El Baúl de la Historia: "Las termas romanas" - La Nación Digital

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miércoles, 15 de febrero de 2012

El Baúl de la Historia: "Las termas romanas"

Las termas (balnea) constituyeron una institución fundamental en la sociedad romana, sobre todo en época imperial. Asimismo, su origen, como tantos otros aspectos de la civilización romana, se remonta al mundo griego, en concreto a los baños públicos y a los gimnasios, que solían incluir una palestra y una sala para lavarse después de hacer ejercicio.

Pero si entre los griegos lo principal era la preparación física que allí se desarrollaba y el baño sólo era su colofón, los romanos cambiaron las prioridades, de modo que el baño se convirtió en la actividad central y el deporte quedó sólo como un preliminar opcional.

A pesar de que estaban abiertas desde media mañana, la mayoría de gente solía ir a media tarde con la intención de relajarse después del trabajo o de las obligaciones que le ocupaban durante el día. Algunas termas estaban dobladas en dos partes: una para hombres y otra para mujeres. Otras admitían el baño mixto, a pesar de la mala reputación que esto daba a los establecimientos y en especial a las mujeres que lo frecuentaban.

La primera sala del recorrido por las termas era el apodyterium o vestidor. Ahí la gente se desnudaba y dejaba la ropa en unos agujeros en la pared o en unos armarios de madera bajo la vigilancia de un esclavo, a quien se pagaba el servicio. Dentro de las termas se solía ir desnudo, excepto por unas sandalias con suela de madera para no quemarse los pies con el suelo caliente.

Los que querían –sobre todo los jóvenes– empezaban por calentar en la palestra (palaestra) después de untarse en aceite. La palestra consistía en una pista al aire libre más o menos grande cubierta de arena y rodeada de porches. Las actividades físicas más habituales eran correr, jugar a pelota, ejercitarse con pesas o con la lucha y dar golpes a un saco lleno de arena, pero había gente que prefería tomar el sol en una terraza (solarium).

Después, se dirigían hacia las salas de baños, que solían estar a un lado de la palestra en una sucesión ascendente de temperatura: fría, temperada y caliente.

El caldarium tenía, al menos, una bañera (alueus) con escaleras, en las cuales la gente se sentaba para remojarse con agua caliente, a unos 40º, y una pica de agua fría (labrum) para refrescarse cuando el calor se volvía demasiado intenso. En esta sala, con un strigilis –un tipo de espátula curva de metal– se quitaban la capa formada no solo por la suciedad y el sudor sino también por el aceite y los ungüentos que se hubieran puesto anteriormente.

El tepidarium, donde se podían remojar con agua templada o, si no había bañera, se sentaban simplemente en un banco para atemperar el cuerpo.

Finalmente estaban los baños fríos o frigidarium, donde había una o varias bañeras de agua fría.

Además, algunas termas disponían de una cámara de pequeñas dimensiones, generalmente circular, que recibía el nombre de laconicum si era para saunas secas, o sudatorium si era para saunas húmedas.

Las termas más grandes tenían también una piscina más grande al aire libre (natatio) para practicar la natación.

Había otras dependencias secundarias como las letrinas públicas y una sala de masajes, en la cual el cuidado del cuerpo por medio del deporte y el baño se complementaba con un servicio de masajes, depilación y perfumes a cargo de esclavos.

Las letrinas públicas (forica) estaban formadas por bancos colectivos bajo los cuales corría un canal que evacuaba las deposiciones. Otro canal de agua situado delante de los bancos permitía lavar los cepillos con los cuales la gente se limpiaba una vez habían terminado.

La temperatura adecuada del agua y de todas estas salas se conseguía mediante un sistema de calefacción. Un horno (praefurnium) calentaba el agua, generalmente cerrada en una caldera situada justo encima del fuego para los baños calientes y en otra caldera un poco más alejada para los baños templados. El agua se transportaba desde las calderas hasta el caldarium y el tepidarium a través de unas cañerías de plomo. Al mismo tiempo el mismo horno iba calentando el aire que pasaba a través de una cámara subterránea de unos 60cm de alto que recibía el nombre de hipocausto (hypocaustum), cubierto por la suspensura, es decir, el pavimento de las salas calientes elevado mediante unos pequeños pilares (pilae), generalmente de ladrillos, distribuidos de forma rectangular. El aire caliente también recorría el interior de las paredes con hileras de conducciones formadas por piezas rectangulares de cerámica (tubuli). Así, el aire calentaba primero el ambiente del caldarium, que llegaba a los 55º, y cuando después llegaba a la zona más alejada del tepidarium había perdido una parte de su calor, de modo que esta sala se mantenía entre 25º y 30º. Finalmente, se escapaba hacia el exterior por unas oberturas situadas en la parte superior de las paredes del tepidarium. El confort y el lujo de las salas superiores tenían como contrapartida unas condiciones de trabajo durísimas –altas temperaturas, humo, hollín, estrechura– para los esclavos que trabajaban cerca de los hornos (fornacator).

Desde el punto de vista arquitectónico, las salas de baño de las termas solían estar cubiertas por vueltas de hormigón, el material más resistente a las humedades, y sus plantas, por medio de ábsides, tendieron a las formas redondeadas, que conservaban mejor el calor.


Helena López

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