Una reflexión sobre la pena y la lástima: una diatriba contra los "tolerantes"
La pena y la lástima son dos venenos casi sinónimos, y digo casi por no decir idénticos. Beber de ellos te convierten en un esclavo. Si, te convierten en eso, y siendo esclavo no ayudas a nadie. Es que sentir pena no te hace más humano, sino más gilipollas. Y disculpen el exabrupto, pero esa palabra es, objetivamente, la adecuada. Una cosa es sentir empatía por el dolor ajeno y otra vivirlo como si te doliera a ti. Una cosa es comprender un dolor ajeno y otra ver en el que sufre necesariamente una víctima o un ser que merece piedad, es decir, tu servidumbre hacia quien padece, tu esclavitud hacia el débil. Quejicas, flojos, vagos, pordioseros son los que dan pena y viven de ella, los que os dan su veneno y... picáis como moscas. Aquel que sufre de verdad no comparte su dolor, no lo expone, aquel que sufre de verdad no comparte su herida infecta, se la cura, pues quiere evitar el contagio. Presbíteros, monjas, capillitas, oenegetas, así llamo yo a los que son dichosos ante la servidumbre hacia la piedad, personas que beben de ese veneno de la misma forma que lo suministran.
Ser débil es hoy lo bueno, pues todo el mundo busca ser merecedor de la compasión de los otros, cual niños faltos de cariño que no se bastan a sí mismos. Seres incompletos, sumidos en la desesperación de sus propias carnes, son los que aúllan por las calles en silencio, clamando piedad, detestando la fuerza, ocupando plazas o jactándose de ser revolucionarios y rebeldes, además de víctimas de todo, sobre su fungoso sofá. Hoy es la debilidad la fuerza, hoy es la compasión la fuerza, hoy es el bello y esculpido Apolo una ofensa, no digamos ya Ares o Zeus. Salgo a la calle y me sorprendo por no ser quemado vivo.
Y ya sé que el mundo es cruel, ya sé que el mundo es una calamidad, pero por ello debemos ser alegres, debemos suministrar esa alegría paradójica que Clément Rosset me mostró, que me mostró como guía, dándome un arma para enfrentarme a los monstruos que me aturden. Es por su crueldad que el mundo necesita la auténtica fuerza, y una auténtica belleza, y una verdadera ética que ponga en orden este caos que nos ha tocado vivir. Y vayamos a lo cruel. Este vídeo que sigue es estremecedor, nadie en su sano juicio puede ser ajeno al sufrimiento que en él se ve plasmado y nadie en su sano juicio puede celebrarlo. En él vemos a auténticas víctimas de la sinrazón humana, en él también vemos a bien alimentados oenegetas:
No me divierte saber que eso ocurre en el mundo, no me divierte en absoluto, pero paradójicamente río, río consciente de la miseria, consciente de todas las injusticias: ser débil no os salvará, ni ayudará a nadie. Pero por qué me intentan inducir el sentimiento de culpabilidad, porque intentan debilitarme, por qué pretenden turbarme la razón y el buen juicio, por qué me hacen responsable de los males del mundo, cuando sabemos que la pobreza en el tercer mundo es anterior al colonialismo, ni es provocada por el hombre blanco.
Esas imágenes son las que provocan que los europeos y los occidentales en general no ofrezcan resistencia ante la venida de hombres y mujeres tercermundistas a su suelo. Esos oenegetas que ofrecen esas imágenes saben perfectamente que esos niños no van a ir a Europa jamás, que morirán en el mismo suelo que nacieron: esas imágenes fundamentan la idea mítica del "pobre(cito) inmigrante"; no obstante los oenegetas explotan y trafican su miseria humana, propiciando que el capitalista tenga mano de obra barata, que el marxista cultural pueda destruir Europa en sangre y en valores, y que el oenegeta pueda conseguir su donativo; como veis son demasiados los beneficiados en todo esto, por lo que no seáis ingenuos: mientras el problema (mientras su negocio) sea rentable... seguirá. Esto también ayuda a la psique del hombre europeo a sentirse culpable de su condición, de verse feo con su piel blanca e indeseable por la sangre que bombea su corazón. La pena, la lástima, la piedad, la compasión, eso es lo que corroe a Europa, eso es lo que corroe en los hombres de ahora, un mal de conciencia, una mala rumia. Ya Nietzsche lo denunció, ya Nietzsche nos avisó... pero nadie escucha a los hombres intempestivos excepto unos pocos.
Y ahora qué, cuando os deis cuenta de todo lo que habéis hecho, cuando os deis cuenta de lo que habéis provocado, cuando os deis cuenta del engaño, no será la tolerancia la que os vaya a salvar, si acaso os matará. ¿Qué haréis cuando sintáis el frio hierro del machete en vuestro cuello? ¿Qué haréis cuando escuchéis los jadeos de vuestra novia violada en grupo? Os arrepentiréis de todo y entonces os sentiréis culpables de otra forma, y os diréis: «Qué mejor habría sido ser intolerante, aunque pueda ser una inmoralidad. Mil veces mejor una inmoralidad que una estupidez. Mil veces mejor ser el malvado en un mundo de bonachones mojigatos». Y yo os digo, bestia entre las bestias: ¡temedme, buenos corderitos, temedme a conciencia y desearme un final atroz!, pero darme las gracias, pues yo mantengo, paradójicamente, vuestra esperanza viva en vistas de que vuestro señor o vuestros Dios os salvará. ¡Ingenuos! Yo y mis iguales danzaremos y beberemos sobre vuestros cadáveres, sobre los vuestros y sobre otros venidos de lejos, los cadáveres de los últimos hombres.■
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