guerra Mundial fue mostrada al mundo como una cruzada en defensa de la democracia, los americanos se sintieron los más adalides de todos, lo que les debió de dar autoridad moral para hacer explotar bombas atómicas experimentales (diseñadas por judíos) en poblaciones civiles japonesas (Hiroshima y Nagasaki) en Agosto de 1945.
Meses antes, en Febrero, los americanos y sus amigos británicos habían soltado gran cantidad de bombas incendiarias en Dresde, una ciudad alemana, que provocaron que muchos civiles alemanes murieran abrasados y cuyos cuerpos quedaron carbonizados.
En ambos casos, las ciudades no eran de interés militar, únicamente había civiles desprotegidos.
A los bombardeos de Dresde habría que añadir las violaciones en masa de mujeres alemanas llevadas a cabo por el Ejército Rojo, que obedecía órdenes de Moscú y del judaísmo internacional.
Si juntamos todos los hechos mencionados, el pueblo que más sufrió los efectos de la Segunda Guerra Mundial fue el alemán, por que primero derrocaron a un gobierno que les había librado del control financiero de Nueva York, después les quisieron despojar de su identidad, y finalmente sus civiles fueron humillados y asesinados por gran parte de Europa.
Y para estos sucesos no ha habido juicios de Nuremberg a puerta cerrada ni torturas para obligar a confesar a los interrogados. Simplemente, eran los vencedores de una guerra que estaba a punto de terminar y eso les daba todo el derecho del mundo a eliminar al enemigo moralmente.
Tras la imposición de la democracia liberal y el capitalismo, dos naciones tomaron el control del mundo: Estados Unidos e Israel (tras la creación del estado judío). Ambas naciones están muy relacionadas por la acción de los lobbies financieros judíos en la Bolsa, y yo sospecho que quien lleva los pantalones en la relación es Israel.
Recientemente hemos visto nuevas acciones de los “defensores de la democracia”. En 2003, Estados Unidos decidía invadir Irak y derrocar al régimen de Sadam Husein, acusándole de acoger a terroristas de Al-Qaeda. Con la excusa de instaurar un gobierno democrático, los americanos entraron en Irak, pero para hacerse con los pozos petrolíferos para sus multinacionales. Siete años después, Irak es un país inestable, invadido por tropas occidentales (entre las que se encuentran las españolas que Zapatero prometió retirar) y cuyos problemas no parecen tener solución. Y, quizá, lo más triste de todo sea que los soldados estén allí estén arriesgando sus vidas únicamente por defender el petróleo judeo-americano en lugar de la democracia, como creen ellos.
Aunque seguramente es Israel quien se ha convertido en el mayor “defensor” de la democracia y la libertad del siglo XXI. Debido a que muchos consideran a este estado sionista el primer bastión occidental de defensa contra el Islam ante la amenaza que los mahometanos suponen para la civilización occidental, esto les ha dado impunidad a la hora de llevar a cabo sus acciones represivas contra la población palestina. Por que al igual que no todos los vascos son de ETA, no todos los palestinos son de Hamás.
Matar, violar, robar, humillar, arrojar armamento en fase experimental…todas estas cosas son delitos justificables si se hacen en nombre de la democracia. ¿Qué diferencia hay entre matar en nombre de la democracia, de Dios, de Alá o de Yahvé?. Y que conste que jamás apoyaría el matar a nadie en nombre de Jesucristo.
Lo que queda claro es que matar en nombre de la democracia no se considera delito y es jaleado por los defensores de la libertad, lo que explicaría por qué los socialistas reían los asesinatos que ETA cometía durante el final del franquismo, incluyendo el del almirante Carrero Blanco.

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