El Baúl de la Historia: "La caída de los titanes del océano" - La Nación Digital

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miércoles, 8 de febrero de 2012

El Baúl de la Historia: "La caída de los titanes del océano"

Inmensos, potentes, pesados, impresionantes. Llenos de cañones, baterías, radares...Con múltiples capas en el casco bajo la línea de flotación, a menudo escoltados por hidroaviones los acorazados fueron los reyes de la guerra naval durante casi 100 años. Toda gran potencia que se preciase había de tener una gran fuerza naval, y en ella los más impresionantes acorazados de aspecto indestructible. El Bismarck, el Prince of Wales, el Yamato...el reinado de estos colosos se terminó en la Segunda Guerra Mundial, cuando un nuevo titán surgía para relevarlos: el portaaviones.

En 1906, la Royal Navy botó el HMS Dreadnought, siendo el primer acorazado que montaba cañones de grueso calibre, dando comienzo a una carrera armamentística cara a la Primera Gran guerra, en la que todas las potencias anhelaban mostrar su potencia de fuego marítima mediante la construcción de acorazados cada vez más grandes, veloces, blindados y armados. Los astilleros franceses, alemanes, norteamericanos y también japoneses se ponen a trabajar en la construcción de poderosas y potentes armadas. En la guerra, tras dos años de relativa calma, los colosos de los mares salieron a combatir, y lo hicieron en visualmente impresionantes pero técnicamente deficientes batallas navales tales como la de Jutlandia, al norte de Dinamarca. Algunos empezaron a pensar que los acorazados iban a dejar de ser los reyes de los mares. Los torpedos tanto marinos como aéreos eran una gran amenaza para los acorazados.

Tras la capitulación alemana y el tratado de Versalles, que desarmaría a la potencia centroeuropea para 15 años, las potencias, con menor intensidad evidentemente, siguieron potenciando la potencia de fuego así como el blindaje de sus embarcaciones.

La creciente potencia asiática, Japón, no quiso quedarse atrás en la carrera naval, y en el periodo de entreguerras. Tanto es así que iniciaron un ambicioso plan de expansión de su armada, que culminaría entra otras cosas con la botadura en 1940 del gigantesco acorazado Yamato. El almirante Yamamoto, con buen criterio, instó al alto mando de la armada imperial a que apostase también por los portaaviones, haciendo a la potencia asiática un hueso duro de roer para las fuerzas aliadas en el pacífico.

Por su parte, los EEUU también apostaron por un plan de expansión naval, fabricando multitud de torpederos, cruceros, destructores, submarinos, también acorazados y también portaaviones.

Con la llegada de Hitler al poder en 1933, Alemania inició una auténtica maratón armamentística en todos los planos, también en el naval. En 1939, pocos meses antes de que la guerra empezase, se botan en Hamburgo y en Wilhelmshaven el Bismarck y el Tirpitz respectivamente, dos acorazados gemelos autorizados años antes por el alto mando de la Kriegsmarine.

En el bando aliado, los británicos no se quedaron atrás, en 1939 botaron en Birkenhead el HMS Prince of Wales, al que consideraron todo un orgullo para la Royal Navy.

Todos éstos caros y pesados acorazados acabarían sufriendo las consecuencias de una nueva forma de hacer la guerra en el océano, ni aérea ni naval; aeronaval.

En 1941, poco después del sorpresivo ataque aeronaval japonés sobre Pearl Harbor, Hawai, el Prince of Wales es hundido con un bombardeo naval de los Mitsubishi G3M japoneses con base en Saigón. No lejos de Singapur fue localizado y hundido.

En Noviembre de 1944, escondido en un fiordo noruego, el acorazado alemán Tirpitz fue bombardeado por unos aviones de la RAF británica. Tras varias intentonas de huir y repeler el ataque, éste leviatán de 50000 toneladas volcó y se hundió en las gélidas aguas noruegas. Nuevamente un ataque aéreo.

En Marzo de 1944, la operación aeronaval aliada Ten-gō pondría fin al último gran acorazado de la guerra, y el más grande jamás construido, el Yamato japonés.

Todas las potencias se dieron cuenta de que el nuevo buque maestro, el que daba el dominio de los mares no era el que más cañones podía albergar en su bubierta, sino aquel del que más aviones podían despegar. El portaaviones relevó y todavía hoy en día lo hace, a los grandes acorazados en las armadas con cierta proyección estratégica.

Estados Unidos conservó su acorazado USS Missouri hasta la Primera Guerra del Golfo. En 1992 fue retirado y actualmente está expuesto como buque-museo en el idóneo puerto de Pearl Harbor, Hawai.



Fernando Salazar

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