Iniesta no jugó en Getafe. El Barcelona podría haber hecho un partido igual de malo con él en el campo. O no. Con él podría haber ganado, perdido o empatado. Incluso sin él, el disparo final de Messi podría haber entrado tras tocar el poste. Que el Barcelona largara uno de los peores partidos de la 'era Guardiola' hace siete días sin el centrocampista manchego puede ser casual. El resultado al final es algo poco menos que aleatorio. Pero el hecho incuestionable es que el Barcelona es más Barcelona y es mejor Barcelona con Andrés Iniesta. La lógica del fútbol: las normas del buen fútbol.
Iniesta lo cambia todo y es la metáfora perfecta de un equipo que pide pista más obligado que nunca y en cuenta atrás hacia el Bernabéu. Los problemas musculares han impedido a Iniesta operar con regularidad en esta Liga. Como se lo han impedido a Cesc, Alexis, Pedro, Piqué o Puyol. Ahora, con la enfermería casi vacía, el Barcelona dibuja un estado de bienestar al que le queda pasar la prueba del Carbono 14: brillar fuera de casa, impedir que la Liga se tiña de blanco en el cubil del eterno rival. Pero lo hará con Iniesta y eso lo cambia todo: él devuelve el aire y la magia, conecta el centro del campo y el ataque, pone en marcha los circuitos, descarga a Xavi, alimenta a Cesc y acompaña a Messi. La presencia de Iniesta con la varita mágica a punto es mucho más que un motivo para el optimismo. El ayudó a que la noche fuera plácida con una actuación que desencuadernó al Levante. Valga como ejemplo la maravillosa asistencia de tacón a Cesc en el 1-0 o el toque imposiblemente rápido para habilitar a Cuenca en el 3-0 antes que la defensa granota pudiera ni bascular ni pensar en hacerlo. Un asesino elegante que baila claqué. Pero un asesino por encima de todo.
¿Pistas para el Bernabéu?
El Levante había encajado siete goles en siete partidos fuera de casa y se llevó cinco, y gracias, de un Camp Nou donde los males del Barcelona son apenas un eco lejano. Ningún gol encajado, 39 a favor y una suma de recitales que hace más difícil explicar las tristes prestaciones de San Sebastián o Getafe. El Levante llegó como cuarto clasificado pero supo que estaba fuera del partido demasiado pronto. Capeó, con tres goles ya en el zurrón, el temporal hasta el descanso y se agotó física y mentalmente en el segundo tiempo. Salió goleado y recibió el indulto de Messi, que marcó un gol y dejó escapar unos cuantos por un puñado de centímetros, en la línea de gol o en remates francos.
La cuestión a siete días del Bernabéu es cómo de fiable es este partido para interpretar al tantas veces imposible de interpretar Guardiola. En una política pura de picos de rendimiento y estados de forma, se podría apostar por la defensa de tres, la sublimación del toque en el centro del campo y el riesgo máximo atrás. El Levante, tímido recordatorio, obligó a dos paradas excelentes a Valdés ante un Barcelona volcado hacia Munúa que cerró con Abidal, Mascherano y Puyol. Sin Piqué, sin Alves, sin Villa, sin Thiago... Guardiola apostó por rapidez atrás, bandas muy abiertas con Alexis y Cuenca y las combinaciones, recombinaciones e incursiones constantes de Iniesta, Messi y Cesc al toque de corneta de Xavi. Y el Barcelona tuvo todo lo que suele tener y no tuvo en Getafe: ritmo, verticalidad, presión agresiva, chispa creativa, velocidad de piernas y pensamiento. Es decir, fútbol; Su fútbol.
Ahora el Barcelona tendrá que probar su forma y su fondo en el Bernabéu, donde y como lo ha hecho en temporadas pasadas pero con la presión añadida de ser esta vez el cazador. Aunque también con buenas noticias: la clase descarada de Isaac Cuenca y la recuperación plena de Iniesta, Alexis o un Cesc que interpreta a la perfección el juego de espejos que quiere Guardiola para el puesto de falso '9': crear espacios, romper desde la segunda línea, rematar con instinto. El Barcelona, en fin, irá con toda su pompa y circunstancia a visitar a un Real Madrid que le recibirá con toda su pompa y circunstancia. Será el gran Clásico, será en siete días, será un envite tremendo por la Liga y será, o eso esperamos porque tiene todos los mimbres para serlo, un partido de fútbol maravilloso.
Fuente: AS (www.as.com)
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