El Baúl de la Historia: "La conquista de la Península Itálica y el Mediterráneo" (Parte II) - La Nación Digital

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miércoles, 18 de enero de 2012

El Baúl de la Historia: "La conquista de la Península Itálica y el Mediterráneo" (Parte II)

Después de conseguir el dominio de África y consolidarse como una de las grandes potencias del Mediterráneo, Roma siguió con las conquistas en Grecia y Macedonia y se planteó una conquista organizada de la Península Ibérica, la cual fue muy dura debido a la resistencia indígena.

Los romanos llevaban en territorio hispano desde el año 218 a.C., tras las Guerras Púnicas, y en el año 197 a.C. dividieron la península en dos provincias: Hispania Ulterior e Hispania Citerior. Tras un tiempo de calma después de conseguir la conquista, en el año 154 a.C. hubo una revuelta iniciada por el caudillo lusitano Viriato, el cual fue asesinado en el año 139 a.C. Con la muerte de Viriato y la destrucción de Numancia en el año 133 a.C., se inició la romanización definitiva de la Península Ibérica.

Durante el siglo I a.C. se ampliaron las fronteras del territorio romano con el inicio de la conquista de Numidia en África, las luchas en Oriente (Grecia y las provincias de Asia), la anexión de Iliria, Armenia y Chipre, la organización de territorios galos, germanos y britanos y la conquista de Egipto.

Toda esta expansión territorial produjo, en Roma, unos cambios que provocaron una grave situación interna debido a los productos llegados desde todo el Imperio a bajo precio con los cuales los pequeños propietarios no podían competir, lo que hizo que abandonaran sus tierras dejándolas en manos de los latifundistas, y también debido a la llegada masiva de esclavos, lo que limitó las posibilidades de trabajo de los ciudadanos libres. También hay que tener en cuenta los beneficios de la conquista, que sólo pertenecían a una minoría, la cual se enriquecía mientras la población se empobrecía cada vez más. Como reacción a esta situación, los hermanos Tiberio y Gayo Graco, tribunos de la plebe, intentaron llevar a cabo alguna reforma agraria, propuestas que chocaban con los intereses de los latifundistas. Ambos hermanos fueron asesinados, pero sus ideas continuaron vigentes, puesto que el problema social se radicalizaba cada vez más.
Políticamente hubo una ruptura que quedó reflejada en la creación de dos partidos: los optimates (conservadores) y los populares (reformistas y revolucionarios). Uno de los hombres que intentó conseguir el poder unipersonal fue Mario, de los populares, quien consiguió victorias militares como por ejemplo la guerra contra el rey Yugurta en Numidia, y quien, gracias a ellas, fue representante del partido de los populares y elegido seis veces cónsul, hecho ilegal, puesto que se podía ser elegido cónsul sólo para un año.

Tras esto, se produjo un nuevo conflicto social, una guerra social desatada entre romanos e italianos, puesto que los italianos eran considerados no romanos y reclamaban su igualación con los romanos. En el año 88 a.C. consiguieron su derecho de ciudadanía.

En el mismo año, Sula, del partido de los optimates, accedió al consulado, renaciendo las disputas con el partido de los populares. Sula se embarcó para ir a luchar contra el rey Mitrídates, rey del Ponto, un lugar situado en una provincia romana de Asia Menor, momento que Mario aprovechó para hacerse con Roma y promulgar el terror entre los ciudadanos promulgando muchas condenas a muerte. Se autoproclamó cónsul, ejerciendo como tal hasta que murió en 86 a.C.

En el año 83 a.C. Sula regresó a Roma, vengándose de sus enemigos publicando listas de los senadores condenados a muerte. Se autoproclamó dictador hasta que murió en el año 79 a.C.

En el año 73 a.C. tuvo lugar la famosa rebelión de esclavos encabezada por Espartaco y que se extendió por toda Italia, derrotando varias veces al ejército romano. Los esclavos fueron finalmente derrotados por Craso y Pompeyo, quienes crucificaron a Espartaco y a los que organizaron la revuelta en las afueras de Roma, en la Vía Apia, para que sirvieran de ejemplo para los demás esclavos. Aún así, la situación de los esclavos mejoró.

El siglo I a.C. fue un siglo de grandes desórdenes sociales y políticos. De éste siglo se conoce, también, la famosa Conjura de Catilina contra la República de Roma en el año 63 a.C., conjura que fue descubierta por el cónsul y gran orador Cicerón.

Durante este siglo surgió también el primer triunvirato de la Historia de Roma, formado por Pompeyo, César y Craso. Pompeyo, del partido de los optimates, había ganado una gran importancia militar, pues derrotó a Sertorio, quien intentaba organizar gran parte de Hispania como un Estado romano independiente de Roma, conquistó Siria, venció a Mitrídates… Tras esto, se alió con Craso y con Julio César, formando el primer triunvirato en el año 60 a.C., en el cual Pompeyo aportaba el ejército, Craso el dinero y César, el apoyo de los populares. Tras la formación del primer triunvirato, César inició la conquista de las Galias, las cuales duraron siete años y sobre las cuales él mismo escribió un libro, y amplió las fronteras del territorio romano anexionando Francia, Bélgica y Suiza, lo cual le dio un gran prestigio, un ejército numeroso y gran riqueza.

Mientras esto sucedía, Craso murió en Oriente. Con esto, Pompeyo se autoproclamó cónsul único, rompiendo el triunvirato, en el año 52 a.C. César reaccionó a la actuación de Pompeyo regresando a Roma y ocupando la ciudad, lo que desató una guerra civil que duró un año (49-48 a.C.). César derrotó a Pompeyo en la Batalla de Farsalia (Grecia). Tras esto, Pompeyo se refugió en Egipto.

César se autoproclamó dictador, y más tarde, cónsul. Aumentó el número de magistrados y senadores y obtuvo un gran apoyo de los plebeyos, pues repartió tierras al pueblo, concedió muchos derechos de ciudadanía e hizo construir grandes edificios públicos en la ciudad. No se sabía exactamente cuáles eran las intenciones de César, pero los senadores suponían que quería convertirse en rey de Roma y convertir la República en una Monarquía nuevamente, lo que suponía un peligro para los mismos senadores; por ello, César fue asesinado el 15 de marzo del año 44 a.C., lo que se conoce como idus de Marzo, por Casio y por Bruto, su hijo adoptivo.

Después del asesinato de Julio César, Marco Antonio provocó una revuelta para hacerse con el poder, pero éste tenía que competir con más hombres que también querían el poder sobre Roma, como por ejemplo Lépido, jefe del ejército de César, y Octavio, bis-sobrino de César adoptado por testamento. Éstos tres crearon el segundo triunvirato, condenando a 300 senadores y derrotando a Casio y a Bruto en la Batalla de Filipos en el año 42 a.C., y luego se repartieron los territorios que formaban parte del territorio romano, gobernando Marco Antonio en Oriente, Lépido en África y Octavio en Occidente. Más tarde, Marco Antonio y Octavio excluyeron a Lépido del poder y se repartieron entre los dos el poder de Roma.

Después de esto, surgió un nuevo conflicto: Marco Antonio repudió a Octavia, la hermana de Octavio, para casarse con Cleopatra. Este comportamiento no fue aprobado por la opinión pública, y tampoco el hecho que dejara escapar el reino de Egipto y no luchara para anexionarlo al territorio romano. Así pues, el Senado declaró la guerra a Egipto y dejó a Marco Antonio en una posición muy difícil. Se desató una guerra entre Marco Antonio y Octavio en el promontorio de Accium en el año 31 a.C., que terminó con la derrota de los egipcios y la huida de Marco Antonio y Cleopatra, quienes se suicidaron. Tras esto, Octavio volvió a Roma en el año 29 a.C. como gran vencedor y elegido cónsul.

En el año 27 a.C., retornó sus poderes extraordinarios de triunviro al Senado, el cual, al cabo de tres días, y como agradecimiento, le otorgó el título de Augusto, un título de origen religioso que significa “sublime”, “excepcional”.

Más tarde, Augusto iniciaría el Imperio Romano siendo él mismo el primer emperador romano, gobernando por largo tiempo.



Helena López

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