Las reformas llevadas a cabo por el primer ministro Viktor Orbán introducen cambios significativos en la ley electoral, la ley de prensa y la justicia, entre otras. Según sus detractores, el propósito del la ley es perpetuar al Partido Fidesz en el poder, ya que las variaciones en la ley electoral favorecen con más escaños a las regiones del país en las que hay un mayor número de sus votantes.
El presidente de la Unión Europea, Durao Barroso envió el mes pasado una carta a Orbán en la que le expresaba su “preocupación” por la nueva Constitución alegando “serias dudas” acerca de la compatibilidad de la varios puntos de la nueva normativa húngara con las leyes europeas. En la misma línea, también expresó sus reticencias al Gobierno de Budapest la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, quien se mostró preocupada por la deriva democrática del país, según filtraron las autoridades al diario Népszabadság.
La semana pasada se produjeron varias manifestaciones en la capital del país para protestar por la entrada en vigor de la nueva ley. El ex primer ministro socialdemócrata, quien fue detenido durante unas horas, aseguró tras su puesta en libertad que Hungría era ahora una “autocracia”.
Viktor Orbán subió al Gobierno a mediados de 2010 con un discurso de fuertes tintes nacionalistas asegurando que llevaría a cabo una “revolución húngara” si llegara al poder siguiendo cuatro pilares básicos: Dios, orgullo patrio, cristiandad y la familia tradicional. Bajo esas premisas el líder conservador, quien ya gobernó entre 1998 y 2002, cautivó al electorado y consiguió una mayoría aplastante. Sin embargo, el aumento del déficit del país provocado por la crisis económica y la controvertida constitución han provocado una destacable caída de su popularidad entre los húngaros.
Fuente: La Gaceta (www.intereconomia.com)
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