El Barcelona golea por 4 goles a 1 al Arsenal en un partido donde Messi marcó 4 goles. - La Nación Digital

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martes, 6 de abril de 2010

El Barcelona golea por 4 goles a 1 al Arsenal en un partido donde Messi marcó 4 goles.

Si lo inefable es lo que no se puede explicar con palabras, Messi es inefable. Y si el fútbol es carácter, seda y arte, Messi es el fútbol. Messi es absoluto y a veces todopoderoso. En esas ocasiones es un equipo: Messi Club Barcelona. Así es este Barça, que a veces mata con exhibiciones corales y juego de geometría poética y otras se pone en manos de un jugador que es hoy por hoy superior, excelso y letal. Un asesino que pinta Picassos, un ejecutor que maneja ya todos los hilos del juego en ruta a convertirse en el jugador total por pura definición.

La realidad fue tozuda con Arsene Wenger que se quedó en cuartos porque se quedó sin respuestas. Apocado por el torbellino azulgrana que pasó por Londres una semana antes y enredado en una definitiva maraña de ausencias en todas las líneas y en todos los roles (Gallas, Song, Van Persie, Arshavin y sobre todo Cesc Fábregas), el francés planteó un partido muy inglés. Un Arsenal contra natura jugó sin balón, encimó con energía y buscó el fallo en la salida d Milito o Busquets. Apostó por desconectar al Barcelona y esperar un segundo de confusión, un safari de caza concentrado en una jugada. Y, como así es el fútbol, el Arsenal lo tuvo. Y, aunque parezca estrambótico a la vista de los 180 minutos de la eliminatoria, el Arsenal estuvo clasificado para semifinales durante... dos minutos. En el 18 marcó Bendtner. En el 20 Messi comenzó un ejercicio de relojero celestial que devolvió el cosmos a su orden natural y puso al Barcelona en semifinales donde espera el Inter. Mourinho, Etoo, Motta, Sneijder... el Inter.

Cuando el Barcelona luce menos en lo colectivo, la figura de Messi se ilumina hasta lo monstruoso. Porque el Barça saltó al Camp Nou sin la ira poética de Londres. Controló y mandó desde el saque inicial, pero miró la calculadora, evaluó al rival, reflexionó demasiado sobre su teórica superioridad. Wenger esta vez sí tapió las bandas y quiso asfixiar a Xavi y el juego del Barcelona con presión y faltas. En esa suerte brilló Diaby que entró duro hasta que en un robo que pudo ser falta se montó una contra en la que Walcott regaló el 0-1 a Bendtner, que marcó a la segunda tras la ya infaltable aparición de Valdés. Pánico en el Camp Nou con la eliminatoria cuesta arriba tras las alabanzas de la ida y la salida mandona de la vuelta. Pánico... de dos minutos.

Porque Wenger ató cabos pero no pudo gobernar lo ingobernable. Antes del gol, Messi avisó con dos disparos, uno que paró Almunia y otro que rozó la escuadra. Después, entendió a la velocidad de la luz que el partido y la eliminatoria eran responsabilidad suya. Mientras el Arsenal celebraba su golpe de suerte y sus compañeros recomponían la figura, el tuvo tiempo para armar el ataque y aprovechar un mal despeje de Silvestre para romper el balón a la escuadra. Un gol de fútbol y rabia, como una celebración incontenible que fue un mensaje al equipo y al Camp Nou: seguidme. Simplemente seguidme.

Desde ahí hasta el descanso, la exhibición alcanzó por enésima vez (Valencia, Zaragoza, Stuttgart...) tintes maradonianos. Mientras los demás discutimos si la comparación define o ruboriza, él marca cuatro goles y gana eliminatorias de Champions en un puñado de minutos. El segundo gol culminó una jugada estilo Barça que Abidal metió en el corazón del área y el argentino resolvió. El Arsenal había respondido al primer gol con compostura y sometiendo el partido al guión inicial. Pero cuando llegó el tercero, el equipo inglés cayó como naipes golpeados por un huracán de realidad. Era el huracán Messi, certificado por una cabalgada tras dejada de Keita que le situó ante Almunia, al que superó con la categoría del genio que se está divirtiendo, que no quiere que el partido acabe nunca.

El primer tiempo de Messi fue estratosférico. Dirigió la presión defensiva y apareció literalmente en todas las zonas del campo, conduciendo, driblando y rematando. Messi inició las jugadas y Messi las acabó. No importaba que Xavi estuviera simplemente correcto y que Alves contribuyera menos de lo habitual. Un jugador, sin más ayuda que la imprescindible, había ventilado toda resistencia rival. Un rey entre peones entre los que sobresalieron Milito, que hizo -totalmente recuperado- de Puyol, y Busquets, otra vez sobresaliente en el centro del campo. Abidal o Keita ayudaron. Peones, alfiles, torres... pero el rey fue Messi. Jaque mate.

La segunda parte escenificó la superioridad del Barcelona, más colectivo pero siempre a hombros de Messi, que hizo las mejores jugadas ya como delantero centro (Touré entró por un Bojan de poca presencia), los mejores regates y hasta una asistencia de pillo a Pedro, que remató fuera por encima de Almunia. El Barça, que estaba por fin confiado y enchufado, siguió presionando a ritmo de zafarrancho de combate y empezó a hilar su estilo de triangulaciones gigantes y supersónicas. El Arsenal, disminuido y sin respuestas en el banquillo, asistió al ejercicio de gobierno del Barcelona que vivió sin más susto que un remate al palo de Bendtner en fuera de juego y sin más mala noticia, y muy mala, que la lesión de Abidal, que se volvió a romper. Por el contrario, porque Dios aprieta pero no ahoga, volvió a jugar Andrés Iniesta.

El tramo final del partido escenificó la inferioridad de un Arsenal que bastante hizo con sostenerse en la eliminatoria más allá de la ida, donde fue aniquilado en el primer tiempo. Su resurrección posterior puso pimienta a un partido de vuelta que no existió más allá de las botas de Leo Messi, que marcó el cuarto en la recta final para enmarcar unos minutos jugados entre 'olés' y ovaciones para todos. La mayoría para Leo Messi, claro. Un jugador excepcional que parece estar escribiendo un capítulo de la historia del fútbol cada vez que salta al campo. Un peligro para los rivales, el siguiente en Champions el Inter, y una delicia para el Barcelona. Que sin él es mucho pero con él es pluscuamperfecto, un campeón a dos partidos, una eliminatoria, de defender corona en la gran final. Fácil, difícil, duro, probable... posible. Con Messi todo es, siempre, posible para el Barça. Messi Club Barcelona.



Fuente: AS (www.as.com)

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