Algún día dejará de jugar y no dejaremos de recordarle. Algún día contaremos a los que vendrán detrás de nosotros que le vimos jugar. Intentaremos contarles y nos costará un diluvio de adjetivos pero seguramente nos dibujará una sonrisa. Contemplar la historia mientras sucede es uno de esos raros lujos que ofrece el deporte, ver a uno de los mejores de siempre batir marcas mientras inventa fútbol. Es Leo Messi, es un futbolista pluscuamperfecto, único, genial. Una maravilla en movimiento que arrasa rivales y fija partidos en nuestras retinas. Algún día diremos, ya lo decimos en realidad: ¿Te acuerdas de...? ¿Y de...?
¿Te acuerdas del 7-1 al Bayer Leverkusen? Leo Messi marcó cinco goles y ni siquiera pareció extra motivado, en uno de esos días en los que juega con cuchillos en la mirada. No presionó como un poseso ni tiró un millón de desmarques. Esta vez se limitó a divertirse, al fin y al cabo lo que hace siempre, y a juguetear con el Leverkusen como un gato con un ovillo de lana. A veces distraído, con una sonrisa ladeada y casi irónica. Contra la avalancha de polémicas, broncas, debates, árbitros y renovaciones: Messi. Y Messi, Messi, Messi, Messi. Cinco goles para ribetear la enésima exhibición de un jugador mejor que todos los demás. El primero una preciosa cuchara que colocó el balón a un lado de Leno, el tercero nada más volver del descanso con una preciosa vaselina... con la derecha. Control, mirada al portero, el tiempo congelado y un toque de balón mágico. Hay que sumarle otro de oportunista y dos latigazos atravesando la frontal del área, marca de la casa: Leo Messi. Los récords, los rivales devorados, la poesía...
...Y los números: Messi suma doce goles en Champions e iguala la mejor marca histórica, es el primer jugador que hace cinco goles en Copa de Europa desde hace más de treinta años y está a isete goles de César, última barrera para ser el mejor goleador del Barcelona. De siempre. Porque todas las comparaciones y todas las medidas de Messi tienen ese baremo, ese último muro: siempre.
Del partido hay poco que contar. Que el Barcelona se lo pasó muy bien y que eso es contagioso. Que el Leverkusen salió con un mínimo decoro que se fue por la alcantarilla hacia un segundo tiempo en el que fue un cordero degollado, un equipo impropio de octavos de Champions y de la vieja leyenda del fútbol alemán. Pero un equipo, recordemos, que dejó en la cuneta al Valencia y que venía de ganar con claridad al Bayern en la Bundesliga. Balance de la eliminatoria: 10-2 gracias al gol in extremis de Bellarabi. Ni maquillaje. Leno encajó siete, salvó unos cuantos más y el Leverkusen se marchó sin molestar demasiado y sin atreverse a, como en la ida, pelearse por la camiseta de Messi, el pecado que le costó esta vez el banquillo a Friedrich.
Lo mejor del Barcelona, que tenía el billete a cuartos en el bolsillo antes de jugar, fue que recordó qué y quién es, que se quitó por un rato el aroma a polémica y las cuitas de la Liga, que jugó al fútbol de maravilla y como sólo él juega. Iniesta estuvo espléndido, Xavi de menos a más y Cesc afilado. Juntos, en asociación con Messi y Alves, tejieron un tapiz de pases que recorrió el césped del Camp Nou de punta a punta: el Barcelona. El Leverkusen se fue resquebrajando, grieta a grieta, desmarque a desmarque, pared a pared. Veinticinco minutos después del pitido inicial encajó el primer gol y eligió dormir, dejar de sufrir.
El otro recuerdo es para La Masía y, en un día gris de un Pedro en busca de sí mismo, otra exhibición de Tello, que vive con las musas de cara y en el punto óptimo de energía física. Entró con el rival rendido y resquebrajó la banda izquierda. Como un trueno, generó una tonelada de llegadas y marcó dos goles con esos remates secos, rasos y angulados que perfeccionó Henry y que él está haciendo suyos.
Nada más: los árbitros seguirán arbitrando, Guardiola todavía no ha renovado, la distancia en la Liga sigue siendo de diez puntos, las lesiones siguen azotando al equipo... y, de repente, parece que todo importa poco, que todo irá bien y que todo queda en el retrovisor. En eso hay un poco de magia, en eso hay mucho de Leo Messi.
Fuente: AS (www.as.com)
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